La de los mártires es una teología que se deja interrumpir, que no permite ningún trato de museo
(José María Castillo).- Acabo de regresar de El Salvador, donde he estado, en la UCA, en el III Congreso de Teología, que se ha organizado este año en torno a a la idea del martirio. El de Romero y el que sufre ahora el pueblo de El Salvador y el de toda América. Allí pude entrevistar a una de las organizadoras del Congreso, la profesora Martha Zechmeister, doctora en teología y que, desde hace años, vive entregada a la teología que nace del pueblo en América Central.
¿Qué piensas del III Congreso de Teología de la UCA?
Sería mejor preguntar a las personas que asistieron al congreso, no a mí, involucrada en la organización y en el desarrollo. Desde esta perspectiva estoy muy agradecida por un encuentro vital y alegre entre personas de toda América Latina y de otros continentes, unidos por la convicción de que de la memoria de los mártires salvadoreños brota vida. Se sentía que los y las ponentes, presente en este evento, en su modo de hacer teología están profundamente enraizadas en esta herencia, desde hace mucho. Sin embargo, estos días de ninguna manera tenían una atmósfera nostálgica, sino mucho más nos unía el esfuerzo creativo, guiado por el futuro: cómo dar realidad actual a la buena nueva que irrumpió con los mártires, conceptualizado en su teología y consumado en su vivir, morir y resucitar como Jesús de Nazaret.
Me encantaba la variedad de personajes marcados presentes en este Congreso: Pepe Castillo y Javier Vitoria, teólogos de aristas y desafiantes; José Luis Sicre, que se dejaba interpelar por la violencia masiva que sufre América Central para leerla desde la Biblia; Ricardo Falla, que nos daba testimonio de cómo vivía el legado de los mártires en la «pastoral de acompañamiento» de las «comunidades indígenas en resistencia»; Melinda Roper, hermana de la Congregación Maryknoll, que ubicaba la muerte martirial dentro del gran misterio de la vida, sacramento de Dios.
La misma variedad se ha hecho notar entre testigos directos, que hablaron sobre el impacto de sus experiencias con Mons. Romero en sus biografías. Se sentía fuertemente que la presencia vivificante de Mons. Romero en las comunidades de base, el hacer teología desde los mártires y el compromiso de transformar las estructuras políticas y económicas desde su legado son inseparables.
En la ponencia de clausura de Mons. Raúl Vera, obispo de Saltillo en México, nos encontramos con un pastor de hecho y derecho en las huellas de Mons. Romero y Don Samuel Ruiz. Sin rodeos o falsa diplomacia prestaba su voz al grito de los pobres. Si les interesa, hemos subido los videos de todas las conferencias a nuestra página web: http://www.uca.edu.sv/congresoteologia/multimedia.php
¿Qué representa el Centro Monseñor Romero para América Latina?
El Centro Monseñor Romero tiene el privilegio de la formación teológica de una buena parte de los y las jóvenes religiosos de América Central, y más allá de eso con una afluencia considerable de todo América Latina, hasta de otros continentes. Tenemos toda la variedad de programas académicas, profesorado, licenciatura, maestría, que por supuesto están abiertos para laicos, laicas y seminaristas.
Lo que consideramos como misión de este centro de reflexión teológico está bien expresado en el lema del congreso: «El legado de los mártires de cara al futuro.» El pueblo sigue siendo crucificado por una desigualdad escandalosa, la violencia masiva, la desintegración familiar, etc. Lo que nos interesa es una teología que se deja interrumpir e interpelar por el sufrimiento de estos crucificados aquí y ahora. Los mártires nos dejan una gran herencia de conceptos y de testimonio, pero no permiten ningún trato de museo o una exegesis meramente académica. Exigen toda nuestra creatividad, imaginación, rigor académico y entrega en la búsqueda de un nuevo lenguaje teológico y pastoral, que hace sentir la irrupción del reino para estos que hoy están damnificados por un mundo cruel.
¿Actualidad e importancia de la «teología narrativa»?
Mi lema personal como teóloga es, «lo que ves escríbelo» (Apc 1,11), o con Th. Adorno, «hacer hablar el sufrimiento, es la condición de toda la verdad». Teología para mí es un acto de atención contemplativa. Solamente si nos dejamos curar de nuestros «trastornos visuales», si logramos ver hasta el fondo y descubrir la presencia de Dios también en estas realidades que parecen su negación tremenda, nuestro hablar de Dios es auténtico y sincero. De lo contrario es cursilería, aun cuando sería la teología más letrado o «científica».
