Arregui cree que "Munilla debería dimitir", porque, para él, "la diócesis va a ser ingobernable"
Cuando todavía no se han apagado los ecos de la carta que firmaron el 77% de los párrocos guipuzcoanos, el obispo designado de San Sebastián, José Ignacio Munilla, recibe un nuevo varapalo en forma de denuncia gravísima. El teólogo franciscano vasco, Joxe Arregui, le acusa de esconder en su ordenador una carpeta, con el nombre de «Mafia», que contenía «conspiraciones» y «maniobras eclesiales turbias», asi como «fichas» de algunos de sus compañeros de presbiterio.
En declaraciones a RD desde el santuario de Arantzazu, Arregui cuenta que, al ser nombrado obispo de Palencia, Munilla se dejo olvidada en el ordenador de la parroquia de Zumárraga, que había regentado hasta entonces, esa carpeta «comprometedora». Tanto que el nuevo obispo mandó a una persona «para hacer una copia de la misma y borrarla». Con tan mala fortuna que «la sorprendieron con las manos en la masa».
Al franciscano vasco le ofrecen «toda la credibilidad del mundo las fuentes» que le comentaron la existencia de la carpeta. Es «algo que se viene comentando en ciertos círculos desde hace tiempo y yo estoy moralmente seguro y convencido de que no es un bulo». Más aún, asegura que «podría dar detalles, pero no lo voy a hacer, al menos por ahora».
Eso sí asegura que en la carpeta hay «clarísimos elementos de conspiración o de maniobras eclesiales un poco turbias». Por ejemplo, «aparecen conversaciones y escritos de los obispos más integristas y agresivos de la Conferencia episcopal española». ¿Del cardenal Rouco, por ejemplo? «No va usted descaminado, pero también de otros».
Pero, según Arregui, eso no es lo peor. «Lo más grave es que en la carpeta aparecen fichas de determinados sacerdotes relevantes de la diócesis de Guipúzcoa. Y eso es lo que me huele mal. Me huele a algo policial. Con informaciones privadas y públicas, especialmente sobre su ideología política y el posicionamiento eclesiológico y pastoral de dichos sacerdotes»
De ahí que el religioso sintiese el «deber de hacer público el hecho, porque es demasiado importante. No era sano ni bueno mantener todo eso oculto».
Porque, además, esa carpeta con información tan delicada fue enviada «a muchas personas y a altas personalidades, algunas de mucha relevancia en Madrid e incluso al Vaticano«.
Para Arregui, la existencia de la carpeta de Munilla demuestra que «hay un plan o una estrategia preestablecida desde hace años». Un plan que consiste en «llevar a cabo la restauración del modelo eclesial preconciliar y marginar a los pocos obispos que quedan inspirados en el Vaticano II».
En esa «estrategia» se inscribe el nombramiento de Munilla que, según Arregui, también encierra claves políticas. «Se trata claramente de un nombramiento impuesto por Rouco Varela, un cardenal muy politizado y muy identificado con la derecha más agresiva de la política española».
Rouco que, según Arregui, siente «animadversión por Uriarte y, no digamos, por Setién», convenció a Roma para «imponer no sólo un obispo nacionalista español (algo tan digno y aceptable como ser nacionalista vasco), sino también un obispo que desautorice el nacionalismo vasco en aras del nacionalismo español. Y eso es lo inaceptable».
Una vez descubierto todo esto, amén del «gesto sin precedentes» de la carta firmada por los curas, Arregui cree que «Munilla debería dimitir», porque, para él, «la diócesis va a ser ingobernable». Pero, realista, el franciscano añade que «desgraciadamente, en la Iglesia no se suele dar marcha atrás, aunque sea algo de sentido común el que se repiense la situación».
Si decide seguir adelante, que es «lo más probable», no cree que Munilla «venga al asalto ni agresivo, sino que dejará que el tiempo y el cansancio vayan haciendo mella, mientras él se dedica a cuidar de su parcela del seminario. Al final, la maquinaria eclesiástica es muy fuerte y siempre acaba pudiendo«.