Eliminar símbolos religiosos es segar la hierba bajo los pies de nuestra propia cultura y nuestros propios valores
(Jesús Bastante).- «Si en nuestra propia tradición no vamos a poder visibilizar los símbolos de nuestra cultura, ¿no estaremos negando nuestro futuro?», proclamó este mediodía el portavoz episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, durante la presentación de la nota que la Comisión Permanente del Episcopado ha publicado acerca de la inminente sentencia del Tribunal de Estrasburgo acerca de la retirada de los crucifijos en las escuelas públicas de Italia.
En su discurso, Camino proclamó cómo la Iglesia ha sido una de las principales promotoras de la separación Iglesia-Estado. Paradójicamente, y haciendo un curioso giro de la Historia, hizo ver cómo la Iglesia -a través de polémicas como la de las investiduras, afirmó- ha sido una de las garantes de la libertad religiosa y la laicidad desde el mismo siglo XIII. «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios», indicó Camino para insistir en que «suprimir el crucifijo es poner en peligro la separación Iglesia-Estado y la libertad religiosa».
En opinión del portavoz episcopal, «si se impone la desertización de los símbolos religiosos de la vida pública, ese vacío tendrá que ser lelnado con otros símbolos«. Otras «ofertas culturales, no siempre benéficas», como apunta el documento episcopal, aunque Martínez Camino puso especial hincapié en negar que se refiriera al Islam o a cualquier cultura concreta. «No se enjuiciio ninguna cultura en su globalidad». «La distinción entre la política y la religión sólo se ha dado en los ámbitos de tradición cristiana«, afirmó el obispo auxiliar de Madrid. «¿Vamos a impedir eso?».
Para Camino, la libertad religiosa es «un logro de las culturas inspiradas en el Cristianismo», olvidando tal vez episodios por los que la Iglesia ha tenido que pedir perdón, como las persecuciones religiosas en la Europa de la Contrarreforma o las Cruzadas. «Todos los logros de la civilización surgen en torno al crucifijo», añadió el portavoz, quien proclamó que «el Estado no puede imponer ni prohibir ninguna religión».
«Siempre ha habido Iglesia y Estado», defendió, curiosamente, Camino, el mismo que advirtió que «no se puede concebir la justa neutralidad del Estado» con la prohibición del crucifijo en los lugares públicos. «El Estado no impone ninguna fe, y eso está muy bien«, porque «eliminar símbolos religiosos es segar la hierba bajo los pies de nuestra propia cultura y nuestros propios valores», proclamó Camino, que concluyó advirtiendo del peligro de «pasar de la laicidad a un concepto de Estado que promueve el agnosticismo o el ateísmo».