"Las inercias nos pesan mucho", afirma el vicario de evangelización

Carlos Aguilar: «Hay un cambio de época, no una época de cambio»

"Hacer las cosas porque 'siempre se han hecho así' sigue siendo la gran dificultad que sentimos"

Carlos Aguilar: "Hay un cambio de época, no una época de cambio"
Carlos Aguilar, vicario episcopal de evangelización de la archidiócesis de Madrid RD

Estamos en una diócesis viva, donde se ve que el Espíritu está animando cosas, que hay mucha gente que está abierta a esta acción del Espíritu y que responde con generosidad

(Jesús Bastante).- La de Madrid es una Iglesia «que tiene ganas de crecer, de transformarse, de adaptarse», también a la ‘revolución franciscana’. Lo afirma Carlos Aguilar, vicario episcopal de evangelización de la archidiócesis, quien hizo balance con RD de los tres años del Plan Diocesano de Evangelización y explicó algunas de las ideas que el cardenal Carlos Osoro tiene en mente para el futuro.

Hoy nos acompaña Carlos Aguilar. Bienvenido.

Hola.

Eres vicario episcopal de evangelización de la diócesis de Madrid. Ahora estáis cerrando prácticamente el tercer año del Plan diocesano de evangelización. Que no le habéis llamado «pastoral», sino «diocesano». ¿Por qué? ¿Hay alguna diferencia?

Don Carlos dice que ya en su última etapa en Valencia, después de muchos planes de pastoral, habían entrado en una dinámica que servía de poco. Por eso comenzó a cambiarlo. En vez de crear un plan más elaborado con gente más o menos técnica, vicarios y demás, propuso el método de la Lectio Divina, que se basa en la lectura y reflexión directamente de los textos, para que todos juntos, escuchando la palabra de Dios en la diócesis viéramos a qué nos invita el Señor a la Iglesia en concreto.

Esto coincidió con la aparición de la exhortación de la Evangelii gaudium, donde el papa Francisco les dice a los obispos: yo no os voy a decir lo que tenéis que hacer, discernirlo vosotros mismos.

Hay un discernimiento de la Iglesia para ver qué es lo que hay renovar, que es lo que hay que potenciar, qué hay cambiar en definitiva. Don Carlos nos propuso el cambio de que la pastoral de evangelización fuera un tiempo de discernimiento; de escucha de la palabra, de discernimiento comunitario para sacar conclusiones de cómo actuar como Iglesia.

Es verdad que hay alguna diferencia, porque aunque lo diocesano siempre aparece, el que se coloque al principio a toda la diócesis implica que toda la diócesis está en el plan de evangelización, no solo en pastoral.

De cara a la evangelización, sí. A finales de febrero de 2015, cuatro meses después de tomar posesión, don Carlos nos reunió en seminario de Madrid al consejo episcopal, al consejo presbiteral, a los arciprestes de la diócesis y a la vida consagrada para presentarnos estas ideas. Los que nos dijo fue: vamos a traducir la Evangelii gaudium a nuestra nuestra realidad de la diócesis de Madrid. Y lo vamos a hacer con el método que es el más tradicional de la Iglesia, que es la Lectio Divina, para que nos sirva como instrumento para el discernimiento pastoral.

Creo que una de las cosas más interesantes que ha tenido el plan es el que hayamos incorporado la herramienta del discernimiento para la pastoral, y no solamente para las situaciones personales.

Sí, porque a veces tendemos a separar, a hacer compartimentos estanco: la oración por un lado, el discernimiento por otro, la acción por otro…

Curiosamente ha sido una de las cosas donde ha habido sus dificultades, porque a los gente le gustaba mucho hacer las sesiones de la lectio. El trabajo estaba dividido en tres sesiones: la primera, donde lo que se veía era el texto de la Evangelii Gaudium, qué se tenia que trabajar y el texto bíblico sobre el que había que hacer luego la lectio.

Una segunda parte que era de Lectio Divina, donde la gente decía: qué bonito esto de escuchar juntos la palabra de Dios, reflexionarla, etc.

Y luego había una tercera parte, que era de contestar las preguntas y hacer las propuestas, que era la más difícil.

La más arriesgada también.

Bueno, no tanto. Solo reflejaba la dificultad de traducir en propuestas esa escucha de la palabra. La falta de costumbre hacía que mucha gente se quedara bloqueada a la hora de tener que hacer propuestas. A veces se decía: es que es tan rica la oración, la reflexión, el compartir la palabra, que cuando tratamos de traducirlo en propuestas, como que se nos queda muy pobre. Y es verdad que, a veces, cuando tratamos de concretar, nos cuesta bastante. De hecho, ha habido bastantes grupos que hacían el trabajo, pero no mandaban las propuestas. Ha costado un poco, sí.

Desde tu experiencia de estos tres años de trabajo, ¿cuales han sido los puntos más intensos? Los que más te han sorprendido a ti que, quieras o no, has sido el encargado también de coordinar y de ver cómo se aplicaría.

Una de las cosas más interesantes, primero, ha sido descubrir esta inmensa riqueza que tiene la diócesis de Madrid en personas, en instituciones, en iniciativas, en experiencias evangelizadoras, en experiencias formativas, de vida espiritual, etc. Cuando nos venían las propuestas (este material que venía de los grupos, siempre se ha compartido desde la página web) nos sorprendía la riqueza de los resultados. A veces, los mismos protagonistas, por el hecho de estar ya sumergidos en ese ambiente, no son conscientes de lo que eso supone de novedad, de innovación, etc., porque es su realidad, es su vida. Al ser compartido, unos ven lo que hacen otros y eso anima a hacerlo también, porque ven que se puede.

Muchas veces nos damos cuenta de que nuestro vecino, nuestro compañero de vicaría o de otra, está haciendo algo que tú también lo puedes aplicar. Es la colaboración, que funciona.

Y nosotros, a la hora de recoger iniciativas, hemos visto la de cosas que se han ido haciendo a lo largo de estos tres años.

Ahora que hablas de otras vicarías, me gustaría mencionar cómo la vicaría Social y de innovación ha puesto en marcha la Escuela de educación permanente de Doctrina Social de la Iglesia, la Mesa de la hospitalidad, la Mesa de la comunión, etc., que son, en ese sentido, experiencias muy interesantes. También la catequesis, por ejemplo, que se ha puesto en marcha sirviéndose de medios como el streaming, etc. Y una escuela de formación para catequistas, donde han participado presencialmente en torno a unas cien personas, pero por vía de los medios en torno a doscientas y pico. Ahí se conectan todas las semanas personas de España y de Latinoamérica. Todas estas cosas, cuánto ayudan.

Y luego, iniciativas de primer anuncio, como por ejemplo del tema de los desayunos de café con churros que hay en san Agustín de Guadalix, donde se juntan todos los sábados para discutir de temas personas creyentes y no creyentes. Estos temas pueden tener que ver con las experiencia de la fe, su vivencia.

En torno a una mesa, que es como la hacía Jesús.

En torno a un café con churros los sábados por la mañana. Que ahora hacen también el rosario. Van por el pueblo rezándolo. Y donde sobre todo participan varones. A veces, a estas iniciativas formativas vienen sobre todo mujeres, pero aquí es distinto. El compartir todo esto ha sido una de las cosas más enriquecedoras para todos. Y nos alienta a actuar y ver que no es tan complicado.

Lo difícil es, una vez que se comparte, ponerlo en marcha.

Ponerlo en marcha, que a veces se hace casi sin querer. Nos contaba Nacho, el párroco de San Agustín, que casi había salido solo, que había ido surgiendo y que la gente se va incorporando. O parroquias donde matrimonios jóvenes han empezado experiencias de catequesis porque, dados los horarios que tienen, son los padres los que se responsabilizan de sus hijos y, a partir de ahí, se han ido incorporado en la vida parroquial como familia.

Es uno de los grandes desafíos, la pastoral familiar.

Era uno de los segundos retos cuando, en el segundo año, hablábamos de los desafíos: de las nuevas pobrezas que salían una era el tema de los jóvenes y el de las familias. La necesidad de fortalecer los lazos familiares, que es una de las cosas donde más se ha insistido. Por ejemplo, otra de las experiencias que más se ha valorado se está haciendo desde los COF (Centros de Orientación Familiar): la experiencias de las ITV’s familiares, el tema del reloj de la familia.

Y hay otro magnífico, de Fernando Vidal.

Pues todas esas experiencias que se han ido poniendo de manifiesto y compartiendo en el Plan diocesano de evangelización, ahí aparecen. Es de las cosas más valiosas del plan.

Vamos a dejar los retos para el final pero, ¿se puede hacer un diagnóstico de la Iglesia de Madrid a la luz de estos tres años de trabajo? o ¿te atreves a hacerlo?

Es lo de siempre; cuando estás dentro, a veces no tienes la suficiente perspectiva para poder valorarlo todo. Seguro que alguien desde fuera lo puede hacer mucho mejor.

Pero al menos el diagnóstico indica que estamos en una diócesis viva, donde se ve que el Espíritu está animando cosas, que hay mucha gente que está abierta a esta acción del Espíritu y que responde con generosidad a lo que el Espíritu está suscitando. Y eso es de agradecer. Contar con una diócesis que tiene ganas de crecer, de transformarse, de adaptarse, también a lo que nos está viniendo. Que es consciente de que hay un cambio de época, no una época de cambio.

Todo esto está muy presente, aunque también es verdad que la diócesis se tiene que abrir a otras realidades y empezar a cambiar un poco la mentalidad. También, en este sentido, es consciente de que hay esas limitaciones de lo del «siempre se ha hecho así» que nos sigue condicionando las sinergias y demás, pero que está abierta a esto; que quiere integrar a muchas otras realidades a la vida de la Iglesia que, poco a poco, se va abriendo a este dinamismo de salir al que nos ha invitado el papa Francisco. Y todavía hay algo que nos pesa mucho y es el tema de las inercias.

