Según Báez, su mayor riqueza como obispo es poder escuchar y acompañar al pueblo de Dios
(Israel González Espinoza, corresponsal en Nicaragua).- Domingo de Resurrección. Son las 12:40 pm en Managua y el calor asfixiante de la capital nicaragüense no hace mella en Monseñor Silvio José Báez Ortega, OCD. Obispo auxiliar de Managua; quien ha decidido pasar todas las celebraciones de Semana Santa en la periférica parroquia de Nuestra Señora de las Américas, enclavada en un barrio popular de clase trabajadora.
El Obispo, saluda, bendice, abraza al pueblo que lo espera en el pórtico del templo parroquial, de donde ha salido el cortejo procesional rumbo a un pequeño cuarto rústico en las afueras del recinto religioso que para las celebraciones de la Semana Mayor ha hecho de sacristía, pero que seguramente el resto del año es una bodega.
Báez (Masaya, 1958), carmelita descalzo es un pastor al más puro estilo de Francisco. Teólogo y biblista, en 2009 estando en lo más alto de su carrera eclesiástica como docente y pedagogo vicepresidente de la Facultad de Teología del prestigioso Instituto Teresianum de Roma, recibió una llamada de la Santa Sede donde le decían que el ahora Papa emérito Benedicto XVI lo había nombrado obispo auxiliar de la capital nicaragüense. Era su retorno definitivo al país que lo había visto partir en enero de 1979.
Desde entonces, Monseñor Báez se ha convertido en una de las voces más escuchadas y respetadas de Nicaragua, al que no le gustan los protocolos y sale en busca del pueblo de Dios, sobre todo de los más pobres, visitando zonas dónde ningún obispo ha pisado nunca, siempre de camino dando una palabra esperanzadora, conectando con todos.
El obispo carmelita es el único obispo nicaragüense que públicamente ha manifestado su apoyo a las reformas que está emprendiendo el Papa Francisco desde Roma para toda la Iglesia. Suele decir, que este pontificado «es un regalo de Dios para la Iglesia y la humanidad».
Usuario habitual de las redes sociales (su cuenta en Twitter es una de las más seguidas de Nicaragua, @silviojbaez) y lector habitual de Religión Digital desde sus años romanos, concede una nueva extensa entrevista a RD dónde analiza diversos temas, tales como su cercanía pastoral con la gente, el legado pastoral de Benedicto XVI y la situación socio-política de la siempre convulsa Nicaragua.
También habla de la posible aprobación de la propuesta de Ley en el Congreso de EE.UU. de la «Nicaraguan Investement Conditionality Act» -popularmente conocida ley «Nica-Act»- promovida por un grupo de 25 congresistas de la ultra derecha estadounidense y que tiene por objetivo condicionar el acceso de préstamos financieros a Nicaragua mientras el gobierno del presidente Daniel Ortega no inicie un proceso democratizador en el país centroamericano.
Finalizada la entrevista luego de casi 25 minutos y en las afueras del salón, improvisada sacristía, hay gente esperando al obispo Silvio José Báez, a quiénes saludará y escuchará uno a uno. Según Él, su mayor riqueza como obispo es poder escuchar y acompañar al pueblo de Dios.
Monseñor, usted ha hecho de su cercanía a las periferias uno de los pilares de su ministerio episcopal. En Semana Santa lo ha patentado, por ejemplo, visitando zonas geográficas alejadas de la arquidiócesis de Managua. ¿Por qué vivir las solemnidades desde las periferias?
Ha sido una opción personal de mi ministerio acercarme a las parroquias más alejadas del centro. Ahí encuentro una riqueza humana y creyente extraordinaria. Cada experiencia de Pascua es distinta, pero mutuamente enriquecedora. Me doy cuenta como la presencia del obispo, para mí es algo sorprendente, comunica la gente, da sentido de comunión con el resto de la Iglesia local, y al mismo tiempo sienten la presencia del Obispo la palabra de un amigo, de un maestro en la fe. ¡Esperan mucho de uno! Yo me siento pequeñito ante tanta expectativa, pero al mismo tiempo yo también como Obispo salgo enriquecido del contacto con la gente al escuchar sus necesidades, aspiraciones, problemas familiares, la soledad en que viven, lo dolores que la gente lleva, las dificultades para encontrar trabajo, sus esperanzas, sus luchas. Todo esto alimenta mi corazón de pastor.
Pero sobre todo me enriquece ver que en medio de tanta dificultad, es tan grande la fe de éste pueblo. Es un pueblo que vive del Señor, que ha puesto su esperanza en Jesucristo. Por eso es que la fiesta de Pascua es una explosión de gozo. Creo que cuando se acompaña al pueblo en estos días, realmente descubre que sólo en Él puede poner su esperanza.
