Hubo un despertar muy grande de los jóvenes, comenzando con el paso de los signos de la JMJ por todas las diócesis y muchas parroquias. Para nuestra sorpresa la juventud se entusiasmó
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(Luis Miguel Modino).- Mucha gente admira a los misioneros. Cuando la misión ha formado parte de la vida de una persona durante 48 años, la admiración crece y si esa misión ha sido realizada en una de las regiones más pobres de Brasil estamos delante de alguien ante quien debemos quitarnos el sombrero. Esa es la historia de Don José González Alonso, salmantino de Sobradillo, ordenado sacerdote en la diócesis de Ciudad Rodrigo en 1964 y que llegó a Brasil en octubre de 1965.
Inició su misión como sacerdote en la diócesis en que hoy es obispo, Cajazeiras, en el estado de Paraíba, para después trabajar en la diócesis de Teresina, Piauí, durante treinta y dos años, pasando por todos los servicios de la vida pastoral, cura de pueblo, formador y rector del seminario, obispo auxiliar durante siete años y los últimos doce como obispo de Cajazeiras.
Don José es alguien que transpira misión por los poros, que todavía se emociona hablando del trabajo evangelizador. Desde su sencillez de vida nos lleva a reflexionar y descubrir una vez más la necesidad de ser testigos en la misión y de hacerlo con entusiasmo y alegría.
Después de 48 años, ¿qué ha supuesto la misión en su vida?
Ha supuesto todo el sentido de realizarme como sacerdote. Decidí venir para Latinoamérica cuando estudiaba filosofía, y en concreto para Brasil porque ya había un grupo de sacerdotes en el Hispanoamericano de Salamanca que habían formado equipo y yo me uní a ellos, por lo cual estudié teología en el Hispanoamericano de Salamanca, lo que fue muy importante por el hecho de que allí ya convivíamos con seminaristas de todas las naciones latinoamericanas, que nos fue dando una visión de lo que era Latinoamérica.
¿Qué supone ser misionero en el Nordeste brasileño?
Ya que veníamos para servir en Brasil, escogimos el lugar que más necesitaba en aquella época. Brasil tiene tres regiones, podríamos decir, el Brasil del sur, que es parecido a Europa, el Brasil del Amazonas y el Brasil del Nordeste, que es el más pobre, seco y con mayores desafíos. Por eso, ser misionero en el Nordeste es dar testimonio de todas las actividades. Mi lema de obispo es «Fe y Vida». El ministerio sacerdotal tiene que ser también promoción humana y social.
¿En qué ha cambiado la sociedad y la Iglesia brasileña en estos casi cincuenta años?
Ha cambiado mucho en todos los sentidos, en el socio-político y eclesial. Sin duda ha sido una Iglesia que ha caminado muy comprometida con el pueblo. Yo soy del tiempo poco posterior al Concilio y por tanto, también aquí en Latinoamérica de la Teología de la Liberación y de las Comunidades de Base. Ha habido un avance en todos los sentidos, también en la pastoral, en el compromiso, pero por otra parte se está notando en las nuevas generaciones de sacerdotes y en las nuevas comunidades, no diría un retroceso, pero si una añoranza por el pasado, lo que es muy peligroso.
Ya que habló de las Comunidades de Base, ¿qué influencia tienen en la vivencia de la fe del pueblo brasileño, especialmente del nordestino?
Toda la Iglesia es comunidad. Ahora estamos hablando mucho de que la parroquia tiene que ser una gran comunidad hecha de muchas comunidades, que están en la base, y es ahí donde se vive la fe, donde está la Iglesia realmente. Es verdad que hoy las Comunidades de Base tienen una connotación un poco diferente, no están tan comprometidas con lo social y lo político, pero es ahí donde se reza, se transmite la fe, donde se procura influir en la sociedad para que sea más justa y comprometida con la promoción y vida de la gente. Por tanto, también hoy, en las comunidades eclesiales, en la base, es donde se vive la vida eclesial. Y hay una comunión, lo cual es muy importante, pues se sienten Iglesia de una parroquia y a pesar de vivir lejos de la sede están en comunión eclesial.
