La primera llamada tras mi destitución fue la del cardenal de Madrid. Fue su último acto de desdoblamiento y un retrato íntegro del personaje. Porque si alguien había contribuído por omisión a mi salida de ABC había sido el cardenal arzobispo de Madrid
«Es criterio compartido, aunque silenciado, que Rouco Varela es el responsable y está en el origen de una grave crisis eclesial en España«. Así define el ex director de ABC, José Antonio Zarzalejos, al cardenal de Madrid, a quien dedica todo un capítulo de su último libro, «La destitución» (Península). Zarzalejos acusa a Rouco Varela de formar parte de un complot para escorar al PP, y a la misma Iglesia, hacia la derecha. Una estrategia capitaneada por la Cope y Esperanza Aguirre.
«La Conferencia Episcopal ha contraído una grave responsabilidad -que no ha saldado- con la propia Iglesia, con la derecha política española y con el sistema mediático español», asegura Zarzalejos, que acusa directamente al cardenal de Madrid de permitir los exabruptos de Federico Jiménez Losantos en Cope durante seis años. «A cambio, el prelado de Madrid obtenía una suerte de liderazgo en la penumbra sobre un amplio sector social y político ante el que se alzaba como interlocutor».
En el capítulo «Rouco y la Cope«, el ex director de ABC califica a Rouco como «un eclesiástico con una fuerte pulsión de poder». Así, revela que «Rouco tenía claro en marzo de 2004, cuando el PP perdió las elecciones y llegó al poder José Luis Rodríguez Zapatero, que Mariano Rajoy era un hombre débil y poco consistente y que, en su responsabilidad de jerarca del catolicismo, consustancial con España, no le quedaba otro remedio que alzarse en valedor de determinadas esencias cuya defensa (…) encomendó a Jiménez Losantos y a la movilización de los discípulos de Kiko Argüello«.
«La Cope, de 2003 a 2009 -prosigue Zarzalejos- fue la confirmación de la escasa capacidad política del cardenal y causa directa de la postración de la jerarquía católica, de la que todavía hoy no se ha recuperado». Sin embargo, y pese a achacar a Rouco no haber puesto coto a los desmanes de Losantos contra él y ABC, el periodista sólo demandó al locutor, y no a la Cope. En una conversación con Rouco, él se lo agradeció, pero pasaron de inmediato a otro tema peliagudo: el Alfa y Omega.
«El coste del Alfa y Omega (…). Aunque quise ayudar a que el producto mejorase con la colaboración económica que prestaría un grupo de empresarios a cambio, sólo de que la publicación se abriese a ‘todas las realidades de la Iglesia’ (…), el cardenal declinó la ayuda a través de su auxiliar, don César Franco, que me trasladó por escrito sus temores a que esas contribuciones pecuniarias presionasen sobre la independencia de criterio de la revista».
Hubo más problemas con respecto a la postura del diario de Vocento respecto a Educación para la Ciudadanía, donde ABC se posicionó al lado de las tesis de FERE. Sin embargo, apunta Zarzalejos, «el afán por el conflicto que parte de la jerarquía eclesiástica desarrolló siguiendo la estela del discurso belicista e irracional de Federico Jiménez Losantos hizo a la Igleisa un daño enorme», especialmente en materia educativa.
El Nuncio, Blázquez y Amigo fueron los únicos apoyos episcopales para ABC en esa época. En un momento dado, también Cañizares, a quien la «cuestión Cope» separó de Rouco Varela. Así lo cuenta Zarzalejos: «El 5 de abril de 2006 vino al periódico Antonio Cañizares (…). Durante el almuerzo se declaró preocupado por el modo en que derivaba la línea de la Cope y dijo comprender muy bien la postura de ABC y prometió que el ‘arreglo’ estaba próximo».
«La Destitución» también aborda cómo Rouco Varela «se encargó de inmediato» de que la Santa Sede «suspendiera la audiencia prevista» con Ruiz Gallardón para tratar el problema de Cope. Tampoco cuando el Rey llamó al cardenal «para reprocharle y protestar por los ataques que estaba recibiendo (…). Ni eso pareció impresionar al cardenal de Madrid, que siguió amparando al locutor».
El amparo de Rouco a Losantos, en opinión del ex director de ABC, «constituía un instrumento interno, en el episcopado, para disciplinar a los prelados que se apartaban de determinada ortodoxia». Rouco, además, «deseaba regresar a la presidencia de la Conferencia Episcopal Española, de la que le había desalojado el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, en marzo de 2005. Efectivamente, el 4 de marzo de 2008, el arzobispo de Madrid (…) volvía a la jefatura episcopal, gracias a los votos de los obispos cuyos nombramientos él había propiciado».
La aceptación, casi inmediata, de la renuncia del cardenal de Sevilla, Carlos Amigo, también es abordada en el libro: «El cardenal de Sevilla no quiso secundar, como otros, la fiebre movilizadora de Rouco, ni ser ariete sistemático contra las decisiones del presidente del Gobierno. Y Rouco quiso dejar claro -hasta la humillación- quién mandaba en la Iglesia española«.
Para terminar, un aspecto del cese de Zarzalejos. «La primera llamada tras mi destitución fue la del cardenal de Madrid. Fue su último acto de desdoblamiento y un retrato íntegro del personaje. Porque si alguien había contribuído por omisión -y quizá también con alguna acción- a mi salida de la dirección de ABC había sido, precisamente, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela».