El santoral de la formación morada... donde muchos son de armas tomar

Al anarquista idolatrado por Podemos le iba el terrorismo más que a un alcalde la vara

Fermín Salvochea, al que prefiere el podemita 'Kichi' por encima del rey Juan Carlos I, se las sabía todas

Al anarquista idolatrado por Podemos le iba el terrorismo más que a un alcalde la vara
Retrato de Fermín Salvochea detrás del nuevo alcalde de Cádiz y de Pablo Iglesias EFE

Tienen pasión por los zapatistas, por los etarras y por todo aquel que se sale de la ley. Encumbran a la categoría de héroe a personajes como el racista Zapata, al que justifican de todas las maneras -si es necesario la culpa es de los judíos- y no se cortan un pelo a la hora de quitar banderas, retratos, y lo que haga falta.

Son los de Podemos y su curioso santoral, adornado con tipos de la calaña más variada, y que casi siempre tienen las manos manchadas de sangre.

El último episodo protagonizado por el nuevo alcalde de Cádiz da buena fe de ello.

El podemita José María González Santos ‘Kichi’, ha sustituido por la cara el retrato de Juan Carlos I por un histórico líder de armas tomar: el alcalde republicano Fermín Salvochea.

Veamos quién es este histórico personaje al que idolatran los monaguillos de Pablo Iglesias.

SU BIOGRAFÍA

Según nos cuenta César Cervera en ‘ABC’, ser anarquista en los años próximos al asesinato del presidente Cánovas del Castillo, a manos del anarquista italiano Michele Angiolillo o el de José Canalejas, a manos del anarquista Manuel Pardiñas Serrano, entre otros brutales atentados, no era precisamente un canto al pacifismo.

La aureola de santo laico que arrastra el alcalde republicano Fermín Salvochea no es compatible con lo que se suponía intrínseco en aquellos años al movimiento Anarquista, que veía en la estrategia antisistema de la Propaganda por el hecho (atentados y asesinatos contra figuras públicas) una forma legítima de hacer política.

Además de ignorar el hecho de que Salvochea mantenía una opinión muy crítica sobre lo que luego sería llamado Marxismo trotskista -con el que algunos miembros de la formación que ahora gobierna Cádiz simpatizan o han simpatizado en el pasado-, la medida contribuye a perpetuar el mito de un alcalde histórico que esconde episodios biográficos de moral bastante descuidada.

Fermín Salvochea al que Blasco Ibáñez retrató en su novela «La bodega», bajo el nombre de Fernando Salvatierra, como alguien que producía escándalo y temor entre los ricos, era, de hecho, hijo de una rica familia procedente de la burguesía vinatera, textil e industrial gaditana, los Terry, emparentados con Juan Álvarez Mendizábal, el político liberal que se hizo famoso por su política de desamortizaciones.

A los 15 años fue enviado a estudiar a Londres técnicas industriales y mercantiles, pero prefirió hacerlo sobre los convulsos problemas sociales de la época. Cuando regresó a Cádiz se convirtió en un importante activista social y durante la Revolución Gloriosa alcanzó el grado de jefe de uno de los Batallones de los Voluntarios de la Libertad de Cádiz, lo cual le costó ser encarcelado.

Puesto en libertad en 1869, organizó partidas armadas contra el gobierno en la Sierra de Cádiz, que, a causa de la intervención de las tropas gubernamentales, le obligaron a refugiarse en Gibraltar y más tarde en París. En la capital francesa encabezó el 12 de enero de 1871 una manifestación contra Napoleón III.

INSURRECCIÓN

En este año se afilió a la Internacional, aunque siguió apoyando las ideas federalistas y republicanas. Así, al inicio de la Primera República, Fermín Salvochea encabezó en Cádiz la insurrección conocida como Rebelión cantonal que querían instaurar una República Federal de carácter radical.

El hijo de burgueses fue alcalde de Cádiz durante este periodo, donde tomó numerosas medidas para limitar la influencia de la Iglesia. Desalojó a las monjas de la Candelaria de su convento, sustituyó en las escuelas la enseñanza de «religión» por la de «moral universal».

También cambiaron el nombre de las calles dedicadas a santos por otros laicos como Voltaire, Juárez, Jacobinos, etc. Se suprimieron las fiestas religiosas y se creó una fiesta cívica del advenimiento de la República Federal.

Salvochea pasó 18 años en distintas prisiones

Terminado el episodio del cantón, Salvochea fue apresado por las tropas del general Pavía, juzgado en Sevilla y condenado a cadena perpetua, permaneciendo varios años detenido -en total pasaría 18 años encarcelado a lo largo de su vida- en el Peñón de Vélez de la Gomera y en Ceuta hasta que consiguió huir a Francia.

Allí fue donde Salvochea se hizo anarquista, concretamente de la tendencia anarcocomunista, y mostró su apoyo a varios actos de terrorismo y violencia con fines políticos.

En su obra «La contribución de sangre», ensalza a cuatro terroristas que dieron su vida por el Anarquismo: Pini, que apuñaló al socialista Prampolini en 1889; Ravachol, que colocó en 1892 una bomba en la casa del juez de Clichy; Caserio, que asesinó al presidente de la República francesa Sadi Carnot en 1894; y Pallás, que atentó en Barcelona contra el general Martínez Campos en venganza por las ejecuciones ligadas a La Mano Negra.

La muerte de Alfonso XII en 1885, que durante su vida fue víctima de dos atentados perpetrados por anarquistas de los que salió ileso, el anarcocomunista fue nuevamente amnistiado.

CREÓ UN PERIÓDICO

En Cádiz, creó un periódico, «El Socialismo», en el que publicó, entre otros, artículos del conocido anarcocomunista Piotr Kropotkin, y siguió involucrado en el seno del movimiento Anarquista en España.

Participó en las principales acciones de los grupos anarquistas del momento, como las del entierro de Pi y Margall, la huelga de solidaridad con Barcelona, el atentado contra el policía Narciso Portas o el llamado complot de «La Coronación».

Su estilo de vida austero y su decisión de renunciar a su herencia y a las posesiones familiares, que para entonces se encontraban en proceso de descomposición, para entregárselas a los más necesitados de Cádiz elevó la figura de Salvochea a la categoría de mito.

Al fallecer el 28 de septiembre de 1907, su entierro se convirtió en una gran manifestación de duelo popular. Los sucesivos homenajes se encargaron de omitir los elementos más controvertidos de su biografía: desde su anticlericalismo hasta su tolerancia con la violencia como vehículo para alcanzar objetivos políticos.

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