En la homilía que acabamos de escuchar, por motivo de la Pascua de Resurrección, usted expresó que dos pilares de una fe madura en el Resucitado son la Comunión y la Sagrada Escritura. ¿Cómo reafirmar éstos dos pilares en el marco de una Iglesia en salida con la óptica de la opción preferencial por los pobres que propone Papa Francisco?
Yo estoy convencido que la Iglesia ante todo es un misterio de comunión. Evidentemente un misterio de comunión del pueblo de Dios con el Padre en Cristo, gracias a la acción del Espíritu. Pero es un misterio de comunión que se expande horizontalmente entre quienes forman la comunidad.
Cuando la Iglesia da prioridad a la normativa, a la rúbrica, a la programación pastoral, a la organización visible, a la preocupación por las cosas que se hacen, la Iglesia se vuelve estéril. Se vuelve como una especie de empresa que hay que administrar que, como un engranaje funcione bien. Y en el mejor de los casos, para que de una buena imagen hacia afuera: Ahí se hacen cosas, ahí se hacen actividades…
Pero, sin descuidar esto, la prioridad creo yo, y el camino de renovación de la Iglesia tiene que venir de la comunión. De la atención a las personas y de la atención a las relaciones entre las personas. Yo acá al párroco le comentaba que ha dedicado mucho tiempo a reorganizar esta parroquia y a dedicar gran esfuerzo en la dimensión institucional y organizativa. Le digo yo ahora que es tiempo de atender los corazones. Ahora es tiempo de entrar en la vida de las personas, en las casas y acompañar a la gente.
Por eso hoy en el Evangelio del día de Pascua, yo le decía a la gente: El terreno en el que crece y madura la experiencia del Señor Resucitado es la comunión. Comunión en la diversidad, comunión que es capaz de reconciliación permanente cada vez que haga falta. Comunión no solamente en el trabajo y en la actividad, sino también comunión de corazón, de afecto, de cariño.
Si la Iglesia no es una comunión, dónde una frase que a mí me gusta mucho repetir acá en Nicaragua donde voy: En la Iglesia nadie es más que nadie. En la Iglesia todos somos hermanos. A la gente le cala muchísimo decir: «Nadie es más que nadie». Nadie está por encima de nadie. En la Iglesia no vale el vigilar, el espiar, el dominar y someter. No hagamos lo que se hace en el mundo.
En una sociedad como esta de Nicaragua, yo creo que un signo muy grande es el que en nuestras parroquias y comunidades se les preste atención a las relaciones entre las personas. Relaciones humanas, entrañables, cariñosas, tiernas, cercanas. Y naturalmente relaciones fundadas en la fe, que crecen al calor de la oración, al calor de la escucha de la Palabra de Dios juntos, de la celebración eucarística como principio y culmen de la vida cristiana, pero una de mis opciones pastorales en el ministerio es la comunión. La Iglesia comunión, la Iglesia pueblo de Dios. Hay que recuperar esta idea del Concilio (Vaticano II).
Este Domingo de Resurrección coincide con los 90 años del Papa emérito Benedicto XVI. Usted fue nombrado obispo por Él. ¿Cuál es el legado del pontificado de Joseph Ratzinger? Muchos hablan que fue un papado de transición que permitió la llegada de la Primavera de la Iglesia con Papa Francisco.
Yo creo que todavía el tiempo es corto para valorar el legado de Benedicto XVI. Creo solamente con el pasar del tiempo iremos descubriendo la calidad humana y de fe de este extraordinario hombre de Dios. Su testimonio ante todo. Y sólo el tiempo nos hará ir entrando con mayor comprensión en el legado de su profundo magisterio.
Creo que todavía estamos muy cerca como para hacer una valoración, pero la historia nos va ayudar a valorar lo que vale Benedicto XVI. Yo creo que lo recordaremos siempre por ese gesto tan auténtico de decir, si yo ya no puedo servir como la Iglesia espera de mí, no tiene sentido ocupar un cargo de autoridad. Creo que nos dio la lección evangélica más grande de su vida.
La autoridad en la Iglesia o es servicio ¡Y servicio eficaz, auténtico! O no tiene sentido. Él se dio cuenta por distintos motivos incluida su salud y edad, que no podía servir como él sabía que la Iglesia necesitaba y supo retirarse. Ése saberse retirar, ceder el espacio a otros, saber -y esta es frase de Él- que la Iglesia es obra del Señor, no obra nuestra nos da un testimonio extraordinario de un hombre que no vive para sí mismo, que ama a la Iglesia con todo su corazón y cree profundamente que la Iglesia es una obra del Espíritu del Señor.
