El Papa transmitió su «más sentido pésame y paternal cercanía»

Osoro, en el funeral de Alberto Iniesta: «Amó a todos, con todas las consecuencias»

Blázquez, Amigo, Benavente, Herráez, Camino, Rodríguez, Franco, Martínez o Gil Tamayo, en el funeral

Sus manos fueron ungidas para bendecir y perdonar, sus labios inspirados a predicar el Evangelio, y su corazón, a acoger paternalmente a todos los hombres

(Archimadrid).- La Colegiata de San Isidro ha acogido este lunes por la tarde el funeral por el alma de monseñor Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de la archidiócesis de Madrid, fallecido en su diócesis natal de Albacete el domingo 3 de enero. Acompañado, entre otros, por el cardenal arzobispo de Valladolidad y presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Ricardo Blázquez; el obispo de Albacete, monseñor Ciriaco Benavente; el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino; el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río; el arzobispo de Burgos, monseñor Fidel Herráez; el arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez; el arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez; el obispo de Segovia, monseñor César Franco; el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, monseñor Carlos Amigo; el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo; los vicarios episcopales y numerosos sacerdotes, el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, presidió el funeral del que fue obispo auxiliar de la archidiócesis entre 1972 y1998.

Durante la homilía, el arzobispo agradeció a monseñor Ciriaco Benavente, obispo de Albacete, «el cuidado y mimo hacia don Alberto». Monseñor Osoro, que coincidió con el obispo Iniesta durante su estancia en el seminario albaceteño, dio gracias a Dios por «el tiempo compartido con él cuando yo era jefe de la colonia de Cáritas y en los retiros que nos daba en el Colegio Mayor de El Salvador».

Monseñor Osoro, que desde que es arzobispo de Madrid ha mantenido una conversación mensual con don Alberto, recordó «cómo estos últimos años se venía preparando para la muerte. En nuestros encuentros me iba diciendo lo que estaba viviendo y lo que quería. Y se resume en estas palabras del apóstol: «En la vida y en la muerte, somos de Dios»».

El obispo auxiliar, que durante sus años de pastoral en Madrid trabajó especialmente en el barrio de Vallecas, dejó un gran legado entre sus fieles. «Cuando llegábamos esta mañana monseñor Benavente y yo con el cuerpo de don Alberto, nos hemos encontrado con una persona mayor que venía con su esposo y su hija. Llorando me decía que tenía que estar aquí, porque el Evangelio lo conoció gracias a monseñor Iniesta durante su etapa en Vallecas», recordó monseñor Osoro.

«Vivió apasionadamente con palabras y obras la certeza de que el Señor le acompañaba, y él se quería dejar acompañar». Su lugar favorito de la casa sacerdotal «era la capilla. ¡Cuántas horas de oración y adoración tuvo allí estos últimos años de su vida! Y siempre, porque era algo que formaba parte de su existencia». El que fue obispo auxiliar de Madrid «quiso vivir en el amor, no en la muerte. Por eso se agarró de la mano del Señor y por eso pudo decir «Yo, pero ya no yo». Así amó a todos, con todas las consecuencias».

Para monseñor Osoro, el amor marcó la vida del obispo Iniesta: «Por amor llegó un 4 de enero de 1923. Hoy cumpliría 93 años. Por amor fue ordenado sacerdote el 13 de julio de 1958 en Albacete. Por amor se entregó al servicio de la Iglesia en la diócesis albaceteña como formador del seminario, y por amor a la Iglesia en 1972 fue ordenado obispo auxiliar de Madrid. Por amor renunció al gobierno pastoral en 1998, pasando a ser auxiliar emérito de Madrid. Ha pasado de la muerte a la vida, porque amó. Con esta convicción vivió don Alberto».

El Papa Francisco envió, a través de su secretario de Estado, Pietro Parolin, un telegrama dirigido a monseñor Osoro y a los familiares, sacerdotes y fieles de la archidiócesis de Madrid. El Pontífice transmitió su «más sentido pésame y paternal cercanía» a todos y ofreció sufragios «por el eterno descanso» de monseñor Iniesta, «quien con ejemplar celo y entrega pastoral sirvió durante tantos años a la Iglesia».

Al final del funeral, el arzobispo de Madrid ha tenido de nuevo unas palabras para monseñor Alberto Iniesta: «Sus manos fueron ungidas para bendecir y perdonar, sus labios inspirados a predicar el Evangelio, y su corazón, a acoger paternalmente a todos los hombres. Este último adiós está marcado por la gratitud y el reconocimiento hacia una vida sacerdotal y episcopal gastada en el servicio de Dios y de la Iglesia. Que en esta oración le siga encomendando las manos del Padre Celestial con la intercesión de la Santísima Virgen María, en esta advocación de Santa María la Real de la Almudena, y de todos los santos pastores». Después, el obispo auxiliar emérito ha sido enterrado en la capilla de Nuestra Señora del Buen Consejo de la misma Colegiata.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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