"Con el cariño de la gente estoy abrumado", dice el nuevo auxiliar de Madrid

José Cobo: «Sueño con una Iglesia que sea lugar de encuentro, que sea casa de todos»

"Un lugar donde ayudemos a que se caigan los muros para tender puentes"

José Cobo: "Sueño con una Iglesia que sea lugar de encuentro, que sea casa de todos"
José Cobo, nuevo obispo auxiliar de Madrid RD

Yo he aprendido en todos estos años que Dios es el que conduce mi vida y que, hondamente, lo que me ha ido pidiendo es el servicio en cada momento

(José M. Vidal).- «En tu misericordia confiar y servir». Ese es el lema episcopal que ha escogido uno de los tres nuevos obispos auxiliares de Madrid, José Cobo. Son los dos principales objetivos -«confiar y servir»- que se ha propuesto para cuando se ordene el próximo 17 de febrero.  Y todo al servicio de lo que califica como una «Iglesia de encuentro», «donde todos aprendamos a ser más humanos».

El cardenal Osoro pidió al Papa obispos auxiliares, y Francisco le concedió nada menos que tres de una atacada. Hoy tenemos con nosotros a uno de ellos, se llama José Cobo, y es el flamante nuevo obispo auxiliar de Madrid, todavía no ordenado. Vamos a charlar con él sobre su pasado y a presentarle a todos los lectores de Religión Digital.

Buenos días José.

Buenos días.

¿Cuándo te ordenas?

Ahora estamos en un tiempo de transición, de asentamiento cada uno de nosotros, para ir digiriendo y acogiendo la noticia. El día 17 de febrero, en la catedral de la Almudena a las doce de la mañana, seremos, los tres, consagrados obispos.

Por el arzobispo, me imagino.

Sí, y por algunos obispos más que han dicho que vienen.

¿Y el nuncio?

Sí.

¿Tienes ya lema?

Eso me está cayendo ahora; cuando me lo preguntan, yo pienso: ¡Dios mío! Porque en la ordenación yo tenía un pasaje de Isaías, que era el que había escogido: «El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que acoja la vida como discípulo…». Pero eso sería muy largo. Y en estos días, viendo un poco el trayecto de mi vida y lo que quería, extraigo dos cosas fundamentales, que son el confiarme a la misericordia de Dios y el servir, que es lo que Asís despertó en mi vocación. He puesto las ideas en orden y será algo así como «En tu misericordia confiar y servir».

En latín, tiene que ser.

Será en latín.

Lo exige el escudo.

Lo exige la convención general, pero vamos, lo entiendo yo más en castellano, entonces…

O sea: «Misericordia y servicio».

«En tu misericordia confiar y servir».

Lo que significa que esos van a a ser tus objetivos como obispo.

Han sido, un poco, los que han argumentado mi vida y mi vocación sacerdotal y, por lo tanto, es mi fortaleza, lo que puedo ofrecer yo ahora mismo a la Iglesia y a la comunidad cristiana.

¿El escudo, también lo tienes ya?

Sí.

¿Es muy complicado hacer eso?

Yo no sabía hacer escudos. Y he de confesar que no me fijaba en los escudos de otros obispos. Pero he ido viendo y yo lo que quería es, visualmente, más que hacer un estandarte feudal, expresar cuatro ofrecimientos y cuatro gestos con gran significado para mí.

¿Cuáles son?

He puesto en el centro una cruz, además una cruz con las cinco llagas del resucitado, que ha sido una referencia en mi vida.

Después una campana, porque siempre, la misión de la campana es convocar al pueblo de Dios en los buenos y en los malos momentos, y estar ahí. El sonido de la campana siempre me ha conmovido, y creo que tiene mucho que ver con mi vocación y con lo que he sentido de servicio al pueblo de Dios.

La palabra de Dios, que es la me ha guiado y el instrumento de lectura de la realidad diaria.

En forma de libro, imagino.

Sí. Y abajo, una jofaina: desde la obligación sacerdotal, la significación del lavatorio siempre me ha conmovido. Yo siempre he convocado ahí porque creo que es lugar de aprendizaje del discípulo, de donde nace la eucaristía y de donde nace la Iglesia; desde el colocarse de rodillas y lavar los pies de los otros. Y dejar que Cristo nos lave los pies también a cada uno.