Otro aspecto importante en la vida de fe de América Latina es la influencia de la religiosidad popular y en el Nordeste brasileño eso se nota todavía más, inclusive en la región donde usted es obispo. ¿Cómo se traduce eso en la vida de la gente, en la vivencia de la fe, todo lo relacionado con la figura del Padre Cícero?
No sólo con el Padre Cícero, con todos los santos y denominaciones del nombre de María y de Jesús tiene gran influencia en las comunidades. Pero ellos saben que el centro es Jesucristo y que la referencia es Dios. Pero los santos son más sensibles, se les puede tocar con la mano, y por tanto, a partir de ellos, viven su fe. Y por eso, en las fiestas de los patronos o diocesanas, ellos vienen con sus patronos y es a través de ellos que viven su fe y están en comunión con la Iglesia total.
El Padre Cícero es un fenómeno especial en el Nordeste. Mi diócesis es vecina a Crato, donde está Juazeiro do Norte, sede y lugar de influencia del Padre Cícero, que fue una esperanza para el pueblo de su tiempo, pero también actualmente, una esperanza de vida mejor, de llegar a Dios a través de María, con el título de Nuestra Señora de la Dolorosa, patrona inclusive de nuestra diócesis, y por ser éste un pueblo muy sufrido, encontraron esta esperanza. Pero no sólo el Padre Cícero, pues también tenemos otros misioneros populares en el Nordeste, como el Padre Ibiapina y en nuestra región el Padre Rolín.
La misión es uno de los fundamentos de la vida de la Iglesia, ¿cómo se concreta eso en la vida de la diócesis de Cajazeiras?
Nosotros optamos por las misiones populares. Siempre hubo misiones en diferentes estilos, no podemos olvidar de Frei Damián, gran misionero del Nordeste, pero era al estilo tradicional. Cuando decidimos todo el Regional Nordeste II hacer misiones, asumimos un estilo popular, en que los misioneros eran los laicos y los sacerdotes, religiosos y religiosas de la propia región. Es un método muy interesante, porque envuelve a todo el pueblo. Hay tres años de preparación, con encuentros grandes de espiritualidad, y una semana misionera en que los propios laicos se comprometen visitando casa por casa, lo que en la zona rural supone andar varios kilómetros, pues la gente está muy dispersa. Es muy bonito ver cómo enfrentan el calor de 40º de nuestra región con alegría. Junto con esta visita también existen los actos comunitarios por la mañana y por la noche. Es una misión hecha por el pueblo para el pueblo, con la compañía del obispo, sacerdotes, religiosos y religiosas.
El Para Francisco insiste en la importancia de los laicos y laicas en la vida de la Iglesia. En Brasil eso se percibe en la vida del día a día, ¿en qué ayuda esto a la hora de vivir y transmitir la fe, a la hora de evangelizar?
¡Qué sería de nuestra Iglesia sin los laicos, especialmente de las mujeres! Como son muchas comunidades dispersas por el territorio de la parroquia y los sacerdotes no pueden hacerse presentes para celebrar en todas las comunidades cada domingo, pues son muchas, a veces hasta ochenta en una sola parroquia, los ministros de la Palabra, que también son ministros extraordinarios de la Eucaristía, ellos mismos celebran el Día del Señor con la celebración de la Palabra y, si tienen el Santísimo, distribuyen la comunión y se la llevan a los enfermos y a los que no tienen oportunidad de participar de la Eucaristía. Pero es bonito, pues estos mismos que viven lejos de un lugar donde se celebra la Eucaristía, son capaces de hacer kilómetros y kilómetros para participar de una misa.
Y por último, ¿qué supuso la Jornada Mundial de la Juventud para la misión con los jóvenes en la Iglesia brasileña?
Hubo un despertar muy grande de los jóvenes, comenzando con el paso de los signos de la JMJ por todas las diócesis y muchas parroquias. Para nuestra sorpresa la juventud se entusiasmó. De nuestra diócesis, que es pobre y lejos de Rio de Janeiro, fueron doscientas personas a participar, lo que reanimó mucho a la juventud. Y después, los que volvieron, lo hicieron entusiasmados, y se están haciendo jornadas misioneras con los jóvenes, en las que muchos están participando. Es la juventud evangelizando a la juventud, y esto dio mucha vida a la diócesis y a las parroquias.