Es una crisis de la familia que multiplica generaciones taradas e idiotas, discapacitadas espiritualmente donde lo denigrante, para ellos, es vivir según las clases débiles y populares
(Guillermo Gazanini).- ¿Por qué dedicar una reflexión sobre el video de graduación 2015 de los alumnos del Instituto Cumbres? Por la paradoja en la que nos situamos. Egresados de un colegio para las clases pudientes y de inspiración cristiana, regenteado por una congregación desacreditada, vapuleada, azotada por el escándalo, ahora suma esta colección de imágenes que parecen demeritar uno de sus carismas.
El enojo rebasa las esferas clericales para hacernos cuestionar si realmente eso de inspiración cristiana no es adicional a una marca cuando los resultados llevan a la práctica de todo lo opuesto al Evangelio y a la doctrina de la Iglesia sobre la cultura de la muerte, lo banal, superfluo, lo que es del malo.
Infiere una reflexión más honda sobre quiénes provocan esto y porqué hemos llegado a un punto de alarma. Ver a un grupo de mozalbetes que dicen ser especiales por estar educados -y esto muy entrecomillado- en una escuela de élite, con un poderío ficticio y degradante del ser humano, capaz de manipular hasta las fieras más salvajes y someter dominando al prójimo, no fue cosa ni locura de juventud espontánea.
Ya está arraigada en las familias y en un clasismo que vive en la irrealidad acentuando brechas muy profundas entre el dolor y el cinismo. No creo que les calen adjetivos como: vacíos, egoístas y mamones. Entre esas familias -si es que se les puede llamar así- crece un mal que afecta a todos, la competencia salvaje, la idea de estar preparados para dominar y someter.
Los padres, patrocinando la malcrianza y caprichos de vástagos enanos, no imprimen en sus hijos las ideas básicas de respeto, solidaridad y templanza para saber que no todo es posible en la vida. Una esfera de cristal encierra en su interior el vacío pestilente que corrompe a los hijos para hacer putrefacta su alma. Su proyección es intrascendente para madurar, elevarse en estatura, pero no en sabiduría al ver a los padres y madres que marchan cada cual por su camino.
Empresarios exitosos, pero fracasados en la primera de sus empresas; madres fashion y de mundo y, sin embargo, han devastado la primera porción que Dios les confió; hijos de papá, arropados en pañales de seda y protegidos con todo lo que el dinero puede dar, pero diezmados en su interior y consumidos por el sinsentido, por la falta de amor, la ausencia del padre que sabe guiar o la madre que enseñó a amar.
Es una crisis de la familia que multiplica generaciones taradas e idiotas, discapacitadas espiritualmente donde lo denigrante, para ellos, es vivir según las clases débiles y populares. Son núcleos de papá, mamá e hijos cuya formación es la del ser humano vientre, de existencias cosificadas, del bienestar corrupto e indecente como el máximo ideal para sus entorpecidas familias, sin impulsos superadores de la miseria personal donde nacen niños y jóvenes asqueantes y sin hambre con el ideal de crecer en plusvalía producto de la imaginería de casa, no para crear seres humanos y más bien para producir seres deshumanizados.
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