Y, por último, he colocado una muralla rota con una estrella al fondo. La patrona de mi pueblo es la Virgen de la Estrella.

¿Qué pueblo?

El Sabiote, Jaén. Y la muralla rota es de cuando se descubrió la Virgen de la Almudena, que aparece cuando se cae una muralla. Para mí eso siempre ha tenido un significado muy profundo. Es la catedral donde me ordené. Nuestro estreno allí, las ordenaciones. Y donde va a ser mi ordenación, también, como obispo. Es un lugar especial, también para aprender todo lo que el lugar tiene que decirnos. Y para mí, el descubrir a María y su significación como primera discípula. Cuando se cae una muralla me sugiere también líneas de acción de cara al futuro y formas de estar y de ser Iglesia, también en Madrid.

Mucho simbolismo, ¿no?

Sí. Aquella que rompe muros. Siempre, esa figura me ha dado mucho que pensar y mucho que rezar.

Tender puentes…

Y romper muros. Y dejar que nuestro ministerio, que nuestra Iglesia, sea un lugar donde ayudemos a que se caigan los muros para tender puentes.

Línea de Francisco, muchos de esos símbolos: la jofaina…

Bueno, son signos de la Iglesia de todos lados: la campana, la jofaina… Signos de nuestra tradición, que yo he intentado vivir. Son referencias para mí.

O sea, que has recopilado en tu escudo todo tu pasado, toda tu memoria, y su proyección hacia el futuro.

Así es. Yo entendí que eso era lo que tenía que hacer; cómo, visualmente, en unos cuantos puntos de referencia, expresar de dónde vengo y mis pobres fortalezas, que son pobres, pero son las que tengo. Y esto es lo que ofrezco a la Iglesia. Y en las manos de la misericordia de Dios. Porque eso es el lema.

Hablemos de quién eres, de tu pasado: naciste en Jaén, estudiaste derecho, ¿en la Complutense?

Sí.

Terminaste la carrera de derecho y después entras en el seminario.

Sí.

Eres, lo que llamábamos antes, vocación tardía. Aunque me imagino que ya no se dice así.

Se llama vocación tardía. Pero yo no sé si es así. Justo el otro día lo hablaba con el resto de los hermanos. Yo siempre he estado en una parroquia: desde que era joven, mientras estaba en la universidad y también estaba en proyectos sociales. Quiero decir que el diálogo con la fe siempre ha estado presente en mi vida.

Que tardaste en decidir.

Pero siempre me ha gustado el derecho y también, antes de decidir el ministerio sacerdotal, siempre me imaginaba defendiendo. Me identificaba con ello. Lo que pasa es que según fue avanzando la carrera, fui viendo cómo había también otra llamada más profunda.

¿Hubo un momento en que tuviste la caída del caballo?

No. Lo mío ha sido crecimiento, poco a poco. Pequeños síes que han ido dando paso a un sí mayor. Fue justo cuando estaba en el último año de carrera, y gracias al abrazo y los interrogantes de mi grupo de la parroquia y a que estaba trabajando, también, en Proyecto Hombre, cuando descubrí también la identificación con el servicio. Que Dios me estaba pidiendo una cosa más profunda. No solamente responderle profesionalmente, sino responderle desde la raíz de mi vida.

Es significativo que el cardenal, que es vocación tardía, os haya elegido a tres personas que habéis hecho carreras civiles y que, de alguna manera, también sois vocación tardía, aunque tú dices prolongada.

Es verdad. Aunque va siendo una tónica, va siendo común. La verdad es, que ahora mismo, dentro de Madrid, el clero es muy variado. Últimamente se va dando la nota de que vayamos entrando y siendo ordenados gente que hayamos tenido alguna experiencia universitaria. Que ha sido en esos momentos de la universidad donde se ha gestando más profundamente la vocación.

Has estado en Hermandades, ahora me acabas de decir que en Proyecto Hombre. Has estado en distintas parroquias, sobre todo en Aluche, ¿qué conservas de todo esto?

Un itinerario de aprendizaje, de discipulado. Mucho aprecio de la gente, lo estoy notando estos días; gente de parroquias por las que he pasado, que tienen una alegría muy grande. Yo he aprendido en todos estos años que Dios es el que conduce mi vida y que, hondamente, lo que me ha ido pidiendo es el servicio en cada momento, la identificación con la gente en cada momento, el aprender a pastorear eso y a servir juntos. Ayudar a que se vayan conformando comunidades cristianas es lo que me ha dado vida, y donde he ido aprendiendo el paso de Dios.

Estarán orgullosos de que seas obispo: «Uno de los nuestros es obispo», dirán.

Sí, sí. Con el cariño de la gente estoy un poco sobrecogido y abrumado. Yo creo que los tres. En ningún momento me imaginaba que la gente lo iba a vivir con tanta pasión. Que se alegren y se identifiquen conmigo, me agrada. La gente de las parroquias ven que estamos vinculados. Porque yo creo que, cuando pasamos por una parroquia, no pasamos con un empresario, nos enraizamos, nos vinculamos afectivamente. Entonces, cuando uno se empasta mucho con la comunidad, con la gente, todo lo que nos pase a todos, nos afecta. Nos alegramos y también lloramos.

¿Cuál es tu modelo de Iglesia? Sabemos que hay distintas sensibilidades, distintos posicionamientos en torno al Vaticano II ¿Dónde te sitúas, exactamente? Parece que todo el mundo te sitúa en el sector más social, digamos, más abierto.

He aprendido, durante todos estos años de estar en la parroquia, que la Iglesia no la pongo yo, sino que me la va poniendo la gente. Cuando uno sale del seminario tiene un modelo de cura, una posición. Pero vas viendo que, cuando entra en una parroquia, un cura tiene que aprender a ser pastor de todos.

Es verdad que la gente quiere etiquetarnos cuando vas a una parroquia o cuando entras a ser obispo, pero si algo he aprendido estos años es que nuestro servicio es a todos. Y yo sueño con una Iglesia de todos. Donde todos quepamos. El pastor es aquel que descubre los carismas que tiene alrededor e intenta unificarlos. Ser para todos y hacer que todos quepan.

Yo pienso que, ahora mismo, y el Papa nos lo ha dicho mucho, lo que tenemos que intentar es una Iglesia donde quepamos todos. Que antes que la etiqueta está el servicio a todos. Y eso es lo que he ido aprendiendo: servir a todos, a la comunión. Que donde hay personas con distintas sensibilidades, están llamadas a entenderse. Y nuestro papel es crear esos puentes que decíamos. Bastantes muros nos ponen ya, dentro y fuera, como para que nosotros sigamos generándolos.

Ahora sueño con una Iglesia que sea lugar de encuentro, que sea casa de todos y donde todos aprendamos a ser más humanos. Que esto no viene solo del Papa, sino desde las raíces más profundas de la Iglesia.

Fuiste vicario durante estos dos últimos años. ¿Cómo ves el clero de Madrid?

El clero de Madrid es grande, plural, entregadísimo. En estos años de vicario me he sorprendido de las historias.

Fuiste vicario de la Vicaría II. ¿Qué zona es?

Sí. La Vicaría II comprende desde la Biblioteca Nacional en Madrid, la Castellana, el Barrio de Salamanca, Ventas, La Elipa, San Blas, Canillejas… Prácticamente hasta el aeropuerto.

Tiene de todo.

De todo. Y en unas zonas tan plurales, he descubierto que hay sacerdotes muy entregados. Que están desgastando su vida por servir a sus comunidades cristianas. Estoy encontrando un clero muy en consonancia con sus comunidades. Que tiene dificultades para acoger los cambios culturales, los cambios dentro de la Iglesia, que es un clero en una generación muy de bisagra, donde tenemos que sostener el pasado y construir el futuro. Pero sostenerlo a dos manos. E intenta abrirse a esos retos, pero todo en clave de desgaste, de servicio y de muchísima generosidad.

Yo he aprendido mucho de los curas de la vicaría, y se lo digo. Intentamos generar espacios de encuentro donde compartir nuestra vida, y donde poder hablar, no solo de ideologías y de planteamientos, sino desde nuestra vida. Y es fenomenal encontrarse las visiones del Evangelio, las visiones del mundo. Historias concretas que nos suceden en las parroquias. Ahí es donde realmente nos la estamos jugando. Y esa es la experiencia que voy teniendo del clero; un clero muy implicado y muy atento a la lectura concreta que hay en cada caso. Las historias concretas del paso de Dios por nuestras vidas.

¿Es cierto lo que dicen muchos curas de cierta edad, los que vivieron en el Vaticano II: que el clero ha cambiado mucho en los últimos años, que se formó de otra manera en los seminarios, que se necesita en estos momentos un cambio de chip y de adaptación a los nuevos tiempos que vienen de Roma?

Adaptación, siempre. Cualquier sacerdote, cualquier fiel cristiano. Lo que intentamos es encarnarnos en cada realidad concreta. El Papa nos dice que no solo estamos en una época de cambio, sino que estamos en un momento crucial, es un cambio de época. Y este cambio es para todos. Y también para los discípulos de Jesucristo que intentamos descubrir su paso en la historia.

Los sacerdotes también. Yo admiro a los sacerdotes mayores; han hecho un ejercicio de muchos cambios. De ser educados en una realidad, a hacerse a otra realidad. Intentando mantener la tensión del Evangelio en cambios, en renovaciones políticas, sociales y mantenerse en ese ejercicio. Ahora mismo, tenemos que hacerlo igual.

¿Los jóvenes están dispuestos a hacer ese cambio, esa conversión pastoral que pide el Papa y por eso fustiga constantemente el clericalismo, al cura funcionario?

Sí, yo creo que el Papa nos espabila porque conoce muy bien los lastres que podemos tener, personales ¿eh? No podemos decir que esto es generacional. Y son nuestros pecados que tenemos como discípulos y como sacerdotes. El Papa es valiente para retratarnos y advertirnos.

Pero yo creo que a todos nos cuesta, no es una cuestión de edad. Es un ejercicio de conversión que cuesta a todo el mundo y el Papa habla con la confianza del pastor que se dirige a los matrimonios, a los sacerdotes, y lo habla desde la experiencia de pastor. Y la conversión nos cuesta a todos, porque es una tarea y una dureza espiritual. Y también a los sacerdotes.

¿Te sientes querido por los sacerdotes de todas las edades?

Yo he ido viendo la Iglesia como mi familia. Mi experiencia de estos dos últimos años de vicario episcopal, que al principio iba con cierta reticencia, porque pensaba en que «un párroco que viene de Aluche y de repente aquí…» Pero la respuesta que he visto es la de que los curas nos queremos. Es verdad. Sería infiel si no lo dijera. Y siento que dentro del clero tenemos muchas posturas, que somos plurales pero hay algo que nos une: el respeto. El poder ir a una parroquia y saludar a un sacerdote, sea como sea, y el tomarnos un café juntos. O el que cuando tiene una fiesta, luego nos vamos a comer y hablamos de nuestras cosas. Y que aunque a veces coincidimos y otras no, sabemos que estamos en lo mismo.

O sea, que no hay trincheras, no hay fronteras.

No. Yo no veo fronteras. Porque ahora mismo, y desde mi experiencia de vicario, los centros están claros. Cuando voy a una parroquia me encuentro con un pastor que está al servicio de una parroquia y al servicio de la comunidad. Y nos une la atención a la comunidad. Podemos pensar cosas distintas, pero nos une lo mismo: el servicio a la comunidad y la fidelidad al sacerdocio. Y yo ahí me encuentro respaldado, respetado, gracias a Dios. Puedo decir que mi paso por la Vicaría II me ha dejado grandes amigos sacerdotes.

Gran parte de la reforma del Papa dependerá de cómo se sitúe la jerarquía y el clero. ¿O no?

Yo creo que no, que el cambio en la Iglesia depende de todos. A veces hacemos una lectura excesivamente clerical de la Iglesia. Pero mi experiencia es de que el cambio no solo me lo pedía a mí; yo tenía que hacer un ejercicio de cambio, de conversión, pero me tenía que reunir con los cursos de pastoral y teníamos que ir a un cambio de actitudes, y este proceso no solo es de un grupo, sino de todos.

