No ver a los emigrantes es un pecado terrible, que nos cerrará la puerta de entrada al Reino de los cielos. Lo dijo Jesús, y su palabra va a misa
(José Manuel Vidal).- Santiago Agrelo es un obispo gallego destinado en Tánger. Allí vive en primera persona e intenta sanar las heridas de los emigrantes. Con misericordia y con denuncia. Por eso, el obispo-profeta está en el punto de mira del Gobierno del PP, que llegó a acusarlo recientemente, ante las autoridades vaticanas por sus denuncias de las concertinas y de las devoluciones en caliente. «No creo que deba disculparme con ningún ministro», dice el prelado de los emigrantes desamparados. Y sigue condenando las concertinas, las devoluciones en caliente y el que «no veamos a los emigrantes».
¿Qué opina del hecho de que varios ministros del Gobierno, entre ellos el del Interior, Jorge Fernández, se hayan quejado de usted, con nombre y apellidos, ante las autoridades vaticanas?
Me preocuparía que se quejasen de mí los pobres. A ellos he de pedir perdón, pues de muchas maneras, aun esforzándome en darles lo que en justicia es suyo, los puedo herir, muy fácilmente se les puede humillar. No creo que nadie en ningún Ministerio tenga motivo para perder un minuto conmigo. Y no creo que deba disculparme con ningún Mnistro.
También «acusaron» a Cáritas, Confer y a la comisión episcopal de Migraciones.
Ésas son instituciones de la Iglesia que tienen una gran autoridad moral. Su voz merece que todos la escuchen con respeto, con discernimiento, con voluntad de colaboración, pues apela a la conciencia personal y señala responsabilidades que son de todos en la sociedad. No sería prudente menospreciarla o temerla como si fuese la voz de un enemigo.
¿Le van a callar este tiepo de presiones? ¿Le condicionan, al menos, o seguirá siendo la voz de los emigrantes?
No he recibido presiones de nadie, ni siquiera consejos, a no ser que se consideren presiones las injurias con que nos obsequian algunos amigos o la frialdad y el desprecio con que se refieren a los emigrantes algunas personas. En realidad, ese lenguaje, que nada dice de los emigrantes y tampoco de mí, dice muchísimo de quienes lo emplean, deja al desnudo una gran indigencia moral. Y eso sí me presiona, pues considero que parte importante de la misión que se me ha confiado es también la de orar por esas personas que, a mi entender, están en mayor necesidad, si cabe, que los mismos emigrantes.
Su denuncia profética le trae sinsabores, ¿pero también satisfacciones?
Una de las mayores satisfacciones que se puede sentir en la vida es dar a los pobres un motivo de alegría, evitarles un sufrimiento, mitigar una necesidad, verlos disfrutar con algo que has podido ofrecerles. Te atraviesa el corazón oír que te dicen: «gracias», cuando eres tú el que les está agradecido porque, por el pan que les dejas, ellos te dan a Cristo. En este trabajo no hay más sinsabor que el de verlos sufrir, y el de perderlos cuando la muerte se queda con ellos.
¿Se siente especialmente respaldado, en estos momentos, por los dichos y los hechos del Papa Francisco?
Me he sentido siempre fuertemente respaldado por la Iglesia de Tánger, por sus instituciones, por sus fieles. Con los Papas, primero con Benedicto XVI y ahora con el Papa Francisco, no he intercambiado más de dos frases de saludo y de cariño. Quiero suponer que ese saludo y ese cariño son a su modo un respaldo para mí y para mi trabajo.
Otra cosa es la sintonía teológica, pastoral, social, espiritual… El Papa Francisco va diciendo cosas que a mí me gusta decir, va abriendo caminos por los que a mí me gustaría transitar, va encendiendo luces con las que a mí me gustaría iluminar… Ha acercado el evangelio al corazón de mucha gente que ya no sabía que esa palabra significaba una buena noticia para ellos. Le ha devuelto a la Iglesia la mística de la alegría, usa un lenguaje que sale de la vida y va derecho la vida de la gente, nos ha habituado a una mirada de ternura sobre la humanidad que sufre… En eso espero, deseo, pido parecerme algo a él.
