Muchas de las cosas que dice el Papa Francisco nos está diciendo en la Evangelii Gaudium ya se están viviendo en la pequeña comunidad
(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Monseñor Sergio Gualberti tiene a sus espaldas una amplia experiencia como misionero, llegó a Bolivia desde su Italia natal en 1979, a una parroquia de la periferia de La Paz, organizada en comunidades eclesiales de base, donde había otro sacerdote misionero fidei donum de su diócesis de origen, Juan Carlos Pezotto, un hombre a quien define como muy comprometido con los pobres, quien fundó la parroquia como comunidades en una zona muy pobre de la ladera de La Paz y donde él entró en ese proceso que se había encontrado.
Posteriormente fue nombrado obispo auxiliar de Santa Cruz de la Sierra en 1999, después de veinte años como misionero. Antes, en 1987, la Conferencia Episcopal Boliviana le había nombrado encargado de Laicos y de acompañar a las Comunidades Eclesiales de Base a nivel nacional, como responsable del Servicio de Animación de las CEBs. Desde hace tres años es Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, sucediendo en el cargo al Cardenal Julio Terrazas.
En el CELAM, Monsenhor Gualberti es miembro del Departamento de Comunión Eclesial y Diálogo, donde se incluyen las Parroquias y las Comunidades Eclesiales de Base. Esta es una misión que ya asumió en la época en que tuvo lugar la Conferencia de Aparecida, momento en que, en su opinión, las CEBs recobraron cierto reconocimiento en la Iglesia Latinoamericana.
En esta entrevista, el arzobispo de Santa Cruz de la Sierra, hace un análisis de lo que las CEBs representan en la vida eclesial y social latinoamericana y como éstas ya están viviendo desde hace varias décadas muchos de los elementos que hoy están presentes en la propuesta del Papa Francisco.
¿Cómo definiría hoy a las CEBs en América Latina?
Es momento de estar repensando un poco su presencia en el mundo actual y en la realidad tanto a nivel social y político, que ha cambiado, como a nivel eclesial. Claramente no es ya el boom de los años setenta y ochenta, e incluso en los años noventa, donde había mucha presencia.
Creo que sobre todo el cambio político ha influido mucho en esto, las comunidades han subrayado un poco más el compromiso eclesial frente al compromiso social anterior, que era un compromiso contra un enemigo bien claro, que eran las dictaduras. Eso ayudaba a que la gente se motivara desde su fe, partiendo de una reflexión bíblica desde el Éxodo, que era el texto que más se trabajaba en esos momentos, el tema de la liberación, desde la Teología de la Liberación.
Actualmente creo que se están buscando nuevos caminos, ver un poco desde el testimonio de nuestra fe, pero en la presencia en un mundo que representa un desafío grande para toda la Iglesia y por tanto para la pequeña Iglesia de la base.
¿Cuál podría ser el papel concreto de las CEBs en la Iglesia y en la sociedad actual?
Partiendo de lo que nos dice el Papa Francisco, creo que el desafío, a partir de la experiencia concreta de las comunidades eclesiales de base, sigue siendo descubrir que la Iglesia en salida no hay que inventársela, pues la tenemos ya dentro de las comunidades. Por lo tanto, que se viva esa experiencia, porque es la Iglesia donde la gente está, donde la gente vive, en su calle, en su barrio, como primera referencia eclesial.
Es ahí donde las CEBs pueden tener una tarea profética hoy. En un mundo individualista dar un testimonio de comunión. En un mundo que no respeta la naturaleza, que no respeta a la persona humana, las CEBs tienen mucho que dar, partiendo de una reflexión amplia, sin perder de vista los grandes cambios en el mundo, en la sociedad, pero actuar en lo pequeño, en lo concreto, ser fermento ahí donde están. Creo que esto es para mí el punto principal. Teniendo presente ese marco global, pero iniciar acciones muy concretas, muy precisas, porque sólo ahí se puede cambiar.
Esto es lo que señalaba el Cardenal Marc Oullet en un discurso al CELAM, donde hablaba de las CEBs como elemento de capilarización dentro de la sociedad.
Creo que hemos cometido un error en los años ochenta, noventa. Hemos soñado con el gran cambio de estructuras, pero la comunidad no tiene los medios, es algo que no está a nuestro alcance. El cambio tiene que darse desde lo pequeño y desde la conciencia, fomentar una concientización en la gente, crear y dar testimonio de eso, lo que tiene más fuerza que pensar, porque pensábamos en lo grande, queríamos actuar en lo grande y creo que ahí fallamos. Tenemos que pensar en lo grande, para tener la visión de lo que pasa, pero tenemos que vivir y testimoniar ahí donde estamos.
¿Hasta que punto las CEBs pueden hacer posible la Iglesia en salida, la Iglesia presente en las periferias?