Si queremos hacer una Iglesia de encuentro, que vaya asumiendo este cambio de época, tenemos que convocar un cambio de actitud de todos. Y creo que ahí la vida del laicado es también importante en nuestra Iglesia. Y va teniendo cierta relevancia. Con lo cual, convocar un cambio es convocarlo para todos, donde vayamos los pastores, la pastoral y todas comunidades cristianas.

En mi pequeña experiencia parroquial, cuando hemos querido ir construyendo una comunidad cristiana y haciendo un cambio, a mí me ha ayudado la gente a convertirme. A veces infravaloramos el potencial que tiene la vida laical. La responsabilidad que tenemos todos los bautizados en la evangelización de la Iglesia, y que muchas veces, también es la vida del bautizado, la vida laical la que nos transforma a nosotros.

¿Se le está dando suficiente cancha a esa corresponsabilidad de los laicos en la Iglesia? En la Iglesia de Madrid, en este caso.

Yo creo que sí. Convocamos, lo que pasa es que la dirección o el ritmo no lo ponemos nosotros. También Dios va sorprendiéndonos. Y también en la Iglesia de Madrid, en estos últimos años, desde la llamada que hizo el cardenal don Carlos a rezar el cambio, el plan diocesano de evangelización. Él podía haber venido y dar unas pistas y decir que todo el mundo tenía que cambiar por ahí. Pero él nos convocó, y a mí me enseñó mucho, a poner a todas las comunidades cristianas a rezar, escuchar la palabra de Dios, y desde ahí que propongan los lugares de cambio.

El plan de nueva evangelización.

Desde la oración de cada comunidad. Que sean los laicos, la vida consagrada, los sacerdotes, los que juntos planteemos, desde la oración y la escucha de la palabra, las grandes líneas de cambio. Y en eso estamos. Este año termina todo ese proceso de discernimiento.

También es evidente que hay resistencias. Las tiene el Papa en Roma y me imagino que el cardenal Osoro también las tiene en Madrid.

Sí, bueno, más que resistencias… Yo creo que el clero de Madrid es amplio, y opina. En todo proceso de discernimiento y de reflexión, hay libertad. Y lo bueno es que en un proceso de reflexión interna de la Iglesia hay distintas luces, porque si no esto sería uniforme, y hay una riqueza y un enriquecimiento.

En este proceso hay un enriquecimiento, porque se va intentando escuchar desde los órganos de gobierno de la diócesis, desde las distintas parroquias, desde todo este acontecimiento de escucha de unos y otros, donde se están baremando y diciendo qué propuestas claras va habiendo. Creo que sí hay posturas distintas, pero creo que hay un afecto y un deseo general de responder a lo que Dios está pidiendo a la Iglesia.

Entonces, que hay una reflexión interna: cierto. Podemos explicar las cosas y es sano y es bueno que dentro de nuestras parroquias y dentro de los órganos de la Iglesia nos hablemos con libertad.

O sea, que estáis construyendo una Iglesia poliédrica, en la que quepan todos sin perder sus especificidades.

Esa es la esencia de la Iglesia: que sea una comunidad de encuentro. Que sea una familia donde todos podamos explicarnos y responder a lo que tenemos. No es que nos estemos mirando continuamente a nosotros. Ni que hagamos un edificio cerrado donde estemos muy a gusto. La función de la Iglesia es estar al servicio de los otros. Mirando la misión que Dios nos ha puesto, que está fuera de nosotros. Tenemos experiencias, historias, noticias preciosas que no son para nosotros, que son para contarlas a otros. Y para tener un espacio de puertas abiertas donde cada cual pueda encontrar una buena noticia.

Por cierto, ¿se cuenta bien la vida en la Iglesia de Madrid?

Yo creo que la contamos bien, porque la vida de la Iglesia no solo se cuenta a través de medios, que está muy bien y hay un esfuerzo. Pero donde se cuenta, yo creo que es en la base. La vida de la Iglesia se cuenta en cada parroquia, cada domingo. Se cuenta en los despachos de Cáritas cuando un grupo de personas van a visitar a los ancianos que están solos. En los trabajos, cuando uno tiene que decir: yo voy a misa los domingos.