Por eso la teología que hace falta, no se realiza en sistemas especulativos, que ofrecen argumentos y respuestas concluyentes a cualquier problema. Mucho más nos hace falta una teología que tiene mucho de ver con el arte y con la poesía. Una teología que con empatía y sensibilidad sabe narrar las historias de las vidas, de los viacrucis y de la resurrección del pueblo crucificado, una teología que en cualquier momento está consciente de que siempre es un «acto secundo» (Karl Rahner) al servicio de la fe del pueblo.
¿Crees que, con el papado de Francisco la Iglesia está cambiando?
Sí, algo ya está pasando. Que se liberó de la camisa de fuerza de la etiqueta vaticana, que escapa del control total de la curia romana, que tiene un lenguaje refrescante y poco diplomático, da una oportunidad al Espíritu, antes aplastado en un ceremonial de corte. También tiene sus «puntos ciegos», como cada ser humano. Con toda su buena voluntad, en su relación a las mujeres no se puede escapar de su patrón cultural de un patriarca latinoamericano. Sin embargo, para mí el papa Francisco tiene el don genial de juntar dos dimensiones: por un lado el actuar profético, transmitir un mensaje político en símbolos potentes y así denunciar agudamente el «pecado del mundo» y por otro lado en el mismo instante irradiar una ternura y cercanía entrañables hacia las víctimas del mismo pecado. Si él abraza a los africanos que escaparan al naufragio en Lampedusa o los jóvenes presos en la cárcel de Roma, no es ningún show, hace sentir la ternura evangélica y jesuánica.
No tengo idea de cuán exitoso o no Francisco va a ser para transformar la maquinaria pesada, clerical y burocrática, de la Iglesia Católica, a pesar de que él políticamente no es ningún ingenuo, sino bastante astuto. Pero el simple hecho de su humanidad ya deja huellas que nadie nunca más puede borrar.
¿Qué representa la beatificación de Mons. Romero para la teología y para la Iglesia?
No tengo gran afán por los procesos de canonización. Por ejemplo la fundadora de mi congregación, María Ward, para mí sin duda es una santa. Fiel a la voluntad de Dios y a la Iglesia hasta los tuétanos de sus huesos, abrió una brecha para que las mujeres no solamente sean objetos del cuidado pastoral de una Iglesia jerárquica, sino sujetos perfectamente válidos de la proclamación del evangelio. Sin embargo por la persecución que sufría María Ward por parte de la inquisición hace cuatrocientos años, su canonización va al paso de una tortuga.
Con este presupuesto me encanta lo que provoca el anuncio de la beatificación de Monseñor Romero en El Salvador y en todo el mundo. Devuelve a los pobres y marginados, defendidos por él, su dignidad. En su momento Monseñor Romero fue su único refugio, una voz que clamaba en el desierto, abandonado por sus propios hermanos obispos. La canonización hace sentir actualmente a las víctimas, profundamente creyentes y muchas veces denunciadas como mentirosos, la misma acogida y cercanía eficaz del amor de Dios que sintieron en Monseñor Romero por parte de la Iglesia universal. Quien gana es la Iglesia, porque así asume un rostro más jesuánico, más salvador.
Para mí la canonización de Monseñor Romero como mártir es una acción profética genial más del papa Francisco, que da la pauta para el futuro caminar de la Iglesia. Ojalá que sea un paso más hacia el sueño de Ignacio Ellacuría, no solamente de una Iglesia para los pobres, sino una Iglesia en que los pobres sean sus sujetos primordiales, el principio que configure la Iglesia en todas sus dimensiones. Ojalá estemos viviendo el principio de una transformación profunda.
Otros titulares:
Hacer teología desde los mártires y el compromiso de transformar las estructuras políticas y económicas desde su legado son inseparables.
Teología para mí es un acto de atención: lograr ver hasta el fondo.
Se puede hallar a Dios también en estas realidades que parecen su negación tremenda.
Nos hace falta una teología que tiene mucho que ver con el arte y con la poesía.
Con Bergoglio, la Iglesia Católica se liberó de la camisa de fuerza de la etiqueta vaticana.
María Ward abrió una brecha para que las mujeres no solamente sean objetos del cuidado pastoral de una Iglesia jerárquica, sino sujetos perfectamente válidos de la proclamación del evangelio.
La canonización de Monseñor Romero como mártir es una acción profética genial más del papa Francisco.