Francisco es visto por quienes muchos consideran como una de las grandes voces de la Teología de la Liberación como alguien que viene de ese mundo, de una Iglesia que piensa en la justicia social, que hizo opción personal de vivir pobremente
(L. M. Modino, corresponsal RD en Brasil).- Existen figuras que están unidas indisolublemente a determinados lugares. El Padre Cícero Romão Batista y Juazeiro do Norte son un ejemplo de esta afirmación, hasta el punto de poder decir que no se entiende el uno sin el otro, pues la historia del personaje y de la ciudad son marcadas recíprocamente.
De 20 a 24 de marzo, día en que se ha celebrado el 173 aniversario del nacimiento del «Santo del Nordeste» brasileño, ha tenido lugar, en el Memorial Padre Cícero, el V Simposio Internacional sobre el Padre Cícero, organizado por la Universidad Regional del Carirí (URCA) y el Ayuntamiento de Juazeiro do Norte, evento que ha coincidido con la 35ª Semana Padre Cícero.
Reconocidos ponentes, llegados de Brasil y del exterior, entre los que cabe destacar la figura de Leonardo Boff, han departido con los más de 650 participantes, ayudando a profundizar en la vida y obra del sacerdote. El tema escogido ha sido: «Reconciliación, ¿y ahora?», idea que surge tras el proceso llevado a cabo por la Iglesia Católica y que tuvo como consecuencia la reconciliación de la Iglesia con el Padre Cícero, a través del Papa Francisco, cumpliéndose así las palabras que el propio sacerdote decía a quienes se preocupaban con su situación canónica: «No se preocupen, hijos míos, cuando llegue la hora, la propia Iglesia Católica me defenderá«.
Leonardo Boff, en la conferencia de clausura, muy esperada por los participantes del Simposio, ha abordado la figura del Padre Cícero desde el Pontificado del Papa Francisco, estableciendo así puentes de unión entre dos personajes de gran importancia para la historia de la Iglesia.
El teólogo brasileño ha afirmado que es importante que la Iglesia reconozca la santidad de alguien que para el pueblo ya es santo, como testificaba una vez más en el Simposio dona Rosinha do Horto, una de las pocas personas todavía vivas que convivieron con el Padre Cícero, para quien él nació, vivió, murió y continúa santo. Boff resaltaba que va a llegar el día en que el Padre Cícero será beatificado y canonizado, situación por la que también debería pasar María de Araujo, reconociendo así el papel y valor de las mujeres, en cuya boca tuvo lugar el milagro de que la hostia se convirtiese en sangre, y que en consecuencia de eso fue recluida hasta su muerte.
El Papa Francisco es visto por quienes muchos consideran como una de las grandes voces de la Teología de la Liberación como alguien que viene de ese mundo, de una Iglesia que piensa en la justicia social, que hizo opción personal de vivir pobremente, de estar cerca de los pobres, visitando una vez por semana las villas miseria de la capital bonaerense, siempre en transporte público, sólo, entrando en las casas, tomando un café con la gente.
Boff califica al Obispo de Roma como una de las grandes bendiciones que Dios ha dado a los cristianos y a la humanidad, que ha hecho que muchos se sientan orgullosos de ser católicos. Él es actualmente el único líder mundial a quien todos escuchan, alguien que promueve la reconciliación y el diálogo entre países y religiones, en una clara opción por la vida, alguien que dice la vedad con ternura y determinación.
En este sentido, define a Francisco como aquel que trajo una primavera para la Iglesia después de un largo invierno, una Iglesia de abertura, de diálogo con la cultura y con el mundo, con los movimientos sociales, para así escuchar de su propia boca los padecimientos del pueblo sufre, los gritos de las víctimas.
Francisco establece una Iglesia de puertas y ventanas abiertas, no cerrada en un castillo cercado de enemigos por todos los lados. Él es alguien que se despoja de los símbolos del poder, que va a crear una genealogía de Papas venidos del tercer y cuarto mundo, iniciando una nueva forma de ejercer el Papado como servicio colegial, dirigiendo la Iglesia, no desde el Derecho Canónico, y sí desde la caridad, sin condenar a nadie y reconciliándose con quien en otros tiempos fueron condenados, como son los teólogos de la liberación.
Cuando el Papa Francisco, en opinión de Leonardo Boff, habla a los cardenales, obispos, sacerdotes o seminaristas, les muestra muchas de las cosas que fueron vividas por el Padre Cícero, alguien que fue un consejero, que camino con el pueblo, que bendijo, que estuvo en medio de la gente, con olor a oveja, ejemplo de una Iglesia en salida, en dirección al pueblo, a los pobres. Entre los reconocimientos que el Papa ha hecho del Padre Cícero están sus diez mandamientos ecológicos, cuyo espíritu está presente en la Encíclica Laudato Si.