Yo creo que va por ahí. Y ahí, tenemos una bondad y una penetración y una capacidad de dar la buena noticia, increíble.

Eres optimista… Muchas veces nos dicen que no hay vocaciones, que en misa solo hay personas mayores, que los jóvenes no conectan, que no somos capaces de conectar con ellos… Te veo más optimista que la media.

Yo creo que esto es una oportunidad. No es un problema. La Iglesia ha pasado por peores épocas. Lo que pasa es que estamos en un cambio. Y es un cambio/ oportunidad para nosotros. Y mira, puede que para, en muchos sitios, despojarnos de lo que no nos sirve. Pero también, sobre todo, para ver nuestras fortalezas. Y nuestra vida laical y de nuestras comunidades cristianas, que es muy rica.

Que somos mayores, bueno. Pero es que así es nuestra sociedad. Qué le vamos a hacer. Eso no es un mal.

¿Se puede conectar con la gente joven?

La preocupación de la gente joven siempre ha estado en la vida de la Iglesia. Y creo que se conecta en cuanto tenemos buenas noticias que dar. Eso de que solo la gente joven puede dar la buena noticia, pienso que no es verdad. Yo me he convertido y los curas mayores me han ayudado un montón. Y las personas mayores de la parroquia, cuando he sido muy joven, han sido un instrumento de acercamiento para mí. Y ha sido un acicate.

El problema no es de edad. Es de aceptar y de querer comunicar una buena noticia. Por ahí es por donde nos la jugamos, y ahora mismo, la Iglesia sí tiene grandes valores para eso y grandes testimonios.

Había una especie de barrera, yo no sé si se ha derribado, que era la falta de credibilidad social de la institución. En todas las encuestas de valoración, la Iglesia católica era una de las peor valoradas. ¿Eso se está superando, se está rompiendo?

No sé los datos sociológicos, lo que yo puedo decirte, desde la vida de barrio, que es donde he estado veinte años, es que la gente normal, cuando tiene un problema va a la parroquia. Cuando le sobra ropa, la deja en la puerta de la parroquia porque sabe que ahí la reparten. Es decir, que independientemente de la credibilidad, o de lo que den los números, la Iglesia, en concreto en Madrid, ha sido muy cercana. Y siempre se ha sabido que hemos estado cerca de la gente que está sufriendo, y eso lo conocemos todos. Y me quedo con eso.

He trabajado mucho, también, en Cáritas diocesana, y sí he visto que en cada barrio, en cada rincón de Madrid, hay una presencia de la Iglesia que está cerca de los que sufren. Que está computada o no a la hora de medir la credibilidad, no lo sé. Pero lo que sí veo es, que yo voy a Aluche y en cada rincón hay una atención. Que si me voy a San Blas, en cada rincón hay una atención y un grupo de gente que está enamorada del barrio y que quiere servir al barrio. Y eso la gente lo sabe, independientemente de las estadísticas.

Una pregunta de actualidad: ¿Qué sentimientos te provoca la situación de Cataluña?

La primera visión que tengo de Cataluña es por mis amigos. Lo que me comunican es una sensación de dureza ante el enfrentamiento que están viviendo las familias, y la preocupación por este enfrentamiento. Eso es lo que más me duele ahora mismo.

Creo que esa experiencia que están viviendo es la que acogemos aquí. Ellos me dicen, a veces, que desde aquí no vemos los problemas igual que allí, y yo también acojo eso. Pienso que aquí y allí, como siempre, en la Iglesia tenemos el reto de ser lugar de encuentro y de luchar por el bien común en general. Eso es un planteamiento que también hemos tenido siempre. El adoptar una postura donde los distintos planteamientos políticos e ideológicos son legítimos, pero siempre convocando a luchar por el bien común, por el encuentro. El dar paso a políticas de consenso es lo más sensato en estos momentos. Lo digo desde la visión particular de los que me hablan de ello.

Lo que pasa es que esa visión particular sí que se ha roto por parte de algún colectivo de curas catalán.

