Aquí hay un creyente, que lleno de límites, que los hay, nos muestra sobrecogido su experiencia de Dios. Un lugar donde el cine se hace don.
(Peio Sánchez).- Terrence Malick ha realizado una obra maestra que supone al artista capaz de expresarse a través del cine, al pensador que se asienta en la tradición filosófica, teológica y musical, y al creyente que quiere plasmar su experiencia de Dios.
Tal intención nos lleva a una obra compleja que puede ser contemplada desde una cierta sencillez pero que no funcionará como película comercial. En este caso la crítica quiere ser una invitación responsable a ver una película que provoca una experiencia estética, invita a adentrase en la experiencia de la gracia y deja un poso reflexivo que exige tanto la revisitación -aquí la repetición será obligada- como a la contemplación y el diálogo.
La película en el primer nivel narrativo cuenta la historia de una familia en Texas en los años cincuenta el padre autoritario – genial Brad Pitt– y la madre bondadosa -todo un descubrimiento Jessica Chastain-tienen tres hijos varones de los que seguimos de forma especial a Jack -que será interpretado por Hunter McCracken de niño-adolescente y Sean Penn de adulto-, el mediano y especialmente significativo R.L. (Laramie Eppler) y Steve ( Tye Sheridan) que será el pequeño. Esta histórica doméstica se nos presenta en tres planos un ahora trágico, un pasado complejo y un futuro de promesa.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: