Creer que lo mío es lo único bueno, y que el otro tiene que convertirse a lo mío, es un error. No, no es así. Hay que ir cediendo, como nos enseña el Evangelio. Acercarte al otro y escuchar lo bueno que el otro tiene y desde ahí caminar juntos
(Jesús Bastante).- Lleva ya nueve meses al frente de la Iglesia de Barcelona. Juan José Omella, uno de los hombres de más confianza del Papa Francisco en España, inauguró ayer el XXIII Curso de Formación en DSI, organizado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social, que él preside. En uno de los recesos, habla en exclusiva para RD.
Buenos días, don Juan José
Buenos días.
Nos encontramos en la sede de la Fundación Pablo VI, en el congreso anual de Pastoral Social.
Sí, es un curso que organiza nuestra comisión de la pastoral social de la CEE, es nuestro 23 aniversario, estamos muy contentos. Y este año hemos dedicado el simposio a la cultura del encuentro.
-Que es una de las claves de bóveda del pontificado de Francisco
Ciertamente, y que nos viene bien a todos recordar, porque vivimos en una sociedad muy plural, cada vez más, y tenemos que estar cada vez más abiertos a ese diálogo, a ese encuentro, para construir una sociedad de auténtica convivencia y respeto. Porque si no, no sé dónde nos abocaría
-Curiosamente, hablamos de cultura del encuentro cuando nos encontramos en una sociedad del desencuentro, donde es difícil llegar a acuerdo alguno, en: En lo social, en lo político, incluso en lo religioso. ¿Cómo actuar frente a esta realidad?
Sí, ciertamente, lo estamos viendo. Empezando en la familia: cuántos dramas vemos por esa incapacidad del encuentro, y no digo ya en la política, o dentro de la Iglesia. El Papa insiste mucho en acoger al otro, integrar y juntos caminar. Ahí tenemos que hacer un esfuerzo, porque estamos jugándonos el bien de la sociedad, el bien común, lo que supone ser plurales, diversos… Es como la imagen del arco iris: gracias a esos colores distintos, vemos esa imagen tan bella. En la pluralidad está la riqueza, y yo creo que tenemos que aprender este lenguaje, y no el de la uniformidad, que es querer imponer nuestros criterios. Creo que tenemos que aprender a no ser tan autorreferenciales, tan egocéntricos.
-Sí es verdad que en una sociedad de blancos y negros, donde los matices parecen importar cada vez menos, resulta más importante esta cultura del encuentro…
Creer que lo mío es lo único bueno, y que el otro tiene que convertirse a lo mío, es un error. No, no es así. Hay que ir cediendo, como nos enseña el Evangelio. Acercarte al otro y escuchar lo bueno que el otro tiene y desde ahí caminar juntos, sin renunciar, ojo, sin ser sincretistas. Yo te aporto mi visión, mis matices, tú me aportas los tuyos. Ni lo tuyo ni lo mío, sino lo nuestro, construir un proceso común. Pactando. El otro siempre tiene algo bueno que decir. Esto no significa que siempre tenga que aceptarlo y coincidir, pero eso te cuestiona y te abre a la acogida de la diversidad.
-Nueve meses en Barcelona. ¿Cómo se siente en su nueva diócesis?
Estoy muy a gusto, me han acogido muy bien, y lo voy constatando, cuando voy por las parroquias, por la calle, en los distintos encuentros. La acogida es muy buena. Los catalanes tienen la costumbre de convivir con la gente. Barcelona es una ciudad muy cosmopolita, y eso también se nota en mi caso. Han acogido muy bien a un obispo aragonés, que viene de fuera. Vamos intentando vislumbrar el futuro, no con lo que yo pienso, sino en conjunto con todo el equipo de gobierno, y con la sociedad, en la medida de lo posible. Debemos trabajar de una manera más sinodal, teniendo en cuenta a los demás y entre todos hacer ese proyecto de futuro, de reforma y de compromiso
-¿Qué supone para usted el nombramiento de Taltavull como administrador apostólico en Mallorca?
Eso me va a poner un poco en cuestión. Yo me apoyaba mucho en él, gracias a todo lo que él me ha enseñado, me ha asesorado… Me ha hecho mucho bien. Ahora tendremos que compartirlo, pero él no dejará de estar en Barcelona. Está claro que el trabajo se le va a acumular, porque va a tener que ir y venir y trabajar entregadamente allá y acá. Y él tiene esa actitud. A Dios gracias está fuerte, está bien de salud, tiene muchas ganas de trabajar, se le ve: es muy vitalista, pero ciertamente va a tener que medir sus fuerzas. Y yo voy a tener que medir las mías, no vaya a ser que al final, los dos nos agotemos. Me parece un servicio bonito a la Iglesia, que nos ha pedido el Papa, y en ese sentido hay generosidad, tanto por parte de la diócesis de Barcelona, como por parte del obispo auxiliar, que está abierto a lo que pida el Papa y la Iglesia. Eso es lo que él ha hecho, y lo que hemos hecho también la diócesis de Barcelona.
-¿Qué tal se maneja con el catalán?
Ningún problema. Sí me dicen que les gusta mi acento, de la franja, que es muy bonito. Hablo catalán con acento de mi pueblo. Y hago lo posible por decir las cosas con el catalán de Barcelona, porque tiene sus singularidades. Pero cuando voy a mi pueblo se me olvida. El catalán «barceloní» me cuesta un poco, no lo domino, pero el catalán sí, eso sí, con ese acento de mi pueblo, de la franja…
-¿Un saludo para los lectores de Religión Digital?
Un saludo, que sigais trabajando también vosotros, todos los que leéis y oís Religión Digital, que trabajéis desde vuestro ámbito por esa cultura del encuentro, que es tan del Papa Francisco, y que por otra parte es tan del Evangelio. Ojalá que cada uno desde su pequeño ámbito trabaje también en esa línea.