En todas las instituciones ocurre, pero más en las que llevan muchísimo tiempo, como es el territorio español, donde la Iglesia tiene una presencia que no tiene otra institución.

A veces dicen: «esto es muy clerical».

No, los laicos somos muy clericales. (Ríe)

Lo de «siempre se ha hecho así», que nos pasa a los catequistas, a los grupos de liturgia, hay que combatirlo. Evidentemente hay cosas que funcionan bien y nos las vamos a cambiar por cambiar pero, hacer las cosas porque-siempre-se-ha-hecho-así, sin reflexionar, sigue siendo la gran dificultad que sentimos y es donde tenemos que hacer un esfuerzo de conversión pastoral. Ahí tenemos un reto muy claro, y contamos para ello con la lectura de la Evangelii gaudium, como hemos propuesto en el plan, con el método de la Lectio Divina para la lectura de la palabra de Dios, que creo que nos ha puesto en este camino. Ahora bien, como tú dices, el barco es muy grande.

También es verdad que cuando los barcos grandes se ponen en camino, es más fácil que lo recorran.

Aunque sea muy pequeño el ángulo de salida, el recorrido es muy amplio. Confiamos en que el Espíritu nos vaya llevando.

Porque, si no, corremos el riesgo de que sea solo la corriente la que nos va llevando. ¿Nota el carisma de don Carlos en el plan y en estos casi cuatro años de episcopado?

En octubre terminará el cuarto año y comenzará el quinto. Y sin duda que este plan fue ideado por él. Todos recordaremos siempre ese día, a finales de febrero, en el seminario diocesano cuando él nos mostró el power point con el Plan diocesano de evangelización. Es claramente su impronta personal, que nace de todo su recorrido tanto en la diócesis como sacerdote con responsabilidades pastorales en Santander, como en las diócesis por las que había pasado en Asturias, Oviedo y Valencia.

Él siempre dice que fue en la última etapa, en Valencia, donde comenzó el cambio.

Y favorecido por algo tan potente como la Evangelii gaudium, que es el programa pastoral del papa Francisco para la Iglesia.

Su aparición fue providencial, sin duda. Y por eso él considera que es nuestra tarea la de traducir la encíclica. Ha promovido el plan de una manera entusiasta: cada año ha ido, vicaría por vicaría, reuniéndose con todas las personas de la diócesis para plantearles lo que iba ser el plan, animando a participar. Se reunió con la vida consagrada, con los movimientos de apostolado seglar, etc. Se ha desvivido para que este movimiento saliera adelante. Sin duda en el plan está su alma, su espíritu y su carisma.

Cuando hablamos del Plan diocesano de evangelización, no hablamos única y exclusivamente del hacia dentro, sino de una realidad de evangelización también hacia afuera. No pasa solo en Madrid, ni siquiera solo en España, yo creo que es un dato que afecta especialmente a Europa, pero la percepción que se tiene desde la sociedad de la Iglesia como institución, no muestra su mejor época pese a que probablemente el papa Francisco sea uno de los referentes morales de nuestra sociedad globalizada.

¿Cómo hacer para no perder el tren de los cambios que se están dando en la sociedad madrileña -si quieres nos centramos en ella especialmente-, sin dejar de ser iglesia?

Una de las cosas, (y esto también ha aparecido en el plan cuando preguntábamos a propósito de qué relaciones teníamos que cuidar más) surge de lo que la gente de los grupos nos decía: «tenemos que empezar a cuidar ya nuestro mundo de relaciones, porque cada uno en nuestras familias ya tenemos esta diversidad, y se da esta convivencia con todo tipo de realidades».

Es donde, por tanto, los católicos tenemos que empezar a situarnos, a escucharnos, a conocer esa realidad, a relacionarnos con ella y a partir de ahí a compartir lo que somos, que es una de las frases que decía mucho la gente. «Mostrar lo que somos». Utilizamos el texto de san Pedro y san Juan cuando van al templo a la oración, y se encuentran en la puerta hermosa con aquel lisiado que pedía limosna. Y le dicen: «no tenemos ni oro ni plata, te damos lo que tenemos: en nombre de Jesucristo echa a andar». Y decía mucha gente: «pues lo que le pedían al Espíritu es la valentía para ellos mismos en sus ambientes de relaciones».

Para concluir, estos tres años de Plan diocesano de evangelización terminan. ¿Y ahora qué?

Nuestro arzobispo don Carlos lo tiene muy bien pensado porque, de hecho, cuando este año íbamos planteando todo este trabajo para el presente curso, él más bien ya hablaba del futuro. Y nos ha planteado comenzar ahora el Año mariano, porque tenemos la providencia de que el plan diocesano concluye justo cuando se cumplen los veinticinco años de la consagración de nuestra Catedral de la Almudena. Tenemos la suerte de contar con un templo-catedral que ha sido consagrada por un papa.

Sí, en Europa es difícil.

Sí. Creo recordar que era la primera vez que se producía tal evento. Por eso, y para tener todo el año que viene un Año mariano, hemos preparado un plan para seguir con la Lectio Divina, también en tres núcleos, y todos los grupos que quieran prepararlo pueden hacerlo.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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