En la etapa del Pacto la palmesana barriada de Son Gotleu era un foco de continuo conflicto. La causa era la escasa presencia policial en una zona copada por africanos, marroquíes, personas de etnia gitana y otras nacionalidades entre las que se incluian los vecinos nacionales de toda la vida. Estos últimos eran los que no habían podido huir por falta de recursos o, en otros casos, por principios, pero poco podían hacer ante el pasmo de propios y extraños. Grosske y su tropa nacionalista se limitaba mientras tanto a alimentar las arcas de las asociaciones allí representadas de manera más que generosa, a cambio de dádivas diversas procedentes de las arcas municipales.
La llegada del PP ha conllevado más presencia policial y una disminución de las antaño habituales peleas callejeras. Ahora, por contra, los enfrentamientos entre clanes ya no son el plato de cada día, sino que el detonante que va a hacer que estalle de nuevo la rebelión es la nueva política sanitaria. Los centros de salud de la zona no dan abasto ante tanta queja, léase por ejemplo el último caso del bebé que no pudo ser atendido. El recorte en prestaciones a los inmigrantes puede alargar así una metafórica mecha donde acabará prendiendo, de nuevo, el fuego del odio. Urgen soluciones.