La vida de Pedro está fundamentada "en el encuentro personal con Jesucristo a través de la oración"
(Luis M. Modino, corresponsal en Brasil).- Una forma de ser, de vivir, de relacionarse con los pequeños y pobres, con los descartados por una sociedad construida a partir del lucro. Podríamos decir que ese es el principal legado de Pedro Casaldáliga. Estar a su lado lleva a descubrir eso en pocos instantes. Pedro es alguien que sabe acoger desde el primer momento, que recibe a la gente diciendo «esta es nuestra casa, aquí cabemos todos».
Sobre la dimensión acogedora de Casaldáliga me habla Secundino Movilla, acogido en la Prelatura de São Félix desde que fue expulsado de la Congregación de los Claretianos y actualmente trabajando en la comunidad eclesial de base de Luciara. En su opinión, «Pedro representa una Iglesia que acoge, con un sentido de apertura universal, especialmente a aquellos que sintonizan con la Iglesia del Reino y que, en consecuencia, han tenido problemas con la Iglesia Jerárquica».
Relata esto a partir de una experiencia personal de acogida, no sólo con él como con sus compañeros expulsados de los claretianos y que quisieron continuar viviendo en comunidad a partir del espíritu claretiano.
Estar con Pedro es ver como recuerda con emoción momentos y personas que marcaron su vida, como Monseñor Romero, quien el mismo día en que fue martirizado le escribió una carta en respuesta al apoyo manifestado por él y otros obispos brasileños ante la situación de persecución en que vivía, o al padre João Bosco Burnier, jesuita asesinado en 1976, cuando en realidad era el propio Casaldáliga el albo de la bala asesina, y a quien recuerda una vez más al hablar de una manguera, que está en su casa, y que plantaron juntos.
Es la misma emoción que le embarga al hablar de la primera Asamblea del Pueblo de Dios, realizada de forma semiclandestina en Pontinópolis, en el año 1971, época en que la Dictadura Militar reprendía con mano de hierro cualquier tentativa de organización popular y que fue registrada en una foto presente en el lugar donde Pedro pasa buena parte del día recibiendo unos y otros, como aquel que llegó y le saluda diciendo: «Hola, obispo Pedro, compañero de lucha».
El padre José Saraiva, uno de los agustinos que conviven con Pedro Casaldáliga, resalta que su principal legado es su capacidad para «vincular la fe cristiana con la vida del pueblo, sobre todo de los pobres, que aquí en el Araguaia son los pueblos indígenas, los pequeños agricultores, los peones, las comadres, las familias más carentes de los asentamientos». Todo esto basado en «una espiritualidad de la liberación, comprometida, con los pies en el suelo».
Destaca así mismo, cómo la vida de Pedro está fundamentada «en el encuentro personal con Jesucristo a través de la oración». Cuenta cómo, cuando él vivió en la Parroquia de Vila Rica y recibía las visitas pastorales de Casaldáliga, éste dedicaba, en los albores del día, antes de la oración comunitaria, una hora a esa experiencia de encuentro personal con el Señor. Es donde, en su opinión, «continúa encontrando fortaleza, a pesar de la debilidad física de la enfermedad, que le da una fuerza espiritual que siempre va a permanecer entre nosotros». Acaba diciendo que «para mi es una gracia haberle conocido, convivido, trabajado y estar con él en este momento».
Pero no sólo es en la convivencia que uno descubre el legado de Pedro, también en los muchos testimonios recabados en conversaciones con quienes diariamente se hacen presentes en São Felix, todavía más en estos días en que la Prelatura celebra su Asamblea del Pueblo de Dios, en la que todavía se siente, en las intervenciones, celebraciones, cantos…, que la marca del profeta del Araguaia sigue presente.
En ese sentido, Monseñor Adriano Ciocca, obispo de São Félix reconoce que «la presencia de Pedro es fundamental para nuestra Iglesia». En opinión del misionero italiano él se hizo «presente en medio del pueblo, con una solidaridad que pasa por acciones concretas para defender la Iglesia de los pobres y de los indios», algo que «no puede perderse». También destaca en Casaldáliga «su capacidad para comunicarse a través de su ser poético y de la mística», lo que continúa influyendo «en la vida de cada uno de nosotros y en la «caminhada» de esta Iglesia».
