"O eres una Iglesia en salida o desapareces", dice el obispo de Alto Solimões

Adolfo Zon: «Hoy la misión necesita recursos humanos, porque se inicia con la presencia»

"El Papa Francisco está llegando a la Amazonia, porque el pueblo lo encuentra muy cercano"

Adolfo Zon: "Hoy la misión necesita recursos humanos, porque se inicia con la presencia"
Monseñor Adolfo Zon, obispo de Alto Solimões (Brasil) RD

Tenemos que encontrar la solución para que la eucaristía esté más presente en las comunidades

(José Manuel Vidal).- Monseñor Adolfo Zon es obispo de Alto Solimões en la Amazonia brasileña, una diócesis con una superficie de 131.000km2 y 216.000 habitantes, de los cuales el 33% son indígenas. El prelado ourensano nos cuenta los aciertos y las frustraciones de sus veinte y cuatro años en la misión ad gentes, además de sus esperanzas sobre el Sínodo para la Amazonia que el Papa Francisco ha convocado para 2019.

Hoy tenemos el placer de poder entrevistar a un obispo que, además, es amigo. Fuimos compañeros en el seminario de Ourense. Es javeriano, y lleva ya muchos años en Brasil, 24 exactamente. Es don Adolfo Zon, obispo de Alto Solimões. Bienvenido.

Bien hallado.

¿Qué queda de aquel chaval del seminario?

Queda todo. Tal vez, un chaval del seminario redomado por tantas y tantas experiencias a lo largo de muchos años: Madrid, Pamplona y 24 años en Brasil, nos van madurando y también haciéndonos otras personas.

La sonrisa no la has perdido.

No. Esa, siempre.

¿Y de quel delantero centro rompedor?

Eso sí que lo he perdido. Porque a los treinta y cinco años dejé el fútbol. Tenía otras preocupaciones. Aún jugué algún partidillo con la gente de las islas cuando tenían el campeonato entre las comunidades del interior. El final de la liga era siempre en la ciudad durante la fiesta de Ntra. Señora Inmaculada; antes de hacer la gran final había un partidillo de aquellos amantes del fútbol. Hacíamos dos equipos y jugábamos confraternizando.

La vocación misionera te viene de allí.

Claro. Tú eres consciente de que por nuestro seminario, tanto en el menor como en el mayor, en Ourense, siempre han pasado muchos misioneros de la propia diócesis. También aquellos que venían para hacer la animación misionera durante el mes misionero, en el DOMUND. Esto, añadido a que nuestra diócesis era además rica en misioneros que cuando venían a pasar las vacaciones, siempre alguno se perdía por el seminario, nos pinchaba y nos decía que la misión es urgente.

Eres javeriano.

Sí, igual que Jesús Morales, que fuimos compañeros allí en Ourense. Y de una congregación específicamente misionera, como los comunianos, los espiritanos, la consolata. Congregaciones que nacieron para dedicarse a la Misión ad Gentes.

Te mandaron a Brasil muy joven.

No, yo escogí. Entré en los javerianos, me ordené sacerdote y el primer destino me tocó en España. A Pamplona que, de hecho, fue un destino que no me sentó muy bien por dejar el seminario para quedarme en España. Ahora, que veo las cosas con distancia, creo que fue una gracia de Dios haberme quedado en España porque cogí más madurez, y sobre todo, experiencia.

¿Cuántos años estuviste en Pamplona?

Siete años.

¿Ya estaba monseñor Sebastián?

No. Cirarda. Un obispo fantástico que nos trataba muy bien. Siempre que tenía confirmaciones me llamaba para hablar de los chavales. Me decía: ¿qué tengo que decirles a estos chicos?

Cirarda fue un gran obispo, yo tengo una imagen de él muy pastoral. En aquella parroquia de San Francisco Javier fue donde experimenté lo que es una pastoral de conjunto. Estaban implantando aquel proyecto llamado Nueva Imagen de Parroquia, en el que se llamaba a la responsabilidad a los laicos.

Cuatro años trabajando allí, laicos, religiosos, sacerdotes… Fue una experiencia preciosa que después me dio también las condiciones para defenderme en Brasil.

¿Pediste tú ir a Brasil?

Sí.

¿Por qué Brasil?

La Amazonia siempre me entusiasmó. No sé si porque mi hermano -que no era sacerdote- estaba en Brasil y también porque Jesús Morales había hecho la experiencia allí… Tenía un ideal.

