Cada año el Vicariato de Aguarico recuerda a Alejandro e Inés con una caminata desde las comunidades hacia la ciudad de Coca
(Xabier Villaverde, Quito).- En el Ecuador hay 2 pueblos indígenas amazónicos en aislamiento voluntario, los llamamos Tagaeri y Taromenane. Son pueblos que no tienen contacto con la cultura dominante y que al parecer pertenecen al gran grupo de la nacionalidad WAORANI.
El 21 de julio de 1987 Mons. Alejandro Labaka, el primer obispo capuchino del Vicariato de Aguarico y la Hermana Inés Arango, terciaria capuchina, entregaron su vida por el Evangelio y para proteger a estos pueblos ante la inminente entrada de la exploración y explotación petrolera a su territorio.
Mons. Alejandro era consciente de las contradicciones, del peligro que representaban la incursión de las compañías petroleras en el territorio de los pueblos no contactados, del riesgo de exterminio que podrían sufrir.
Por eso se arriesgó. Poco antes de partir a su último viaje a la casa de los Tagaeri, le dijo a su amigo Mons. Mario Ruiz: «Si no vamos nosotros, les matan a ellos». Hay que ser muy valientes y coherentes para tomar este tipo de decisiones.
Obispo de mochila y botas de caucho, caminante de la selva, no dudaba en empujar la canoa atascada, cuando tocaba, y sintió natural morir desnudo y presentarse así, herido por múltiples lanzas, como el propio Cristo, ante el Padre.
La muerte del obispo capuchino y la religiosa sirvió para que el Estado Ecuatoriano tomara conciencia del problema y declarara una moratoria petrolera en la zona, que duró 2 años y legalizara en 1990 un territorio de más de 700.000 hectáreas para los Waorani.
En 1997 el papa Juan Pablo II reconoció la muerte Alejandro e Inés entre aquellos que han entregado su vida por el Evangelio, como «testigos de la fe».
Sin embargo, los problemas y presiones ambientales persisten: actualmente se está explotando petróleo en zonas de riesgo, hay incursiones de colonos hacia las zonas donde los aislados habitan y por donde transitan, la extracción ilegal de madera perdura y el turismo incontrolado genera graves riesgos. Las presiones económicas, sociales y ambientales suponen un gravísimo riesgo para los pueblos indígenas aislados y para las poblaciones colindantes.
Lamentablemente las muertes han seguido sucediendo, los aislados que se sienten amenazados en su territorio han atacado y matado a madereros, colonos, otros indígenas Kichwas y Waorani y a su vez han sufrido al menos dos matanzas registradas, en los años 2003 y 2013. El último ataque de los aislados se produjo en enero de 2016, causando la muerte de un Wao y graves heridas a su esposa.
Ante esta situación la Misión Capuchina del Vicariato de Aguarico ha seguido actuando como la voz de la conciencia ante la sociedad ecuatoriana, han denunciado las agresiones, los abusos y las amenazas contra estos pueblos. Sacerdotes como el p. José Miguel Goldáraz, juan Carlos Andueza, Miguel Ángel Cabodevilla y laicos comprometidos han seguido la estela del que fuera su obispo, denunciando proféticamente los riesgos de etnocidio que padecen estos pueblos.
Sus investigaciones y denuncias publicadas en numerosos libros finalmente han permitido que una parte importante de la sociedad ecuatoriana ya no pueda vivir a espaldas de estos pueblos, ignorando su existencia y violando sus derechos más básicos, como es el derecho a la vida.
El trabajo de concientización de los otros pueblos indígenas y de los sectores campesinos busca evitar nuevos hechos de violencia. Es un trabajo callado sin grandes aspavientos ni búsqueda de notoriedad, pero tesonero y firme. La Fundación Alejandro Labaka (FAL) dirigida por el Vicariato realiza este trabajo desde el compromiso de laicos con apoyo de la cooperación del Gobierno Vasco y Navarra.
Gracias a su trabajo en la Constitución de 2008 se reconocieron los derechos humanos a los pueblos indígenas en aislamiento y en 2013, después de la matanza de al menos 20 personas (la mayor parte mujeres y niños) contra los Taromenane, el presidente Rafael Correa nombró una comisión especial para investigar los hechos y proponer políticas públicas para evitar nuevas agresiones contra los aislados. La Comisión estuvo presidida por el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio (FEPP) a petición de los capuchinos.
El trabajo inspirado y acompañado por el Vicariato y su actual obispo Mons. Jesús Esteban Sádaba ha ayudado a disminuir las presiones sobre los aislados, pero aún queda mucho por hacer y se trata de un esfuerzo permanente, porque la región amazónica ecuatoriana es un espacio donde muchas veces priman los intereses de las grandes corporaciones o las ambiciones personales de pequeños grupos.
Cada año el Vicariato de Aguarico recuerda a Alejandro e Inés con una caminata desde las comunidades hacia la ciudad de Coca. Con esto nos recuerdan que ahora somos nosotros los que estamos llamados a arriesgar la vida por el Evangelio, como misioneros de la paz para defender la vida, la existencia de unas relaciones pacíficas entre culturas y pueblos y para proteger la «casa común» como nos dice el papa Francisco.
En la conmemoración del quinto aniversario de la muerte de Mons. Alejandro Labaka e Inés Arango, el entonces ministro del interior, Raúl Baca Carbo, ante la Conferencia Episcopal Ecuatoriana reunida, dijo a los obispos y a quienes estábamos presentes: «El día que los políticos y los pastores de la Iglesia aprendamos a hacer las cosas con el poder del amor, en vez por el amor al poder, seremos capaces de cambiar al Ecuador».
No hay duda que la entrega de la Misión Capuchina del Vicariato del Aguarico nos llena de esperanza. Su ejemplo nos indica que es posible cambiar, que es necesario cambiar, pero que no hay cambios verdaderos y durables sin pagar por ellos un costo que, a veces, supone la entrega de la propia vida.