Las diferencias de opinión entre ambos ya aparte, lo cierto es que Trump necesita a alguien como Pence, para recabar apoyos de entre el público religioso de los EEUU
(Cameron Doody).- Se sabe ya -desde el 15 de julio, cuando se confirmó en un tuit- que Mike Pence, hasta ahora gobernador de Indiana, será el candidato republicano a la vicepresidencia de los Estados Unidos, en la campaña liderada por Donald Trump. Lo que no se sabía es que el gobernador se le ha opuesto en múltiples ocasiones en el pasado, y más notablemente respecto al controvertido plan de Trump de vetar la entrada de musulmanes en territorio estadounidense.
En diciembre del año pasado, tras un ataque terrorista en San Bernadino, California, que acabó con la vida de 14 personas, Trump llamó a «la suspensión total y completa de la entrada de musulmanes en los Estados Unidos hasta que nuestros representantes puedan enterarse de lo que ocurre». Mike Pence -quien, además, había apoyado al rival de Trump, Ted Cruz, en las primarias del partido republicano- le contestó a Trump el día siguiente, tuiteando que «todo intento de prohibir la entrada de musulmanes en los EEUU es ofensivo y no constitucional«.
Ya parece que, si de la entrevista que ambos representantes del partido republicano mantuvieron con una cadena de televisión este pasado domingo se puede fiar, estas opiniones del candidato a la vicepresidencia ya ha influido en Trump: el magnate ya aboga por suavizar la retórica antimusulmana, y recomienda la prohibición solo de gente de «ciertos territorios» que «promueven» el terrorismo, en vez de miembros de una religión entera.
Pero el lugar de inmigrantes musulmanes en el país no es el único asunto en que Trump y Pence sostienen opiniones opuestas, tal y como demuestra incluso una mirada casual a la «tuiteroteca» del ex-gobernador de Indiana. En septiembre de 2014 Pence expresó su apoyo total al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TPP, por sus siglas en inglés): un tratado de libre comercio entre los países de la Cuenca del Pacífico al que Trump se ha opuesto, por supuestamente hacer perder empleo y soberanía a los EEUU ypor traicionar a los intereses nacionales.
También hay un desacuerdo entre Trump y Pence respecto a las relaciones entre los EEUU y China, ya que en 2015 Pence lideró una delegación empresarial del estado de Indiana al país asiático, mientras que Trump sigue empeñado en defender que el crecimiento económico y influencia de China -ambos cada vez más en aumento- viene a costa de los EEUU, en lo que él ve «el robo más grande de toda la historia del mundo».
Lo cierto es que Trump necesita a alguien como Pence, para recabar apoyos de entre el público religioso de los EEUU. Llama la atención de que Pence se haya definido, desde el principio de su carrera política, como «católico evangélico»: una descripción que, tras casi más de 20 años de vida política, ha venido a ser lo mismo que cristiano «guerrero de la cultura».
Esta etiqueta –culture warrior– se les aplica, en los EEUU, a las personas que reducen la vida cristiana a una serie de cuestiones altamente controvertidas -tales como el aborto, el matrimonio homosexual o la investigación sobre las células madre– que tienden solo a polarizar la población.
Y con Pence -aunque ha votado como conservador en casi todos estos temas candentes- merece la pena recordar que la retórica no siempre ha pasado a la realidad, como cuando se enfrentó, en diciembre del 2015, con el arzobispo católico de Indianápolis, Joseph W. Tobin, sobre la acogida de una familia de refugiados en la archidiócesis, gesto que Pence consideró imprudente y peligroso. Parece que otra vez más -como ocurre muy a menudo con Trump- estamos, con la selección de Pence como posible vicepresidente, ante una operación de imagen, en vez de iniciativa de verdadera sustancia.