Benedicto XVI será recordado también por ser el Papa que ha ayudado de un modo muy iluminador a acercar la razón humana, el conocimiento y la lógica del ser humano al saber amoroso y contemplativo de la fe. Y hacernos descubrir que en realidad no hay dos caminos irreconciliables. Hay un único camino, el camino que Dios recorre para venir a la humanidad y no debemos contraponer lo que conocemos con la razón humana, de lo que descubrimos en la contemplación amorosa y por revelación en la fe.
Es un único camino por el que Dios viene a nosotros. Y Benedicto se esforzó en mostrarnos eso, los fanatismos de todo tipo, fuera y dentro de la Iglesia. La incapacidad de razonar, la falta de sentido común, el hecho de dejarnos guiar por el sentimentalismo vacía o por la ideologización de la fe le va a dar razón al magisterio de Benedicto XVI. Hay que unir la fe con la razón. Hay que iluminar la fe con la razón.
La razón tiene un límite. Ahí es donde la fe le abre un horizonte ilimitado. Pero la fe tiene que ser razonada. Tiene que ser sensata, pensada y al mismo tiempo mostrada en modo razonable y humano para ser creíble. Entonces esta combinación extraordinaria entre fe y razón creo que fue uno de los ejes del magisterio de Benedicto XVI, que sólo con el tiempo lo vamos a poder valorar.
Pasando a temas de la realidad nacional, por segundo año consecutivo el Episcopado nicaragüense se ha abstenido de publicar una carta pastoral, que siempre se emitía con motivo de la Cuaresma y Pascua. Esto ha dado lugar nuevamente a todo tipo de conjeturas. ¿Por qué no hubo este año Carta Pastoral?
La Conferencia Episcopal de Nicaragua acostumbró al pueblo de Dios en los últimos años a tener un magisterio iluminador, profético y frecuente, sobre todo en los últimos años con una carta pastoral para el tiempo de Cuaresma. Pero esto no quiere decir que tenga que ser siempre así. Hay momentos en que callar también es un modo de estar presente en la realidad. De que tomar distancia es modo de evitar ser manipulado.
Yo creo que no hay una razón, digamos de peso, por la cual no haya habido carta pastoral este año.
Algunas personas hablan que la Conferencia Episcopal tiene miedo a seguir denunciando los atropellos del poder…
En realidad, no creo. ¡No creo! En el contexto que vivimos en Nicaragua todo se presta a ser leído políticamente y fácilmente sos encasillado o vendido al sistema o el que está confrontándose directamente porque ése es opositor.
Esta contraposición tan radical es un reflejo de lo que es nuestra sociedad. Entonces también los obispos entramos en ese tipo de lecturas. En éste momento la Conferencia Episcopal está centrada sobre todo en la preparación de la visita ad limina al Santo Padre en el mes de septiembre. Desde hace 8 años los obispos de Nicaragua no van a la Santa Sede para esta visita.
Por otra parte, ésta es mi visión: Yo creo que hay momentos de tanta confusión como los que se viven en Nicaragua, en que a veces es sensato no decir una palabra. Hay un caso en la Biblia, el profeta Ezequiel el Señor le pegó la lengua al paladar, dice el texto y lo mantuvo callado por tantos meses. Y la gente empezó a preguntarse por qué no hablaba y su silencio se volvió más elocuente que cuando predicaba, anunciaba su palabra y proclamaba los oráculos del Señor. El silencio de Ezequiel, un profeta que habló con el silencio.
Yo creo que la Conferencia Episcopal debe evitar a toda costa ser manipulada, entrar en el torbellino de voces que aturden, ser una voz más y correr el riesgo de convertirse en un actor político más que fácilmente es clasificable.
En este monumento, es una voz que no se ha escuchado. Aunque, se han escuchado voces de los obispos de modo separado, aislado y no como colegio. Esto muestra que hay un sentimiento común. Yo creo que llegará el momento en que volvamos a ponernos de acuerdo y sacar una carta pastoral.
En este momento en realidad no hubo una decisión directa de decir: «No saquemos carta pastoral». Lo que pasa que las reuniones se fueron orientando de una manera que nos fue llevando el tiempo, dimos prioridad a otras cosas.
Y llega un momento acá en Nicaragua en que pareciera que decir las cosas es estar repitiendo lo mismo. Entonces estar repitiendo lo mismo lo único que hacés es desgastar tu autoridad moral, tu palabra evangélica. Yo veo sano que la Conferencia Episcopal se mantenga -no al margen- pero sí, tomando distancias.
Es sano porque eso nos permite elaborar mejor interiormente a cada obispo y como colegio. Nos permite tomar distancia y sobre todo eso que te decía, que no se pierda una voz que quiere ser evangélica, que quiere llevar esperanza, consuelo y luz al pueblo de Dios. Que no se pierda en el torbellino de tantas voces. ¡En Nicaragua hay demasiadas voces! Y corremos el riesgo de ser una más.