El Padre Cícero entendió su ministerio no como burocracia sino como servicio a los otros, desde la simplicidad, llevando a cabo una convivencia directa con la gente, a la que tenía como centro de su vida, hablaba con todo aquel que se encontraba, visitaba todas las casas, abrazaba a los niños, daba orientaciones y buenos consejos a todos los que cada tarde se reunían en frente de su casa, sobre todo la gente más humilde, los más pobres, siendo siempre un ejemplo de paciencia, consuelo, atención, cariño y disponibilidad, con un corazón compasivo y misericordioso, que se conmovía ante la necesidad de la gente, sin nunca cobrar nada por su trabajo pastoral. Fue alguien que obedeció lo que Roma determinó sobre su vida y que nunca hizo ninguna crítica a la Iglesia.
La importancia del Padre Cícero va más allá del ámbito eclesial, su figura es destacada por representantes de la sociedad civil. En palabras del alcalde de la ciudad, José Arnon Bezerra, él «sólo ganó la importancia que hoy tiene para millares de personas, por causa de los cambios que promovió en la sociedad. Por eso su palabra todavía es oída y repasada hasta hoy en día», aspecto que también era resaltado por el Rector de la Universidad que ha organizado el Simposio, Patricio Pereira Melo, quien no duda en afirmar que la «historia del Padre Cícero se entrelaza con la de la región del Carirí», pues, en su opinión, «la historia del Padre Cícero es un entrelazamiento de política y misticismo».
Uno de los principales impulsores de la reconciliación entre la Iglesia Católica y el Padre Cícero ha sido el actual obispo emérito de la diócesis de Crato y Presidente de honor del Simposio, Monseñor Fernando Panico, en un proceso que él mismo impulsó desde 2002 y que se prolongó por casi 15 años y que finalmente se hizo realidad con el Papa Francisco. En su ponencia, el prelado destacaba la cada más rica realidad sociorreligiosa de Juazeiro do Norte, hecho que se debe a la figura del Padre Cícero y que tanto influye en la vida pastoral de la capital del Carirí, no dudando en afirmar a lo largo de estos días que él es una maravilla en nuestras vidas. Esta idea fue corroborada por Monseñor Gilberto Pastana, obispo diocesano de Crato, para quien el evento realizado ayuda a leer la vida, memoria y herencia espiritual del sacerdote cearense.
Pero el Padre Cícero no es una figura aislada, sino que forma parte de una corriente que tuvo sus predecesores y sus continuadores. En este sentido, Monseñor Antonio Muniz Fernandes, Arzobispo de Maceió, insistía en una de las ponencias en la unidad de vida y acción entre el Padre Cícero y el Padre Ibiapina, quien realizó una gran labor social en la pobre realidad del Nordeste brasileño, sobre todo a través de las casas de caridad. En cuanto el segundo fue olvidado, los romeros nunca dejaron caer en el olvido a aquel que siempre tuvo fama de santidad, inclusive siendo excluido por la Iglesia Católica.
Entre los continuadores de esa corriente iniciada por Ibiapina y seguida por el Padre Cícero, cabe destacar, en opinión del Padre Vilecí Basilio Vidal, la figura del beato Zé Lourenço quien constituyó una comunidad de unas dos mil personas en el lugar conocido como Caldeirão y que se convirtió en ejemplo de desarrollo sostenible y ecológico con una fuerte influencia religiosa, que llevó a sus habitantes a vivir con alegría y abundancia, en una época en la que la mayoría de los pobres pasaban gran necesidad, lo que provocó la ira de los gobernantes y su posterior exterminio.
El Simposio no ha querido olvidar a los romeros, figuras profundamente unidas a aquel que consideran santo, para quienes, en palabras de Edin Sued Abumanssur, profesor de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo, lo importante no es como llegar y sí llegar, pues no se puede olvidar que la mayoría de los romeros son pobres. Esta forma de catolicismo popular se expresa de múltiples modos, pues todavía hoy son muchos los que escriben cartas al Padre Cicero, contándole sus problemas y preocupaciones, pidiendo su intercesión o agradeciendo favores alcanzados a través de él, como constataba en su presentación la profesora Maria das Graças de Oliveira Costa Ribeiro.
Una de las grandes estudiosas del Padre Cícero es la profesora de la Universidad de Berkeley (USA), Candace Slater, quien después de la nueva situación canónica del Padre Cícero, se ha empeñado en preguntar a los romeros sobre su opinión al respecto, resaltando que esto no ha cambiado mucho la relación del romero con su «Padim», próximos de quien ellos se sienten bien, pues como también resaltaba el historiador Renato Casimiro, entre los romeros se extiende la creencia de que el Padre Cícero es santo. Una de las preocupaciones entre los romeros es el hecho de que ahora la Iglesia Católica se quiera apropiar de la figura de su santo popular, constataba la hermana Annette Dumoulin.
El camino de la reconciliación es un primer paso que sin duda va a acabar en el reconocimiento de alguien que nunca se preocupó con lo que los otros pudiesen pensar, teniendo como prioridad hacer presente al Dios de la misericordia entre los más pobres. Santo o no, para la Iglesia, los pobres siempre le tuvieron como una mano de Dios en su vida, como un santo de los pies a la cabeza.
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