El obispo de los indios, tuvo un papel decisivo en la formación del CIMI (Consejo Indigenista Misionero, por sus siglas en portugués), junto a su gran amigo, fallecido el año pasado, Monseñor Tomás Balduino. El testimonio del matrimonio formado por Eunice y Luis, agentes de pastoral en la Prelatura desde 1970, y que desde 1973 acompañan a los tapirapé, señala que «desde el principio Pedro asumió la causa indígena, pues percibió que entre los oprimidos de la región estaban los indígenas, los pequeños agricultores y los trabajadores de las haciendas, asumiendo decididamente la cuestión indígena, sobre todo lo referente a la educación y demarcación de las tierras».
A él se debe la continuidad de la vida de esos pueblos que dependen de sus territorios para poder vivir en paz. Sirve como ejemplo el hecho de que los tapirapé tienen hoy dos territorios demarcados y una escuela dirigida por ellos, trabajo que también se llevó a cabo entre los karajás y los xavantes, en los lugares donde fue posible establecer equipos del CIMI, delante de las prohibiciones sufridas en tiempo de la Dictadura.
En este campo de la pastoral indigenista, también resaltan que «Pedro incorporó en nuestra religiosidad y celebraciones la causa indígena». Esto es recogido en la «Misa de la Tierra Sin Males», donde «es colocada la cuestión indígena como un salmo de nuestra vida y de la vida de toda la Iglesia».
En este mismo sentido, la hermana Odile, hermanita de Jesús de Charles de Foucould, presente entre los tapirapé desde 1982, constata que Pedro supo comprender el modo de celebrar y relacionarse con el Desconocido de estos pueblos, permitiendo caminar mejor a una Iglesia que vivía el postconcilio muy insípidamente. Ella destaca en Casaldáliga su «capacidad de incluir, pues nunca dejó a nadie fuera de participar de ningún ritual», respetando las particularidades de los indígenas y sabiendo derribar barreras.
Juntamente con los indígenas, los pequeños agricultores siempre han sido una gran preocupación en la vida de Pedro. No olvidemos que él es uno de los fundadores de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT). En la Prelatura esto se concretizó en la ANSA (Asociación de Educación y Asistencia Social Nuestra Señora de la Asución, por sus siglas en portugués), creada en 1974 por un grupo de militantes para mejorar las condiciones de vida de las personas más excluidas (agricultores familiares e indígenas) y que a lo largo de estos más de 40 años ha luchado por educación, sanidad, agricultura alternativa y formación política.
En esta lucha tuvo un papel fundamental la hermana Irene Franceschini, fallecida en 2008, y conocida en la Prelatura como Tía Irene, así como el agustino español Félix Valenzuela Cervera, presente en estas tierras desde hace más de 30 años.
Hoy la ANSA camina gracias al trabajo de un grupo de 14 personas, mayoritariamente jóvenes, que continúan haciéndose presentes en la vida de los pequeños agricultores, principalmente en dos asentamientos, el Don Pedro y el Mãe María, donde ayudan en la preservación del medio ambiente, sobre todo de las nacientes, y en la comercialización de los productos recolectados. En opinión de Vania, la actual coordinadora de la ANSA «la persistencia nacida de Pedro es lo que ha ayudado a superar las continuas presiones de los políticos».
El reconocimiento de la importancia de Pedro en la lucha por la tierra y los derechos de los trabajadores rurales no sólo se da a nivel local, sino también a nivel nacional. En este sentido, el actual ministro de Desarrollo Agrario, Patrus Ananías, que reconoce haber aprendido a ser militante cristiano y social en la Pastoral de la Juventud, presente en estos días en la región, resalta que «el legado de Don Pedro Casaldáliga es un legado histórico, que está presente en varios frentes, como es la justicia social, el derecho a la vida…»
El ministro cita una conversación entre ellos en la que departían sobre «la necesidad de integrar cada vez más la cuestión rural y urbana, pues la tierra y el agua son las mismas, integrando reforma agraria y urbana en una perspectiva de la función social de la tierra y de la propiedad de las riquezas». Desde ellas debe ser articulada la reforma tributaria en la que «los ricos paguen más impuestos en la perspectiva del bien común».
Patrus Ananías se atreve a decir que «el legado de Don Pedro va a ser permanente en la historia de Brasil». Recuerda cómo influyó en él, siendo todavía joven, la lectura del documento «Una Iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y con la marginación social», publicado en la semiclandestinidad en 1971, el periodo más cruel de la Dictadura. Esto continuó con las posteriores lecturas de sus escritos y poemas, entre los que destaca «Yo Creo en la Justicia y en la Esperanza» y «Descalzo sobre la Tierra Roja», convertido posteriormente en un film biográfico.
Por eso, reconoce que «São Félix do Araguaia se va convirtiendo, cada vez más, en una referencia para Brasil, porque aquí ha vivido, vive y da testimonio aquel que considero, en el mejor sentido de la palabra, sin ningún pietismo y sin concesiones a ningún tipo de fe infantilizada, un santo y un profeta, que asumió por completo los destinos del pueblo brasileño, en una lucha para construir un Brasil más justo y soberano, que atienda las necesidades fundamentales de nuestro pueblo».
Al preguntarle si es posible el sueño de Don Pedro, de una Tierra Sin Males, responde abiertamente que sí, pues «es una utopía que todos llevamos con nosotros a partir de una fe en Jesús y en el Evangelio». Al mismo tiempo reconoce que es una conquista a largo plazo, pero que «nos inspira y da fuerza para enfrentar los desafíos de cada momento». Entre los desafíos para llegar a esta Tierra Sin Males, resalta la importancia del agua y de la alimentación saludable, como desafíos urgentes y concretos. Para superarlos «desde la perspectiva de la vida, la utopía es fundamental».
Todo un legado que no puede ser perdido y que no se va perder, pues cada vez son más los interesados en la obra de Casaldáliga. Edson Flavio, doctorando en estudios literarios sobre la obra poética de Don Pedro Casaldáliga, en la Universidad del Estado de Mato Grosso (UNEMAT), destaca que «Pedro tiene una actuación, que es política y profética, pero que por encima de todo es poética». Su obra «trae de cierta forma esa experiencia de misión y de lucha para dentro de sus textos literarios».
El doctorando resalta que no consigue «desvincular hoy el hombre Pedro del poeta Pedro, pues son muy fuertes en su obra esos elementos de lucha y las causas por las que él lucha, el negro, el indio, el pequeño propietario». Su poesía «es un instrumento de lucha, que puede ser utilizada para llevar a otras personas a juntarse a esa lucha, a esa utopía, a esa esperanza, a esa causa mayor que él asume» pues cuando Pedro dice que «mis causas valen más que mi vida», muestra que «su poesía carga esa fuerza de vida y de humanidad».
Para conservar este legado fue creado el Archivo de la Prelatura de São Felix do Araguaia, del que su responsable, Zilda Martins, resalta su importancia por «el hecho de recoger no sólo aquello que está relacionado con la religión sino con otros temas, dando la posibilidad de investigar, no sólo a las personas de la región, como muchos otros de fuera y amigos de Pedro». En este archivo están recogidos todos sus pronunciamientos, cartas, millares de fotografías, trabajos de investigación sobre su vida y obra, lo que sin duda va a preservar su historia y la de su pueblo.
Ha sido el Archivo de la Prelatura quien ha organizado una exposición que lleva por título «Tierra de Esperanza» y que recoge la vida de esta Iglesia que camina en medio de los descartados. Me quedo con las palabras de Leonardo Boff, uno de los muchos amigos de Casaldáliga, y que aparecen reflejadas en el panel de entrada: «Pertenecemos a la tierra: somos tierra.
Venimos de la tierra y volveremos a la tierra. Tenemos la tierra dentro de nosotros. Somos la propia tierra». Pedro se ha hecho tierra del Araguaia, una tierra donde plantó su vida como semilla que nunca dejará de dar frutos.