Mi propuesta ante la crisis es instruirnos para ejercitar la objeción de conciencia en materia fiscal y pagar sólo el costo real de la gasolina que es carísima por las imposiciones tributarias
(Guillermo Gazanini).- El gasolinazo de diciembre repite el ciclo de inestabilidad económica, como aquellas devaluaciones y crisis ochenteras o rememorando aquel error de diciembre, pegando a los mexicanos de a pie quienes más soportan la estructura del aparato que lesiona y oprime, exprimiéndonos a más no poder para tributar y tributar alimentando a esa especie de monstruo insaciable, el Leviatán.
El amargo trago es un aumento del 20% al precio de las gasolinas, una medicina que recuerda las oportunidades perdidas, el saqueo de los recursos de la bonanza y la irresponsabilidad que tiene nombres y apellidos.
A todos nos compete una opinión y la actuación responsable, pero esa palabra -responsabilidad- parece la menos importante ante el no veo, no oigo y no escucho de la autoridad y el reprobable vandalismo con claros objetivos desestabilizadores y la debilidad del Estado cuando un toral proceso electoral está en ciernes. Mientras la cabeza sin liderazgo abona más al enardecimiento popular diciendo que «sí entiendo el enojo, pero me lo van a agradecer después», las redes sociales son, y sin animo irónico, gasolina barata que alimenta la pira. Todos son sofocahumos, pero nadie apaga fuegos.
Independientemente de las consecuencias políticas, el errático mensaje del gobierno enreda más y más la madeja perdiendo el hilo del nudo; se han dado cientos de opiniones, decenas de posibles soluciones, pero no deja de llamar la atención la discreta reacción de la Iglesia de lo cual me referiré en algunos puntos tratando de abonar, desde una perspectiva cristiana, sobre las vías de solución al conflicto antes de que la cosa vaya más allá y sea demasiado tarde.
Paulo VI insistía en un dinamismo inherente de la Iglesia en materia social, no debería petrificarse ni ser testigo paralizado por el asombro, pasmado sin respuestas por la cascada de desafíos actuales. En la carta Octagesima Adveniens animaba a dar respuestas maduras profundamente reflexionadas «al contacto con las situaciones cambiantes del mundo«.
Desde la gestación del nuevo modelo energético y las reformas estructurales, la jerarquía eclesiástica mexicana pareció dar respuestas ante lo que se nos venía. Algunas voces advertían de potenciales conflictos como lo afirmó el arzobispo de Acapulco quien afirmó el peligro del despojo de tierras a ejidos y comunidades (4 de agosto de 2014); opiniones en el semanario Desde la fe de la Arquidiócesis de México exigieron trabajo serio y honesto de legisladores ante la reforma energética (6 de julio de 2014).
El Episcopado mexicano lanzó un pronunciamiento que fue aplaudido y bien recibido, «Por Mexico, Actuemos!» (30 de abril de 2014), que pasó revista a las reformas estructurales cuestionando cada una de ellas. Sobre la energética puntualizó: «¿Qué garantizará que la Reforma Energética haga que los recursos del País se inviertan para superar los graves atrasos de gran parte de la sociedad mexicana, y que las inversiones públicas o privadas, nacionales o extranjeras sean promotoras de progreso social, humano y comunitario, y cuidadosas del medio ambiente, por encima de intereses particulares? ¡Si la persona humana no está por encima del dinero, el dinero le pondrá precio a cada persona!«; sin embargo, la respuesta madura de la Iglesia requiere ir más allá para «asegurar una doble función». El Papa Montini decía que la Iglesia «ha querido iluminar los espíritus para ayudarlos a descubrir la verdad y distinguir el camino a seguir… entrar en la acción y difundir, con un deseo real de servicio y de eficacia, las energías del evangelio».
El lector podría preguntarse cómo entrar en la realidad del Evangelio frente a la desestabilización que ahora afrontamos ante la medida impopular. El cardenal Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, reconoció el malestar y enojo por la medida y exhortó a los responsables a una explicación justa para saber por qué ocurren estas cosas. No obstante, la respuesta es insuficiente, tímida o precavida siendo evasiva de los fines propuestos por Paulo VI: Iluminar los espíritus.
La resistencia ante el gasolinazo proviene de grupos políticos, no de ciudadanos simples quienes deben trabajar diariamente para conseguir el pan y llevarlo a la mesa. Esos espíritus sufren y desean una respuesta, la acción efectiva porque no bastan buenos deseos de inicio de año en varios idiomas para decir que Dios está con nosotros; afirmar intenciones, subrayar injusticias y proferir denuncias requieren del signo de sabiduría para la toma de conciencia colectiva.
