A nosotras nos ha tocado caminar con este pueblo, con estas chicas, acompañarlas. Ser las transmisoras del mensaje de Dios a las mujeres en situación de prostitución
(Alejandro Palacios/Hermanas Oblatas).- «Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más». Son palabras del Papa Francisco en su reciente visita a México, dichas frente a miles de empresarios y obreros de la frontera. Lo hacía en Ciudad Juárez, Chihuahua, uno de los grandes epicentros de violencia y discriminación del mundo.
Es precisamente aquí, en Ciudad Juárez, donde desarrolla su labor Nixa Nieto, venezolana de 47 años, de los cuales cumple 27 como Hermana Oblata del Santísimo Redentor. Cada semana, tanto de día como de noche, Nixa, junto dos hermanas de su comunidad y un grupo de 16 voluntarios y voluntarias, sale a la calle para ofrecer una salida a todas las mujeres que ejercen la prostitución en esta ciudad mexicana.
No es la primera vez que lo hace. Antes de llegar a México, Nixa ya había recorrido las calles de diferentes localidades de Venezuela y Colombia para encontrarse con las mujeres de la prostitución y ofrecerles un nuevo horizonte.
Durante su estancia por unos días en España, con motivo de la ordenación de su hermano como sacerdote en Huesca, nos da la oportunidad de conocer cómo es la vida de alguien que, como dijo Francisco, «hace todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más«.
¿Desde cuándo lleva la congregación de Oblatas del Santísimo Redentor con su proyecto en Ciudad Juárez?
La congregación comenzó en Ciudad Juárez el proyecto «Liberación de la mujer en situación de prostitución» en 2008. Pero ese mismo año la situación se volvió crítica y tuvimos que marcharnos. En el año 2010 regresamos formando la comunidad actual.
Trabajáis con las mujeres en situación de prostitución y con sus hijos, ¿cómo es el trabajo con los niños en un ambiente de violencia?
Ayudamos a unos 35 niños, hijos de mujeres en situación de prostitución, con diferentes programas de alfabetización y tareas educativas. Además, fomentamos actividades deportivas, les damos apoyo psicológico, y también les educamos en valores y en la Fe.
Son niños y niñas que han vivido situaciones muy complicadas, en muchos casos han sido víctima de violaciones por parte de sus padrastros o de «clientes» de sus madres. Hay incluso casos de niños violados por miembros de su propia familia. Les intentamos educar para que en el futuro logren conseguir un trabajo digno, en otro ambiente diferente del que han vivido.
En cuanto a las mujeres, ¿cómo es el proceso de adentrarse en este mundo y encontrarse con ellas?
En primer lugar, las hermanas junto a los voluntarios y voluntarias, recorremos las calles del centro de Juárez para entrar en contacto con las chicas. Les hablamos y les invitamos a que vengan un día a casa a conocer el proyecto. La decisión de venir nace de ellas.
Una vez en la casa, les explicamos nuestro proyecto. Desde planes de alfabetización, pues muchas no saben leer ni escribir, hasta la posibilidad de formarse en artes y oficios para conseguir un empleo que les dé una alternativa a la prostitución. Algunas hasta han conseguido estudiar una carrera universitaria.
La mayor alegría es escucharlas decir cuando salen del proyecto: «Sí, hermana, puedo hacer otra cosa». Y eso que muchas acaban trabajando en las «maquilas» (fábricas norteamericanas de manufacturas) donde trabajan todo el día para cobrar una miseria, pero comprenden que es mejor ese modo de vida.
Para que nos hagamos una idea de cómo son estas mujeres, ¿cuál es su perfil social?
Actualmente trabajamos con 30 chicas de diversas edades.
Mujeres que ejercen la prostitución porque no les queda otra opción; otras que lo hacen porque su abuela y su madre antes lo hacían, y no conocen otra realidad; algunas obligadas por su propia pareja… Hay de todo.
¿Cuáles son las principales dificultades que encontráis a la hora de trabajar con ellas?
Pues tenemos desde los dueños de algunos hoteles que nos impiden acercarnos a ellas, pues les quitamos negocio, hasta la falta de constancia en continuar con el proyecto de algunas chicas. La falta de motivación en las chicas es lo más duro, muchas creen que no sirven para otra cosa e incluso hay algún caso en el que es la propia pareja la que le dice que no sirve para nada. La falta de autoestima y motivación que tienen es una de las grandes barreras que deben superar.
En este ambiente, ¿cómo vives tu vocación como Hermana Oblata?
Recuerdo que cuando profesé mis primeros votos y salí al campo de trabajo en Venezuela fue como un segundo bautizo. Tomando conciencia del trabajo de la congregación y viendo en esta realidad a Dios, sacas la fuerza para el trabajo pues sabes que todo lo que hagas va a Dios.
¿Es posible ver a Dios en un ambiente tan extremo?
¡Claro! Dios está en el que sufre. Ellas tienen a su lado un Dios liberador, que las acompaña en su vida y les quiere ofrecer una salida. Estamos ante un Dios que escucha a las chicas, las invita a una vida mejor, no les deja solas…
¿Y ellas ven así a Dios?
Sí. Para las chicas, al hablar, lo primero es Dios, ellas siempre repiten «Dios es el que no me falla». Y la mayoría se encomienda a Dios antes de salir a la calle.
Para que te hagas una idea, había una chica en nuestro proyecto que tenía 7 hijos. El día que sus hijos quisieron bautizarse fue el día más feliz para ella pues, en palabras suyas, «había conseguido acercar a sus hijos a Dios».
¿Cómo ves el futuro de la prostitución en Ciudad Juárez?
Difícil. Cada año hay más mujeres que ejercen la prostitución y cada vez son más jóvenes. Algunas chicas menores de edad se pintan para parecer mayores. La raíz está en la pobreza, esa es la razón principal. Y por supuesto el consumo de droga, pues prostitución y droga van en muchos casos de la mano.
Para finalizar, ¿de dónde sacas la fuerza para continuar en este entorno tan complicado y difícil?
En los momentos difíciles me gusta recordar el pasaje de la Biblia en el que Moisés es llamado por Dios a liberar a su pueblo. Porque a nosotras nos ha tocado caminar con este pueblo, con estas chicas, acompañarlas. Ser las transmisoras del mensaje de Dios a las mujeres en situación de prostitución y guiarlas a la Tierra Prometida de su propia liberación.