Pablo d'Ors nació en Madrid, en 1963. Es nieto del ensayista y crítico de arte Eugenio d'Ors, hijo de una filóloga y de un médico dibujante, y discípulo del monje y teólogo Elmar Salmann
(Jesús Bastante).- «Ha sido un magnífico regalo de cumpleaños». El nombramiento como consejero del Pontificio Consejo de la Cultura ha coincidido con el 51º cumpleaños del sacerdote madrileño Pablo D’Ors. Una designación que, como afirma en conversación con RD, «no me esperaba, que me abruma y me compromete con mi trayectoria en las periferias».
El sacerdote y escritor madrileño, autor de obras imprescindibles como «Sendino se muere» (Fragmenta) o «Biografía del silencio» (Siruela), conoció la designación la pasada semana a través del Arzobispado de Madrid, que hoy se ha refrendado con la notificación firmada por el cardenal Ravasi y el secretario del consejo, el español Melchor Sánchez de Toca.
«Supone una enorme sorpresa, un signo de que las cosas están cambiando«, subraya, emocionado, Pablo. «Siempre he estado alejado de cualquier cargo de gobierno o responsabilidad eclesiástica», se escuda, tal vez pensando en que, con Francisco, lo importante no es el carrerismo, sino la carrera de fondo del servicio.
Algo que este madrileño lleva haciendo durante años como misionero en Honduras, capellán universitario y, en la actualidad, como capellán en el hospital Ramón y Cajal, dedicado especialmente a los moribundos.
Pablo d’Ors nació en Madrid, en 1963, en el seno de una familia de artistas y se forma en un ambiente cultural alemán. Es nieto del ensayista y crítico de arte Eugenio d’Ors, hijo de una filóloga y de un médico dibujante, y discípulo del monje y teólogo Elmar Salmann.
Ha sido profesor y crítico de teatro y de estética y, desde hace años, dirige el proyecto de «Buscadores del Desierto», para profundizar en la dimensión contemplativa de la vida cristiana e iniciar y acompañar a otros en la aventura de la interioridad.
«Me siento abrumado por este reconocimiento, que humildemente pienso reconoce una trayectoria en la periferia. Y, sinceramente, espero que esto no me saque de esa periferia. Espero mantenerme cerca de la gente», subraya, quien insiste en que su función, antes y ahora, es la del «pontífice», esto es: «Servir de puente entre Iglesia y sociedad, religión y cultura, cristianismo y religiones»
«Siempre he querido ser un sacerdote del diálogo en el mundo», culmina, incidiendo en que «quisiera seguir estando disponible desde lo más pequeño, porque creo que mi llamada no es para los maestros, sino para los ministros».