Se trata de personas que quieren continuar viviendo su fe dentro de la Iglesia Católica, de la que siempre se sintieron parte
(Luis M. Modino, corresponsal en Brasil).-La polémica en torno al Sínodo de la Familia, que tendrá lugar el próximo mes de octubre, está muy presente en los ambientes eclesiales. Diferentes corrientes e ideas intentan tomar posiciones que permitan elaborar un documento que responda a sus expectativas.
Por eso todas las reflexiones en torno a la familia son importantes y pueden ayudar a descubrir los diferentes pensamientos que los católicos de diversos lugares del mundo tienen al respecto. Este pasado final de semana fue celebrado en la ciudad de Senhor de Bonfim, el VI Congreso de la Pastoral Familiar del Regional Nordeste 3 de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués). Unas mil personas, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, pero sobre todo laicos, familias, representantes de las 25 diócesis de los estados de Bahía y Sergipe reflexionaron juntos a partir del tema: «Familia: Don y Compromiso, Esperanza de la Humanidad».
El Congreso fue visto por Olinto José Campos Dias y Thaís Rosane de M. Cabral Campos, coordinadores de la Pastoral Familiar en la diócesis que acogía el evento, como «una posibilidad para el compromiso con la misión, y al mismo tiempo, diseminar el respeto y el reconocimiento de la familia como don de Dios, siendo así, la esperanza de la humanidad». Ha sido un momento largamente preparado por la Pastoral Familiar, que realizó una peregrinación de la Imagen de la Sagrada Familia por todas las parroquias de la diócesis a lo largo de casi dos años.
En opinión de Antonio Vilson M. Lima y Teresa Cristina A. Mota Miranda, coordinadores de la Pastoral Familiar en el Regional Nordeste 3 de la CNBB, la Iglesia es desafiada constantemente a reflexionar sobre la realidad en la que la familia vive y a animar a las familias para que salgan de sí mismas y así puedan hacer posible un mundo mejor y una convivencia armónica entre las personas y los pueblos.
Para llevar a cabo la tarea de iluminar esta realidad en la que la familia vive, el congreso realizó conferencias, oficinas, celebraciones, que ayudasen a los presentes a encontrar elementos que fomenten un mayor compromiso con la misión y a tener actitudes que manifiesten la capacidad de acogida que la Iglesia Católica debe tener con todas las familias.
En este sentido, fue interesante ver cómo la Pastoral Familiar de Brasil pretende responder a una da las situaciones que cada vez están más presentes en la sociedad actual, los matrimonios en segunda unión, y que sin duda son una preocupación en el Vaticano, como así fue recogido en los relatos sobre las discusiones de las sesiones del Sínodo de la Familia que tuvo lugar el pasado mes de octubre.
El matrimonio formado por Kleber y Laureci Ferreira, del Sector de Casos Especiales Nacional de la Pastoral Familiar, Parejas en Segunda Unión, Grupo Buen Pastor, colocaban como actitud indispensable la necesidad de acoger a todas las familias. Ellos, que están casados desde hace 52 años, forman parte de la Pastoral Familiar desde que eran novios y en todos estos años han ido profundizando en las problemáticas que hacen referencia a la vida en familia y en cómo encontrar caminos que hagan posible que todas las familias se sientan acogidas dentro de la Iglesia Católica.
Hicieron ver que la Pastoral Familiar tiene que evangelizar a todo tipo de familia, para que así éstas se conviertan en evangelizadoras de otras familias por el testimonio de vida y por las diferentes acciones que realizan. Estas ideas están presentes en la Familiaris Consortio, documento en el que San Juan Pablo II insiste, ya desde las primeras líneas, en la necesidad de ayudar a las familias que pasan por dificultades, reflexionando más ampliamente sobre esta problemática, e insistiendo en esa necesidad de acoger a los divorciados casados de nuevo, en el número 84 de la Exhortación Apostólica.
Al fin y al cabo, se trata de personas que quieren continuar viviendo su fe dentro de la Iglesia Católica, de la que siempre se sintieron parte, como constataron con su testimonio algunos de los presentes, que casados en segunda unión, se sienten acogidos dentro de la Pastoral Familiar.
Muchas veces los prejuicios están ahuyentando de la comunidad eclesial a quienes intentan rehacer su vida, respetando aquello que la Iglesia Católica pide hoy. No podemos olvidar que una Iglesia que condena es una Iglesia donde los valores supremos del Evangelio, que son el amor, la misericordia y la compasión, no están presentes. Es una Iglesia cada vez más distante, capataz de látigo en mano y no madre que abraza al hijo que vuelve a su encuentro.