No se ha roto lo fundamental: la doctrina de la Iglesia que piensa que el Estado no es una ideología, sino que se va haciendo históricamente, se va conformando a través de su desarrollo en los tiempos. Eso no se ha roto. Tampoco se ha roto el deseo de trabajar por el bien común.

Efectivamente, cuando uno entra en la disquisición diaria, puede haber posturas que la Iglesia en general las puede aceptar o no, pero son planteamientos muy puntuales. Pero en lo concreto, no creo que se haya roto.

Cuando uno entra en la política, se embarra muchas veces y puede tomar decisiones que no todo el mundo consensúa. Lo que sí es verdad es que nosotros, como pastores, sí estamos llamados a crear encuentro antes que posicionarnos, porque cada postura es legítima, pero ninguna abarca todo el planteamiento evangélico. Ninguna.

La gente en Madrid ¿tiene asumido ese planteamiento de que los curas sois capaces de unir extremos, incluso Podemos y PP? ¿Y que la gente en la Iglesia está por encima de las ideologías?

Es una experiencia que hemos tenido.

¿Sí?

En los barrios ha habido de todo. La parroquia siempre ha sido un sitio de encuentro en toda la historia y en la última historia de nuestro país. Y lugares donde ha acudido la gente siempre que ha necesitado algo. Y hasta las reuniones de vecinos eran en la parroquia. Es una experiencia muy bonita que tenemos. Es verdad que no se ha hecho relato de ella, pero así ha sido. Es con esa historia con la que yo me quedo.

Lugares de encuentro y de solidaridad y de mucha ayuda… ¿A qué te vas a dedicar? ¿Te ha dicho ya algo el cardenal?

Estamos todavía tejiendo lo que queremos. Nos hemos dejado unos días de asumir la situación. Para ir reflexionando un poco todo esto, ir aceptando, también en mi caso, qué tipo de llamada me va pidiendo Dios. Pero el reparto de tareas todavía no lo hemos hecho.

¿Te gustaría ir a Vallecas?

Vallecas o San Blas. Madrid es muy grande.

Lo digo por lo simbólico de Iniesta, de esa época.

Yo he estado en Vallecas en mi época de seminarista y conservo de allí grandes recuerdos y grandes amigos. Pero luego he estado en Carabanchel, en Aluche, ahora en la Vicaría II, que también hay grandes zonas… En Madrid, las periferias son muy intensas.

Y llegan casi al centro.

Sí, son más existenciales que locales.

Terminamos con el Papa: acaba de llama de llamar por teléfono a Pepe Castillo. ¿Qué te parece? ¿Es algo significativo, o simplemente una llamada más que el Papa hace a un teólogo marginado durante muchos años?

El Papa llama mucho, ¿eh? Y me parece espectacular. Antes te decía la visión de pastor que va llamando a todo el mundo. Me parece genial que pueda descolgar el teléfono y llame a unos y a otros, para dar aliento a todos. Pienso que es esto lo que está haciendo: que todo el mundo sienta que está en sintonía con la Iglesia, y que todo el mundo sienta que «adelante». Yo creo que es tiempo donde tenemos que ayudarnos a caminar juntos, y a responder juntos. Y llama a un teólogo y luego a alguien que está en la trinchera de la misión… El Papa va gestionando y apoyando distintos ámbitos.

Pero ¿es una especie de rehabilitación de una teología popular que conecta mucho, también con Francisco? ¿O no? O simplemente lo interpretas como una llamada más personal.

Yo es que creo que el Papa puede llamar a quien quiera. Y es bueno. El hablar con las personas es muy bueno. De ahí, a hacer lecturas de posturas teológicas, pues no. No lo sé. Solo soy un pobre obispo electo, y creo que eso habría que preguntárselo al Papa.

¿Te entusiasma esta tendencia que está marcando el Papa de reforma, de primavera? ¿La ilusión que ha desencadenado en la Iglesia? ¿Eres de los que se ha subido al carro y está invitando a la gente a que le siga?

Ayer tuvimos la presentación de un libro y la gente comentaba eso: a veces los curas no nos ilusionan para subirnos a este carro y ponernos en marcha al cien por cien.

A mí todo aquel que dé esperanza, me ilusiona. Y si es el Papa, mucho más. Ahora mismo estamos en un tiempo precioso. En cada etapa Dios nos da los pastores que necesitamos; estoy convencido. Y que ahora el Papa, recogiendo todo lo que había sembrado de antes, todo lo que se sembró ya en el Concilio, esté planteando una época que yo diría es más de conversión pastoral, de ofrecer espacios conjuntos, de ilusionarnos a todos, de cambiar actitudes, a mí me encanta.

Esta época la estoy viviendo con la intensidad que he vivido otras y sabiendo que esto de la Iglesia no son puzzles, no son piezas que vamos encajado; yo lo veo más como un árbol que va creciendo y cuyas ramas se apoyan unas en otras. Y ahora mismo estamos en una rama preciosa y yo estoy muy ilusionado.

¿Es irreversible?

Siempre. Si vamos a una lectura de ramas y no de puzzle, todo paso que se da en la Iglesia, todo paso que damos juntos de fidelidad al Evangelio, es un paso de buena noticia y una siembra, en definitiva, que otros recogerán. Y la siembra es irreversible.

Pero las ramas se pueden cortar.

Siempre, pero el árbol seguirá estando ahí.

¿Y seguirá creciendo y brotando?

Siempre. Incluso cuando está seco como el tronco de Jesé, siempre aparecerá una rama que brote.

Muchas gracias. Ha sido un placer. Que tengas mucha suerte. El pueblo de Madrid lo necesita.

Eso, rezad por los nuevos obispos, que lo necesitamos.

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Antes de decidir el ministerio sacerdotal, siempre me imaginaba defendiendo. Me identificaba con ello

Yo he aprendido en todos estos años que Dios es el que conduce mi vida y que, hondamente, lo que me ha ido pidiendo es el servicio en cada momento

Ayudar a que se vayan conformando comunidades cristianas es lo que me ha dado vida, y donde he ido aprendiendo el paso de Dios

Cuando [los curas] pasamos por una parroquia, no pasamos con un empresario, nos enraizamos, nos vinculamos afectivamente

El pastor es aquel que descubre los carismas que tiene alrededor e intenta unificarlos. Ser para todos y hacer que todos quepan

Antes que la etiqueta está el servicio a todos. Y eso es lo que he ido aprendiendo: servir a todos, a la comunión

Bastantes muros nos ponen ya, dentro y fuera, como para que nosotros sigamos generándolos

Ahora sueño con una Iglesia que sea lugar de encuentro, que sea casa de todos y donde todos aprendamos a ser más humanos

El Papa nos dice que no solo estamos en una época de cambio, sino que estamos en un momento crucial, es un cambio de época

Dentro del clero [de Madrid] tenemos muchas posturas, que somos plurales pero hay algo que nos une: el respeto

El cambio en la Iglesia depende de todos. A veces hacemos una lectura excesivamente clerical de la Iglesia

Si queremos hacer una Iglesia de encuentro, que vaya asumiendo este cambio de época, tenemos que convocar un cambio de actitud de todos

Que sean los laicos, la vida consagrada, los sacerdotes, los que juntos planteemos, desde la oración y la escucha de la palabra, las grandes líneas de cambio

Es bueno que dentro de nuestras parroquias y dentro de los órganos de la Iglesia nos hablemos con libertad

La función de la Iglesia es estar al servicio de los otros. Mirando la misión que Dios nos ha puesto, que está fuera de nosotros

Lo que pasa es que estamos en un cambio. Y es un cambio/ oportunidad para nosotros. Y mira, puede que para, en muchos sitios, despojarnos de lo que no nos sirve

Independientemente de la credibilidad, o de lo que den los números, la Iglesia, en concreto en Madrid, ha sido muy cercana

[En Cataluña] en la Iglesia tenemos el reto de ser lugar de encuentro y de luchar por el bien común en general

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En Madrid, las periferias son muy intensas… más existenciales que locales

El Papa está haciendo que todo el mundo sienta que está en sintonía con la Iglesia, y que todo el mundo sienta que «adelante»

A mí todo aquel que dé esperanza, me ilusiona. Y si es el Papa, mucho más

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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