“Estoy sorprendido y muy agradecido”
(José Manuel Vidal).-A sus 85 años menos dos meses, el arzobispo castrense emérito, José Manuel Estepa, recibe el premio de su vida: el birrete cardenalicio, que le convierte en Príncipe de la Iglesia y consejero especial del Papa Ratzinger. Un birrete de reconocimiento a su labor como redactor del Catecismo de la Iglesia y a su especial amistad con Su Majestad.
De hecho, en su presentación a los medios, el nuevo cardenal electo tuvo un recuerdo muy especial para el Rey y para las Fuerzas Armadas, a las que sirvió con celo y dedicación durante más de dos décadas.
Afable y cariñoso como siempre, el cardenal electo se presentó a los medios acompañado por monseñor Rouco Varela, en el arzobispado de Madrid, en vez de hacerlo en su antigua casa, el arzobispado castrense. También muy satisfecho, el purpurado madrileño dijo que el birrete de monseñor Estepa es «una alegría para la Iglesia de España y de Madrid, a las que prestó servicios excepcionales».
Estepa Llaurens comenzó confesando que había recibido la noticia la noche anterior por boca del Nuncio de Su Santidad, Renzo Fratini, «con sorpresa y con gratitud». Y añadía: «Dada mi edad, es un signo de amistad y benevolencia de su Santidad para conmigo«.
Para reflejar como se siente en estos momentos, recurrió a una especie de salmo: «Mi corazón está lleno de gozo por haber servido a la Iglesia como sacerdote y como obispo ya viejo, muy agradecido de haber trabajado mucho y de que me hayan dejado hacerlo»
Monseñor Estepa recordó sus 21 años de arzobispo castrense, un cargo desde el que consiguió «perfilar un nuevo estilo de pastoral para los militares, marcado por la búsqueda y la educación en la paz». Y, por supuesto, por llevar a las Fuerzas Armadas a Dios.
Entre sus recuerdos obligados, además de los militares, Estepa hizo una mención especial a Su Majestad y a la Casa Real. Y no se olvidó, tampoco, de sus referencias eclesiásticas: Pablo VI, el cardenal Tarancón y los obispos Elías Yanes y Fernando Sebastián. Toda una declaración de intenciones hacia jerarcas aperturistas.
La catequesis, centro de su vida pastoral
Monseñor Estepa fue uno de los cuatro principales redactores del catecismo de la Iglesia católica. En un equipo presidido por el entonces cardenal Ratzinger y en el que también estaban los ahora cardenales Levada, prefecto de Doctrina de la Fe, y Schonborn, arzobispo de Viena.
Recordaba Estepa, a este respecto, que «cuando Juan Pablo II nos encomendó el catecismo, parecía una tarea imposible, pero el Papa siempre decía que sería algo decisivo para la época contemporánea». Y, el entonces cardenal Ratzinger aseguraba: «No trabajamos para la primera década».
Una obra, pues, «de gran aliento y de futuro» que sigue siendo útil, .Especialmente en «estos momentos de confusión y de bajada de nivel, el Catecismo tiene un valor evangelizador enorme». Y, medio en broma medio en serio, añadía: «Y los informadores también necesitan el catecismo, para saber qué es lo que realmente dice la fe de la Iglesia».
De hecho, el nuevo cardenal cree que la catequesis y la educación en la fe sigue siendo fundamental, para que «los creyentes sean vertebrados y no invertebrados». Porque, incluso en épocas como ésta de «vientos fuertes», la Iglesia tiene que seguir catequizando y «amamantando en la fe a su hijos».
Porque, «al que se le ha dado el ser por el bautismo, tiene derecho a ser alimentado». Para ello, «lo que la Iglesia necesita es tranquilidad y paz, para educar en la fe a sus hijos».
«Un obispo español de los más españoles»
Esa ha sido y sigue siendo su gran «pasión», junto a la pastoral castrense. Quizás por eso se definió a sí mismo como «un obispo español de los más españoles», que dedicó su vida a educar en la fe a los militares. Y reconoce monseñor Estepa que, entre ellos encontró «gente estupenda, formidable, llena de caballerosidad y de solidez en la fe».
Y por ellos sigue trabajando, como consiliario nacional de los veteranos de las Fuerzas Armadas. Porque «me siento un pastor anciano, pero no inútil», sentenció Estepa.
No sabe muy bien en qué va a consistir su nueva labor («le preguntaré a mi amigo, el cardenal Rouco»), pero cree que se tratará «de estar a disposición del Papa» y quizás «explicar, como catequista, lo que él diga» y «arrimar el hombro en la caridad, en la acogida, en la benevolencia y en la cercanía«.
Cercanía y amabilidad siempre evidentes en el purpurado electo. Por ejemplo, cuando rehusó valorar la remodelación del Gobierno de Zapatero: «Yo no entiendo de esas cosas. En mi época de arzobispo castrense, me mantuve en estrecha relación con el ministerio de Defensa y con la Casa del Rey. Desde entonces, me dedico a leer la prensa«.
Y se despidió con la sonrisa de un anciano sabio y alegre. Y reivindicando el movimiento catequético español, como «el más silencioso, pero más eficaz de los últimos 30 o 40 años».