¿Con las vallas, las concertinas y las devoluciones en caliente el Gobierno español está incumpliendo la ley europea y atentando contra los derechos humanos?
Acostumbro e distinguir razones según quienes sean los destinatarios de la reflexión: Si de los emigrantes de he hablar a políticos, a intelectuales, a ciudadanos, buscaré un ámbito de racionalidad compartida en el que podamos encontrarnos. En ese ámbito, considero que las concertinas son mutiladoras, y por eso mismo inhumanas, por mucho que se intente justificarlas con sinrazones de seguridad. Las devoluciones en caliente privan a las personas de derechos que les ha reconocido la Declaración Universal de Derechos Humanos. Esa violación de derechos fundamentales y universales se vuelve perversa cuando sus víctimas son gentes que nada pueden hacer para reclamar que se les respete. Ahora, si de los emigrantes he de hablar a creyentes cristianos, entonces las razones son otras: Entre el pobre y el poder, el creyente está con el pobre, siempre, por nulas que sean las razones de su pretensión, pues para el creyente, el pobre tiene una razón concluyente: ¡Que es pobre!
¿Desalojados del monte Gurugú, a dónde se han ido los emigrantes?
Las informaciones hablaban de traslado a ciudades del sur de Marruecos. Las últimas noticias que me llegaron de la zona de Nador indicaban que, volvía a haber necesidad de mantas, de plásticos, en fin, de lo indispensable para sobrevivir que había sido destruido en las redadas del Gurugú. Lo cual quiere decir que no todos fueron deportados, o que algunos de los deportados ya empiezan a regresar. Pero yo no sabría cuál es la realidad: sólo sé que volvemos a cubrir necesidades que habíamos cubierto antes.
¿Ha recibido algún apoyo o aliento, directo o indirecto, del Papa y del Vaticano por su labor de denuncia y de defensa de los emigrantes?
No lo he pedido. Creo que no es eso lo que necesitamos. Necesitamos abrir brecha en la conciencia de la sociedad, y en ese terreno son muchos, muchísimos, los apoyos que recibimos.
¿Es un pecado que los cristianos sigamos viendo a los emigrantes como una amenaza?
Pecado terrible es que no los veamos, que los ignoremos, que los abandonemos en su necesidad. Digo que es pecado terrible, pues todo indica que nos cerrará la puerta de entrada al Reino de los cielos. Lo dijo Jesús, y su palabra va a misa.
¿Comparte la iniciativa del cardenal Cañizares de entregar a los pobres el 10% del presupuesto de la diócesis, de los sueldos de obispos, curas y monjas e, incluso, vender algunos inmuebles o entregar los vacíos a los pobres?
Ésas son cosas que han de concordar los implicados. Yo no pensaría en disponer de los bienes de los demás. De los míos, tampoco apartaré para nadie el 10% de mis ingresos. Con el necesitado se comparte lo que se tiene. Es siempre el poco de harina y el poco de aceite de la viuda, compartidos con el profeta hambriento. No faltará para todos si se comparte lo poco que se tiene.
¿La Cuaresma, con su ayuno y abstinencia podía ser una ocasión propicia para hacerlo?
El ayuno, lo entiendo como un ejercicio para aprender eso que Santa Teresa expresó con su «solo Dios basta». Puede ser ayuno de alimentos, pero es sobre todo ayuno de pretensiones, es aprendizaje de pobreza, es dejar libre nuestra vida para que en ella viva el Señor.
Anuladas las pretensiones, la vida quedará disponible para Dios, a quien no vemos, y para los pobres, a quienes tenemos a la vista.
Cuánto primero los veamos, primero habremos empezado a ser cristianos.
¿Qué va hacer cuando presente la renuncia al Papa por motivos de edad?
Volver al convento, a disposición de mis superiores: Volver a ser un hermano menor.