Hace unos meses, frentes y organizaciones lograron movilizar a millones en el país ante el enojo que provocó una iniciativa injusta. El resultado fue evidente y los partidos políticos echaron atrás la pretensión de reformas constitucionales. Sin embargo, el pluralismo de acciones dicho por Paulo VI palidece en nuestra realidad por la falta de creatividad y liderazgo efectivo de obispos y laicos ante el gasolinazo.
En marzo de 1938, el modus vivendi de la Iglesia venía en franca pacificación durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Aun cuando los roces se dieron en el tema de la educación socialista, la jerarquía eclesiástica vio con buenos ojos la nacionalización de la industria del petróleo. Las indemnizaciones millonarias deberían pagarse y había el temor de que la escasez de gasolina afectara los sectores productivos del país. Es poca conocida la respuesta de la Iglesia al respecto. Monseñor Luis María Martínez (1881-1956), Arzobispo de México de 1937 a 1956, michoacano como Cárdenas, consideró la cuestión petrolera como de gran importancia y, a través de un informe presentado al Estado Vaticano, (25 de marzo de 1938), comparaba a Cárdenas como David que luchaba contra el Goliat de las industrias petroleras.
José Garibi Rivera (1889-1972), Arzobispo de Guadalajara de 1936 a 1969, ordenó la publicación de una circular entre su clero y que fue reproducido en el diario Excélsior del 4 de abril de 1938. Ahí exhortó a la «cooperación de todos» como «católicos que profesamos como una de las enseñanzas el amor a la patria, hemos de procurar dar ejemplo en este sentido», así solicitó la compra de bonos del gobierno, «contribuyendo de alguna otra forma» y ordenando una colecta especial el 10 de abril de 1938 en las Iglesias del arzobispado de Guadalajara cuyo producto sería una «contribución de los católicos» al pago de la indemnización por la nacionalización de la industria petrolera.
Estos hechos demuestran el singular liderazgo de la Iglesia en otros tiempos similares de crisis apelando a la solidaridad de los católicos. No obstante, este gasolinazo representa un signo de los tiempos para evolucionar nuestra respuesta a las verdaderas necesidades actuales para no encasillarnos en temas morales concernientes a la vida y matrimonio exclusivamente.
En esto se requiere una posición clara y definitiva del episcopado mexicano que no se soporta por tibias y diplomáticas preguntas ante las lesiones evidentes que nos ponen en riesgo. La riqueza de la doctrina de la Iglesia pone alternativas que pueden conmover una reforma que parece injusta para dotarla, como dice el manifiesto de los obispos «Por México, actuemos!, de signos positivos y propositivos.
Mi propuesta ante la crisis es instruirnos para ejercitar la objeción de conciencia en materia fiscal y pagar sólo el costo real de la gasolina que es carísima por las imposiciones tributarias; promover amparos colectivos que generen criterios jurisprudenciales sobre la constitucionalidad y respeto de los derechos humanos por el gasolinazo el cual lastima la posibilidad de vida decorosa y justa para millones; promover la consulta popular en 2018 sobre los beneficios de la reforma energética; formular la iniciativa ciudadana de reformas secundarias relativas al sector energético teniendo como centro la dignidad de las personas y su desarrollo integral; influir sobre diputados y senadores a través de grupos bien organizados y estructurados que hagan cabildeo efectivo y eficaz en las Cámaras, integrar redes solidarias en las parroquias para instruir, informar y formar a los fieles en el respeto y defensa de sus derechos fundamentales y animar a empresarios católicos a entrar a la competencia comercial de los combustibles para ser actores en este proceso de apertura del mercado energético bajo criterios evangélicos contribuyendo a la integración de modelos justos de desarrollo.
Por último es urgente el efectivo liderazgo de los obispos, como lo tuvieron Luis María Martínez y José Garibi Rivera, para empuñar el báculo de la fe y esperanza porque «hoy más que nunca, la Palabra de Dios no podrá ser proclamada ni escuchada si no va acompañada de la potencia del Espíritu Santo operante en la acción de los cristianos al servicio de sus hermanos, en los puntos donde se juegan su existencia y su porvenir». (Beato Paulo VI. Carta apostólica Octogesima Adveniens, No. 51. 14 de mayo de 1971) Y eso es precisamente lo que está en juego para México.
Para leer todos los artículos del autor, pincha aquí: