El pensador postmarxista sedujo a Kirchner con su idea de dividir a la sociedad en dos campos irreconciliables
A los referentes ideológicos de los populistas les gusta vivir bien. Y si lo paga el pueblo, mucho mejor. Abundan los casos de los predicadores anticasta con un lujoso tren de vida que poco coincide con la defensa de los más desfavorecidos que pregonan.
El azote de la troika, Yanis Varoufakis, se alojó junto a su mujer en el hotel Mercer de Barcelona a un coste de 900 euros por dos noches que la alcaldesa Ada Colau cargó a cuenta del consistorio.
Periodista Digital contó como el populista Miguel Ángel Revilla suele dormir en el lujoso Hotel Occidental Miguel Ángel del Paseo de la Castellana cuando visita Madrid. —El populista Revilla frecuenta hoteles cinco estrellas en Madrid a cargo del contribuyente—
Y uno al que le gustaba desayunar con champagne en el mítico hotel de lujo Claridge de Buenos Aires no era otro que al ideólogo del populismo kirchnerista y pensador de cabecera de Podemos, el fallecido Ernesto Laclau (1935-2014).
Su libro ‘La razón populista’ influyó notablemente en Íñigo Errejón, como lo cuenta en este artículo publicado en Público. —Muere Ernesto Laclau, teórico de la hegemonía—
Laclau solía viajar con frecuencia a Argentina para verse con la presidenta Cristina Kirchner, que pidió consejo al filósofo argentino afincado en Londres desde 1969 cuando le declaró la guerra a muerte a la ‘oligarquía’ del sector ganadero. —Los gurúes de los Kirchner—
Cuando la presidenta mandaba traer de Londres a su asesor aúlico lo alojaba junto a su mujer Chantal Mouffe en el Claridge de Buenos Aires, un hotel de lujo de estilo neoclásico situado en pleno centro de Buenos Aires, a solo 400 metros de la avenida 9 de Julio.
«Algunos de sus visitantes juran haberlo visto desayunar con champagne, una inclinación nostálgica del hospedaje en cuestión. También frecuenta estos días el cercano bar Cooper de luces de neón en la entrada: allí suele pedir vino blanco o Johnny Walker etiqueta negra mientras degusta un cóctel de langostinos o la tabla de quesos del lugar», contó la revista Noticias en noviembre de 2012. —Ernesto Laclau, el ideólogo de la Argentina dividida—
El pensador postmarxista –discípulo del historiador marxista Eric Hobsbawn, citado por Pablo Iglesias en la entrevista con Ana Pastor– sedujo a Kirchner con su idea de dividir a la sociedad en dos campos irreconciliables: «Se puede avanzar en una dirección fascista o se puede avanzar en una dirección de izquierda», le susurró al oído.
El pensamiento de Laclau, barnizado con un intrincado lenguaje académico, se resume de forma muy simple: crear enemigos internos o externos a los que culpar del deterioro social. La misión de Kirchner era tan sencilla como señalar al adversario con el dedo para que caiga sobre ellos la maldición presidencial.
Esta era la lista de enemigos que la Kirchner acumuló en poco tiempo gracias a los consejos de Laclau según el diario La Nación:
Se demoniza al «traidor» Julio Cobos, al quejoso Paolo Rocca, al lenguaraz Juan José Aranguren, al silencioso Alfredo Coto y hasta al empresario inmobiliario José Toselli, por hablar de la desaceleración económica. Se exorciza al imperio estadounidense, a la perversa Albión y hasta al Estado de Israel. No se ahorran insultos contra el aborrecido juez Thomas Griesa y los voraces fondos buitre. Tampoco contra el vapuleado Fondo Monetario Internacional y la Alemania de Angela Merkel, eficiente e insensible. Se castiga a Cristóbal Colón, quien no descubrió nada, aunque los Fernández hayan venido gracias a él. Se estigmatiza al general Julio Argentino Roca. Se maltrata a Mauricio Macri, el oponente más deseado, como se maltrató al cardenal Jorge Bergoglio incluso hasta unas horas después de que se convirtiera en Papa, aunque ahora se lo busque con inusitada frecuencia para una foto.
«Laclau revivía en Buenos Aires la nostalgia de una revolución de fantasía que él soñó y jamás ocurrió. Lo rebelaba la decadencia de la izquierda y la supervivencia del peronismo. La mediocridad y complicidad de los partidos opositores -todos- a quienes acusó de hacerle el juego a la derecha», recuerda el periodista José Antonio Díaz.
«Yo necesito explicar y comunicar, no solo atropellar a mis enemigos», confesó colérica Kirchner a su entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández a propósito de los consejos de Laclau. La historia acabó llevándosela por delante.