De hecho están, pero tienen que volver a renovar el compromiso misionero, asumirlo. Siempre ha estado presente, pero de una manera mucho más convencida, mucho más decidida. Allí en el lugar donde están, en los temas concretos que puede haber, y hay muchos. El tema de los derechos humanos, la dignidad de las personas, la lucha contra la marginación de tantas personas, la dignidad de la mujer. Todos estos son temas que las CEBs los pueden vivir y deben dar un testimonio, pues no sólo, y lo sabemos bien, es el tema geográfico, son las periferias existenciales y ahí tenemos que estar presentes.
El pasado mes de junio tuvo lugar en Santa Cruz de la Sierra un encuentro entre los obispos responsables de acompañar a las CEBs y la Articulación Continental. En el mensaje final aparecen una serie de perspectivas y entre ellas una que reclama que el clero, ya desde la formación, conozca lo que son las CEBs. ¿Cómo es posible que el clero se encante con esa forma de ser Iglesia?
Donde hay CEBs la mejor manera es que en el periodo de formación, en el Seminario, aparte de poder dar algo teórico, que los seminaristas puedan hacer experiencias en las CEBs, que ellos participen, pues es así como seminaristas van tomando un poco de conocimiento y pueden entusiasmarse y descubrir lo hermoso que es eso.
Deberíamos buscar hacernos fuertes con los documentos que tenemos de la Iglesia, pues hay resistencias a veces de parte de sacerdotes y de algunos pastores, que como que le tienen miedo a las CEBs por la experiencia del pasado. Sobre todo en el tema del compromiso político, que es de diálogo con los partidos, pero no ser un partido. En algunos casos ha habido errores, como toda una comunidad que se se metió en un partido, y desde ahí hay una resistencia de parte de los pastores.
Ha habido CEBs que se han puesto en choque con su propio pastor, en vez de buscar el diálogo. Aún manteniendo eventualmente una visión un poco distinta, con diálogo se puede. Si pedimos el diálogo en el mundo y no lo podemos vivir entre nosotros en la Iglesia y caminar juntos… Utilizando los propios documentos de la Iglesia, y hay muchos que nos apoyan y nos hacen fuertes, buscar concienciar, porque para algunos vale mucho todavía la palabra.
Después el testimonio, pues los sacerdotes que están en comunidades tienen que estar en diálogo con los co-hermanos y los mismos laicos. Lo ideal sería que en el Seminario haya un momento de formación, porque eso también es importante, pero ademas de la formación teórica también la experiencia en las comunidades.
En el Documento de Aparecida se exponen por primera vez una serie de ideas que después se han universalizado con el Papa Francisco y lo que él nos dice en la Evangelii Gaudium, que vendría a ser un Documento de Aparecida para toda la Iglesia, para el mundo. ¿Aparecida y sus ideas han calado realmente en la Iglesia latinoamericana?
Como toda idea necesita tiempo. Está entrando bastante en el lenguaje, como experimento con mis hermanos en la Conferencia Episcopal, pero para que desde el lenguaje entre en la vida hace falta un proceso, un camino, pero yo creo que sí está entrando. Así como el Concilio hasta ahora han pasado cincuenta años y todavía no ha entrado del todo, necesitaremos todavía más, pero sí que es posible.
En las CEBs siempre se insiste en el protagonismo laical, en la ministerialidad de la Iglesia, que son ideas que ahora han tomado más auge con el Papa Francisco. ¿Hay miedo en el clero, en el episcopado latinoamericano, a dar mayor protagonismo a los laicos?
No creo, al menos a nivel de diálogo. Veo que sobre la ministerialidad todavía no se ha aclarado bien el tema. Queda pendiente lo que aparecía en la Christi Fideles Laici, donde en la misma carta el Papa decía que se crease una comisión para profundizar y hasta hoy no ha salido nada de eso.
Creo que eso crea una cierta inseguridad. Tener un poco más de claridad en el tema ministerios nos ayudaría, una reflexión más global, que creo que no la hemos tenido todavía en la Iglesia. En mi experiencia, en parroquias donde hay muchas capillas, llego a la capilla y veo que los laicos lo organizan todo. El sacerdote va una vez a la semana y cuando me ha tocado ir, percibo su organización a nivel de liturgia, de catequesis, tienen su pequeño grupo de caridad también… Hay bastante presencia, lo que me alegra, cuando pienso en los primeros años y veo ahora los pasos que se han dado.
Alguna cosa más que le gustaría decir.
Animar a nuestra gente a que no tenga miedo de meterse, que se acerquen a las CEBs, porque muchas de las cosas que dice el Papa Francisco nos está diciendo en la Evangelii Gaudium ya se están viviendo en la pequeña comunidad. Por lo tanto, podemos tener un modelo. Esa ha sido una frase que me ha dolido un poco que saliese del Documento de Aparecida, que las CEBs podían ayudar mucho en el compromiso de la Misión Continental como un ejemplo de cómo se podría ser misioneros en la Iglesia, y esa frase, que estaba en el borrador, la quitaron.