Un sueño.

Sí. Recuerdo que en la carta que le mandé a la Dirección General coloqué primero la Amazonia. Y si estuviese ya completa de misioneros por parte nuestra, pedí Colombia como segunda opción. Y si esta también estaba completa, México, donde teníamos un grupo ético, los Náhuatl. Lo pedí así sobre todo por la lengua.

Lo de América Latina, lo tenías claro.

Y en última instancia elegí África; algún lugar de lengua francófona porque de niño había estudiado francés.

Me mandaron a Brasil. Allí la Iglesia está muy bien organizada. Tiene cursos en el Centro Misionero en Brasilia para los que llegan, y también para los misioneros que van a otros países.

Nuestro curso duraba tres meses, para conseguir un conocimiento de portugués de Brasil. El primer mes y medio fue de estudio. Después, estuvimos dos semanas conviviendo con familias y hablando y aprendiendo con ellos. El último mes y medio, además del estudio del portugués por la mañana, teníamos por la tarde grandes profesores de la universidad de Brasilia, de los institutos tecnológicos, y también los diferentes asesores de la Conferencia Episcopal, que nos daban conferencias y encuentros para insertarnos dentro de la cultura, de la convivencia y de la religiosidad brasileña.

Lo tienen bien montado.

Sí, para mí fue fantástico.

Llevas ya veinte y cuatro años allí. Primero en una parroquia.

Sí. En dos parroquias. Fueron dos experiencias fuertes. Una, la de las islas.

¿Estamos hablando de la zona de Manaos?

No, la de Belém. En la desembocadura del Amazonas. O, mejor dicho, en la desembocadura del Tocantins, en el brazo sur del Amazonas. En ese punto forma un delta, que es donde está Abaetetuba, en cuya diócesis yo entré hace veintiún años.

Y de pronto… Tú no esperarías la mitra ni la buscabas, imagino.

En el 2014 me mandaron para Belém porque habíamos tenido capítulo y escogimos de superior al párroco de San Francisco Javier, una parroquia que tenemos en Belém, y y teníamos el problema de quién iba a sustituir al compañero. Yo llevaba ya nueve años en la parroquia de Abaetetuba, y estaba comenzando en Belém.

Me dieron la posesión en la parroquia de Parkour el 25 de marzo. En mayo me vine de vacaciones tres meses y volví el 8 de agosto. El día 13 me llama el nuncio y me dice que el Papa me había nombrado obispo coadjutor del Alto Solimões. Me quedé un poco seco. Me extrañó: un párroco simple, obispo. Entonces pedí un tiempo para rezar y pensar. Y al final acepté.

Hablaste con tu comunidad, con tu gente, imagino.

No, solo con mi superior. El hombre no sabía ni qué decirme.

Ah, claro, que es secreto.

El arzobispo me había convidado a la fiesta de cuarenta años de sacerdocio. Al final de la misa le dije, quiero hablar con usted. Le conté que el nuncio me había llamado. Me colocó el dedo en el pecho y me dijo: no puedes decir que no. Tu proceso fue rápido y sin ninguna laguna.

Aquellas palabras me pusieron mucho más nervioso, porque mi tendencia era a decir que no; la distancia a mi destino era de tres mil kilómetros y no sabía qué me iba a encontrar allí. No conocía aquella Iglesia. Me daba miedo.

Después, como Pablo, fui a apelar a Roma, llamé a mi superior general y él me dijo: mira que yo también tengo que obedecer al Papa.

Escuchando esas cosas, aquella noche me llené de coraje y de pasión, y me vino a la cabeza mi primera profesión delante del que fue mi general en el 82. Me dije, Adolfo, ¿qué has dicho a Dios delante de tu general?: Yo he dado un sí.

Entonces pensé: no tengo nada que perder. Y fui adelante.

Y te fuiste al Alto Solimões.

Sí, que es donde el Amazonas entra a Brasil. Porque en la parte del Perú, el río se llama Marañón. Y ahí, cuando el Amazonas entra en Brasil, hay una ciudad típica, que se llama Tabatinga. Que fue, antiguamente, en la época de los jesuitas, un puesto miltar para controlar el río. A partir de los años 60 fue creciendo y se fue formando una ciudad.

Que está en la triple frontera.

Sí, porque la misma ciudad de Tabatinga está pegada a La Leticia, que ya es de Colombia. Y del otro lado del río tenemos la isla de Santa Rosa, que es Perú.

Hay que ser muy valiente para ser obispo de una diócesis así, porque tiene que ser muy complicado. Ayer hablabas de tráfico de personas, de drogas. De todos los tráficos que se pueda imaginar uno.

La valentía hace falta para todo en la vida. Tú también como periodista tienes que ser valiente para enfrentar tantas y tantas situaciones. Y sabes que cuando estamos motivados por algo que vale la pena, uno enfrenta lo que sea. Y es por eso que pienso que no tengo nada que perder en mi respuesta a la llamada que el Papa me ha hecho. Si tengo que estar en un lugar para servir a los otros, allí estaré. Y a veces no tienes ni medios ni fuerzas para enfrentar tantos desafíos, pero si con tu presencia estás atento, respondiendo y dando algún paso en esos desafíos, creo que estás haciendo lo que debes hacer.

¿Qué superficie tiene tu diócesis?

Está compuesta por siete municipios y su superficie es de 131.000 km2. Cuatro galicias y media. Solo Atalaya del Norte tiene 76.000 km2. Mayor que el estado de Sierra Leona.

Y gente, no mucha.

216.000 habitantes, de los cuales el 33% son indígenas. Nosotros tenemos allí once pueblos indígenas. El pueblo Ticuna en nuestra diócesis, porque también los hay en otros lados de la frontera. En nuestra diócesis hay 46.000 ticunas. En la parroquia de Belém de Solimões, una parroquia algo mayor dedicada a san Francisco de Asís, es toda ella Ticuna. Indígena.

¿La pastoral con los indígenas está funcionando? Es una zona capuchina, ¿no?

Sí. Y los capuchinos han trabajado con los ticunas desde los años 35-40. Hubo un capuchino que comenzó a elaborar una gramática de la lengua.

¿Cómo se llama? ¿Es el mismo que el de la zona del Perú, o no?

No.

Hay un vasco en la zona de Perú.

No, es otro. Es soriano y después, está el padre Frías, que en los años 70 mejoró esa gramática, y es la que nosotros estamos usando para aprender la lengua.

Con los ticuna hubo también una organización social y se crearon la asociación de mujeres y la de profesores para la unificación de la lengua. También trabajaron el registro de las tierras. La documentación, para poder estar en sus tierras. En ese sentido hubo un trabajo con los del Yavarí.

El Yavarí es un río.

Sí. El que hace la frontera con Perú y Brasil. Y ahí es donde tenemos seis etnias, con las cuales aún no estamos trabajando porque tenemos cuatro misioneras del CIMI, que es el Consejo Indigenista Misionario. Cuatro misioneras laicas que se dedican más a acompañar en cuestiones de derechos humanos, de defensa de las tierras y en la lucha por políticas públicas que vengan a favorecer a estos pueblos.

En estos campos ya hay unos años de trabajo, pero como Iglesia queremos hacernos más presente en medio de ellos. Y, de hecho, tuvimos un encuentro promovido por la REPAM en Tabatinga con los indios de las tres fronteras, y no para hablar de los indios, sino para escucharlos. Yo me puse muy contento porque he escuchado de ellos que quieren la presencia de la Iglesia católica.

Entonces, son receptivos a la fe.

Sobre todo por el estilo que la Iglesia católica manifiesta. En ese sentido nosotros, no vamos a tirar sus costumbres, como otras religiones: estos pueblos tienen un rito de iniciación de las chicas, que le llaman la fiesta de la «moça nova». Y hay otras religiones que dicen que eso es diabólico.

Nosotros somos muy respetuosos con la cultura, porque la cultura no es la religión. Y no es la espiritualidad, es mucho más profundo. Por eso, ahora que vamos a lanzar la iniciación cristiana, esto nos va a llevar a un proceso de entrar en su religiosidad y en su cultura, para recibir juntos la experiencia de Dios. Es un trabajo mucho más lento. Y de presencia también.

¿Cuántos curas tienes?

Diocesanos tengo seis o siete, después tengo dos que nos han enviado las diócesis del sur. Y otros siete capuchinos.

Para 200.000 personas, debe ser difícil. ¿Cómo os movéis?

Normalmente en barco. En medios fluviales. Por ejemplo, yo como obispo, que voy más a las parroquias, voy en lancha y una vez allí me muevo con los medios que ellos tienen. Tenía un barco pero lo he vendido, porque tenemos cuatro lanchas que hacen el recorrido Tabatinga-Manaos / Manaos-Tabatinga.

Que son públicas, como un autobús.

Exacto. Entonces, pago mi billete y me pongo en cualquiera de las parroquias en el mismo día. Por ejemplo, para ir a la última que queda a 410 kilómetros, salgo a las 9.30h de la mañana y a las 17h de la tarde estoy allá.

Los que no son indios, ¿son receptivos?

Tenemos varias tipologías: gente que vino del sur de Brasil que son emigrantes económicos, la mezcla del portugués con el indio y la mezcla de los nordestinos, que vinieron del nordeste del Brasil para el caucho y se quedaron. Hay gran pluralidad cultural y como Iglesia no podemos hacer un servicio para todos igual; tenemos que ir intentando, en la medida de lo posible, hacer un camino diferenciado.

En la ciudad tenemos una pastoral urbana, una sola parroquia y catorce comunidades de la periferia. Hacemos una pastoral de conjunto.

Estás hablando de comunidades de base.

Comunidades de base no son, porque la base no es uniforme. Es más comunidad de barrio porque la base es el barrio. Tenemos tres sacerdotes y hemos dividido en tres sectores. No voy a multiplicar las parroquias porque ya que tenemos pocos sacerdotes, vamos a afirmar la pastoral de conjunto.

No tienes canónigos, no tienes vicarios, ¿palacio tampoco tienes?

No, no; tengo una casa muy simple. También nuestra curia es muy simple; un sacerdote y dos chicas. Y ese sacerdote es vicario general, ecónomo de la diócesis y párroco de la ciudad. No tengo ni gente para repartir los cargos.

Cuando vienes a España ¿echas la red por si algún sacerdote o algún religioso se anima?

Por donde paso digo que los necesitamos. De hecho, hoy la misión necesita de recursos humanos porque la misión inicia con la presencia. Yo estoy preocupado porque hablar de los indios es muy fácil y conocer sus culturas es muy fácil; hay muchos libros. Ahora, para estar con ellos, convivir con ellos, escucharlos y ver cuáles son sus grandes interrogantes, sus problemas, tienes que estar allí, al lado. Esta es una de las mayores preocupaciones que tengo.

En España hay un invierno vocacional tremendo.

También hay invierno allí. Algunas congregaciones consiguen a uno que otro joven. Por ejemplo los capuchinos, como eran la congregación que ha trabajado esa Iglesia, hasta tienen alguna vocación. Deben ser unos doce nativos de allí.

¿De tu diócesis?

Sí. De los diferentes municipios de nuestra diócesis. En cuanto a nosotros, el último ordenado de allí fue en el 95. No hay una tradición. Desde hace unos años, antes de haber llegado yo, está habiendo una animación vocacional preciosa. Hay gente que prueba, pero después se echa atrás. El desierto es general, pero tenemos que estar presentes, porque yo creo que los jóvenes, viéndonos actuar, también se va a animar por este tipo de presencia y de servicio.

¿Qué impresión te ha suscitado la convocatoria del sínodo?

Me lo estaba esperando, porque don Claudio ya nos había anunciado que el Papa estaba muy interesado en el tema.

Don Claudio es el cardenal Hummes.

Sí. Es el que, si recuerdas, cuando Francisco salió al balcón, había un cardenal alto a su lado. Pues era Hummes.

Y el que le dijo en el cónclave: no te olvides de los pobres.

Y aún más; creo que están hilo directo uno con el otro, porque el Papa nos está manifestando mucho cariño y mucha cercanía a la Iglesia de La Amazonia. Me acuerdo que cuando en 2015 fuimos para el curso de los obispos a Roma, después nos dio una audiencia y pudimos saludarlo personalmente. Y nos decía: fuerza y adelante. Y nos transmite continuamente su preocupación por La Amazonia. Hasta lo que se recauda en el Brasil por el óbolo de san Pedro, que es para el Papa, él lo entrega a las diócesis de la Amazonia.

Es un gesto concreto de solidaridad.

Este gesto lo comenzó Benedicto XVI.

Y él lo conserva. «Laudato si'» también refleja vuestro problema.

Y tanto lo refleja que la REPAM se creó en 2015, que es la Red Eclesial Panamazónica, abarca La Amazonia de todos los países.

¿La sede central la tiene Ecuador?

Sí, y la comisión brasileira hizo una serie de 12-14 seminarios sobre «Laudato si'» en diferentes áreas de La Amazonia brasileira. Ahora también está elaborando cada uno de los siete ejes en los que está dividida la red.

¿Puede haber un planteamiento de futuro de cara a los sacerdotes, que no tenéis, y a que las comunidades viven sin eucaristía por la falta de los mismos?

Yo creo que ese tema va a salir. Pienso que este sínodo tendría que ir un poco en la línea de Santarén 72, y está un poco olvidado. Porque Santarén 72 fue para La Amazonia lo que Medellin fue para Latinoamérica y lo que el Vaticano fue para todo el mundo y para la Iglesia universal.

En Santarém 72 los obispos de la Amazonia, que ya desde los años 50 se venían reuniendo para enfrentar los desafíos de sus diócesis, tiraron unas líneas que son aquellas que nos ayudaron a sobrevivir como Iglesia en La Amazonia. Yo creo que este sínodo nos va a ayudar para marcar unas líneas de actuación que nos puedan encaminar de aquí para adelante. Y una de ellas es el tema de la eucaristía.

¿Eres de los que piensan que las comunidades necesitan eucaristía? ¿Que viven de la eucaristía?

Si estamos continuamente diciendo que el tema de la eucaristía es el origen, el centro y el culmen de la vida cristiana y después se la negamos a nuestro pueblo, es una contradicción. Tenemos que encontrar la solución para que la eucaristía esté más presente en las comunidades.

Hay comunidades que están más cerca de las metrópolis, con los ministros de la eucaristía, con las celebraciones de la palabra…, pero hay otras muchas a las que no llegas.

¿Hay comunidades que no tienen eucaristía durante todo un año, por ejemplo?

Sí. Y algunas, la tienen una o dos veces al año. En mi diócesis, la situación es peor. La primera parroquia que yo tuve, con sesenta y dos comunidades donde yo era el párroco, al año solo me era posible hacer la eucaristía tres veces en cada comunidad. Y no dejaba de estar recorriendo las comunidades.

¿Qué salida prevés: diáconos casados, diáconos permanentes, viri probati?

Tiene varias, todas esas que tú dices. Ahora una de las cosas que estamos haciendo en alguna de esas diócesis, es la de apostar por los diáconos permanentes.

¿Diáconos permanentes casados?

Sí. Por ejemplo, al día siguiente de llegar a Brasil saldré para San Pablo de Olivenza donde están los aspirantes a diáconos permanentes. Tendré la tarde del lunes y la mañana del domingo una presentación de la Doctrina Social de la Iglesia. Ya han estado toda la semana anterior con este tema, impartido por una laica. Y yo voy ahora a trabajar otros aspectos de la Doctrina Social en un día y medio prácticamente.

Tenemos 11 camino de ser ordenados. En la preparación están 16 más. Estamos abriendo esa posibilidad para ver si por ahí se pueden dar otros pasos más adelante.

Iglesia en salida… No os queda otra.

O eres una Iglesia en salida o desapareces. Es una de las cosas que estamos también intentando: hacer esa llamada a todo bautizado. Yo llevo ocho años trabajando eso. Fue Aparecida la que nos empujó a la misión permanente. Después, encuentras dificultades a la hora de hacerlo realidad. ¿Cómo hacerlo realidad? ¿Con qué gente?

Cuando tú no dejas de pensar y de hacer experiencias, al final encuentras concreciones. Por ejemplo: si todo bautizado tomase conciencia de que es un misionero, a través del medio, va a hacer una misión.

Te voy a poner un ejemplo que es el primero que me dio la luz para continuar la reflexión. Tenía una parroquia, en la última que trabajé en Abaetetuba, con unas 12-14 ministras de eucaristía. Y ¿qué hacían estas ministras? Pues no solo repartir la comunión en la Iglesia, sino que me atendían todos los enfermos. Llevaban a los enfermos la comunión todas las semanas. También se preocupaban de, cuando se moría una persona, organizar la oración y el acompañamiento de la familia durante toda una semana.

Yo les dije: vosotras estáis trabajando con una situación límite y favorable a la experiencia religiosa. A la experiencia de Dios. Aprovechad ese momento, no para hacer proselitismo, sino que, a partir de ahí, gestionarnos para encontrar ese Dios que ya estaba ahí esperándonos. Como decía nuestro profesor Martín Velasco: en el centro de la realidad y en el corazón. En lo más profundo del ser humano.

El desarrollo del sínodo es imprevisible. Todavía no tenéis materiales, no sabéis si va a ser en Brasil o en Roma…

Creo que va a ser en Roma aunque no sabemos quién va a participar, ni cómo va ser; cuál es el orden del día.

Los obispos tendréis que participar todos, claro.

No se si todos o una representación, porque somos más países. Solo en Brasil, los obispos de las diócesis que pertenecemos a La Amazonia, somos cincuenta y seis.

Estamos hablando de magnitudes impresionantes que desde aquí se hacen incomprensibles.

Nuestra región episcopal, la Conferencia Regional, somos nueve. Más los eméritos, que son tres. Somos doce obispos.

¿La figura de este este Papa os ayuda en la evangelización? ¿Francisco, con sus gestos, llega?

Está llegando porque el pueblo lo encuentra muy cercano. No podemos olvidar que Francisco es argentino y lleva el talante latinoamericano. Ese talante de estar cerca de las personas. El de un pastor que se preocupa de los problemas más profundos de la gente. Eso es muy latinoamericano.

¿La jerarquía, allí, le sigue más que en Europa?

La Conferencia Episcopal le sigue totalmente. En las directrices de la Iglesia, que las aprobamos cada cuatro años. En la última, es Aparecida la que nos viene orientando. Después, ha sido «Evangelii gaudium». Y, por ejemplo, de «Amoris laetitia», la Iglesia del Brasil ha hecho un documento, un vademécum para hacer una recepción mucho más concreta de esa exhortación.

¿Seguís teniendo obispos-profetas de la talla de Casaldáliga, de Lorscheider, de Hélder Câmara?

Yo creo que sí. Y la misma Conferencia Episcopal estamos haciendo los pronunciamientos que debemos realizar. Tal vez en el pasado parecía más profética, pero, hoy por hoy, creo que se está rescatando. Y que tiene obispos proféticos. Yo mismo admiro al secretario actual. Y al mismo presidente.

¿Quién es el presidente?

Rocha. El cardenal de Brasilia.

Y el secretario ¿es el que estuvo en São Félix de Araguaia?

Es el que sustituyó a Casaldáliga.

Una pregunta un poco más comprometida: ¿te duele lo de Cataluña?

Mira, estoy un poco lejos. Pero veo que hay mucha emotividad en estas cosas y yo creo que debería trabajarse mucho más, con el corazón pero con la cabeza también. Decía Max Weber que la política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo.

Igual es una impresión mía, porque llevo aquí una semana. Veo que hay una gran crispación política que está pasando también al pueblo. Y pienso que esto es peligroso. No sé, yo no puedo hablar mucho porque desconozco los procesos. Pero sí que veo un ambiente un poco enrarecido y me da pena.

Has estado en Galicia, has estado en el lanzamiento del DOMUND. Vienes a menudo y tienes contactos. ¿Cómo estás viendo la Iglesia española?

Muchas veces con mucha queja. Me decía un sacerdote que en Latinoamérica la gente tiene hambre de Dios, sed. Pero que aquí, falta el apetito.

Yo le respondí: bueno, tú sabes que una madre cuando el niño o la niña no tiene apetito, le da una vitamina.

Creo que tenemos que tener más esperanza y arriesgar un poco más. No desanimar. Claro que nos toca una sociedad como la que tenemos, que no es mala en sí misma, y es esta la sociedad que tenemos que evangelizar. Tenemos que encontrar la manera cierta para poder ser significativos en una sociedad secularizada.

A mí me preocupa, porque yo sigo aquel dicho popular: «cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar». Por mucha religiosidad que podamos tener en América Latina, los procesos van a pasar también por allí, y, o nos preparamos y los sabemos enfrentar con naturalidad y sin miedo o si no, el perjuicio es para nosotros.

Económicamente, me imagino que tu diócesis necesita ayudas. Si alguien quisiese ayudarte, ¿cómo podría hacerlo?

Aquí, a través de los javerianos, o de cualquier delegación diocesana colocando mi nombre. En Ourense, por ejemplo, me conocen. Aquí, los javerianos también. O con una transferencia a mi diócesis, aunque es más difícil.

Yo creo que lo más normal es través de mi hermanos javerianos, que ellos rápidamente me colocan lo que llegue a mi disposición.

Adolfo Zon, muchas gracias. Un placer.

Y gracias a ti. Que continuemos con esa amistad a pesar de la distancia.

Los que quieran ayudar a la diócesis de monseñor Zon, pueden contactar con los Javerianos, pinchando aquí:

 


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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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