La voz de los obispos tiene que ser un reflejo de la voz del Evangelio. Y por eso no debemos pronunciarnos cuando los periodistas quieren, cuando los políticos lo esperan, cuando parece que las situaciones nos presionan. Los obispos debemos hablar cuando realmente el Espíritu nos inspira a hacerlo.
Yo creo que no nos hemos resistido al Espíritu a hablar. Yo interpreto como un momento de Dios el hecho que este año no hubo un documento episcopal.
El pasado Jueves Santo, usted le aseguró a un periodista del diario La Prensa que el responsable de la aprobación de la ley «Nica-Act» por parte del Congreso estadounidense (que condicionaría préstamos internacionales al país mientras no haya un proceso democratizador) es el presidente Ortega. Según los promotores de la ley (legisladores estadounidenses de ultra derecha) argumentan que la medida va dirigida a la cúpula dominante, pero puede haber un efecto dominó que perjudique a los más pobres. ¿La Iglesia nicaragüense está preocupada por la aprobación de este proyecto de ley y su impacto sobre los más pobres?
Mira, yo no puedo hablar en nombre de toda la Iglesia porque no hay un pronunciamiento de la Conferencia Episcopal. Yo puedo decirte lo que yo personalmente he reflexionado.
Yo nunca he sido partidario de que los problemas de nuestro país se ventilen fuera y que por presiones exteriores o por intervenciones de otros que no son nicaragüenses se solucionen las cosas y que nos veamos incluso presionados a buscar caminos de solución. Nunca he sido partidario de ningún tipo de intervencionismo.
Creo que Nicaragua, los nicaragüenses tienen la suficiente capacidad, suficiente recurso intelectual, humano y político para resolver las cosas. Creo que falta es buena voluntad, pero no capacidad para hacerlo. Entonces yo siempre he sido alérgico a todo este tipo de soluciones que nos vienen de afuera.
Ahora, cuando uno lee lo contiene esta famosa propuesta de ley que va a condicionar los préstamos financieros para Nicaragua, uno se da cuenta: Las condiciones que se piden, con las cuáles se podría detener esta ley. Cuando tú las lees dices: Pues si esto es en el fondo lo que todos deseamos. En el fondo, no debería haber un sólo nicaragüense que no desee que se viva eso.
Que este país recobre la vía democrática como modo de convivencia civil. De que en éste país se respete la voluntad popular para elegir a sus autoridades, de que en éste país la corrupción a todo nivel sobre todo en el manejo de los recursos del Estado desaparezca. Que los culpables y responsables den la cara ante la justicia. Cuando se pide separación de poderes, cuando se pide defensa de los activistas de derechos humanos y de quiénes se dedican a la labor de la prensa. ¡Eso es lo que todos deseamos!
Yo no estoy en contra de lo que se pide como condición. Lo que no me parece es que venga desde afuera eso. Ahora, es una decisión del Congreso de los EE.UU. Cuando uno analiza todo lo que esa ley pone como condiciones yo por lo menos me he preguntado: ¿Estas cosas no se dan en Nicaragua por qué?
Por el sistema que se ha implantado. Por el gobernante que tenemos que ha llevado al país por éste sendero que no le hace bien ni a él ni a ninguno de los nicaragüenses. Ni a su partido gobernante ni a ningún otro grupo político del país. Al pueblo en general no le hace bien el camino que Nicaragua está llevando.
Entonces por eso fue que el Jueves Santo cuando me preguntaron a mí «¿Quién es el responsable?» Para mí el responsable es Daniel Ortega y él es el único que puede realmente desatar este nudo haciendo todo lo posible por encausar al país de otra manera, abriendo un diálogo nacional y poniéndose en buena voluntad para que el sendero social y político del país se encamine de otra manera.
Independientemente que haya una ley extranjera que nos esté presionando, los problemas reales que en ésa ley aparece no los podemos negar. Existen en éste país. Aquí el problema no es sólo de elecciones. Es un tema de fondo, estructural y político que no nos ha llevado a un caos económico, que sería el que nos haría pegar el grito al cielo a todos.
Nicaragua, más o menos subsiste económicamente, aun siendo un país tan pobre, pero realmente es un andamiaje institucional en ruinas el que hay en el país, dónde la ley no se respeta donde los derechos de las personas valen muy poco y dónde todo se decide desde arriba. ¡No puede un país tener futuro así! No se puede crecer económicamente, no se puede vivir en paz, no se puede tener esperanza, no puede invertir desde el extranjero de esa manera.
Entonces, ¿Quién es el único que puede desatar esta cuestión? El que tiene el poder en las manos.