El domingo en que el templo de la Sagrada Família se vistió de solemnidad vaticana para ser dedicado al culto por el Papa de Roma, la elaborada liturgia prevista llevó a escena a siete religiosas que, con gran esmero, limpiaron el altar y pusieron los manteles. La imagen de las monjas realizando esa tarea rodeadas de varones inmóviles ha causado impacto en la sociedad catalana, y ha provocado malestar entre muchos católicos y católicas, que ven en la escena una metáfora visual del exiguo papel que la Iglesia católica concede a las mujeres. Lo cuenta María Paz López en La Vanguardia.
Las protagonistas, pertenecientes a una orden religiosa denominada Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote, no lo ven de esa manera, y afirman no comprender el porqué de tanto revuelo. «Para nosotras fue un regalo, fue llevar nuestra labor cotidiana a un momento muy solemne; lo hicimos encantadas, con entusiasmo y con ilusión», sostiene Antonia Cano, madre superiora de una pequeña comunidad de esta orden que cuida la sacristía de la catedral de Barcelona.
En la catedral son cuatro religiosas -dos españolas y dos mexicanas-, tres de las cuales subieron al presbiterio de la Sagrada Família en la misa del domingo, acompañadas por cuatro hermanas que acudieron de Valencia para la ocasión.
Inicialmente, su cometido en la misa papal de la Sagrada Família consistía en preparar y disponer todo lo necesario para la liturgia (cáliz, vinajeras, patena, copones, manteles…), y en supervisar el mobiliario y utillaje de la habitación de la planta baja en la que Benedicto XVI debía revestirse para la ceremonia. Pero el miércoles pasado, cuatro días antes de la celebración, el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, decidió que ellas se ocuparan también de colocar en el altar los manteles, que habían sido cosidos por las benedictinas del monasterio barcelonés de Sant Pere de les Puel·les.
Según el ritual de dedicación al culto de una iglesia, el oficiante -en este caso el Papa- unge el altar con crisma, una mezcla de aceite y perfumes para uso sacramental. Luego, el altar es incensado. «Terminada la incensación, unas religiosas secan la mesa del altar y colocan un lienzo impermeable -se lee en el misal editado para la ceremonia del domingo en la Sagrada Família-; luego cubren el altar con un mantel».
Cuando llegó ese momento, las siete religiosas de Cristo Sacerdote subieron al presbiterio. Se había derramado aceite en el suelo, y algunas de ellas tuvieron que agacharse para limpiar esas gotas, haciendo involuntariamente que la imagen resultase aún más punzante para muchos telespectadores. «¿Pero por qué se fijan sólo en ese acto de limpiar? Era una liturgia maravillosa, tendrían que informarse y estudiarla antes de hablar sobre eso -reprocha la madre superiora, una madrileña que lleva año y medio en la catedral de Barcelona-. Lo que hicimos fue un honor para nosotras, lo hicimos con gozo y gratitud al Señor, no porque estuviera el Papa, porque lo importante es la acción directa para el Señor».
Ellas recalcan que viven su cercanía al altar como un privilegio. La orden a la que pertenecen, fundada en 1927 en Irun por el sacerdote vasco José Pío Gurruchaga, se dedica a la atención al culto divino, es decir, «a cuidar todo lo necesario para la acción litúrgica de la Iglesia», según Antonia Cano. Eso implica «cuidar los ornamentos, las casullas y albas, los cálices, los copones…; los colocamos en los altares, en la credencia y en el sagrario; y nos ocupamos de que todo esté en condiciones para la celebración de la misa», explica la madre superiora en la sacristía de la catedral. Con la excepción de los 300 copones de cerámica realizados por las benedictinas de la abadía de Sant Benet, en lamontaña de Montserrat, todos los vasos sagrados que se utilizaron en la misa papal proceden de la catedral, y las hermanas están acabando de guardarlos bien.
La congregación, que cuenta con unas 200 religiosas en España, lleva 56 años en la seo barcelonesa. Tiene también casas en México, Argentina e Italia. En puridad, y aunque estas monjas se centran en la atención al culto, realizan otros servicios parroquiales, como llevar la comunión a enfermos y atender a los monaguillos. «El canónigo Gurruchaga fue un gran promotor de las misiones, la liturgia y la línea de colaboración de las mujeres en la Iglesia -arguye el sacerdote Josep M. Martí i Bonet, canónigo de la catedral-. Estas religiosas quieren ser las auxiliares de Cristo en el servicio del culto divino, especialmente en iglesias catedrales y parroquiales. Se consideran, a mi modo de ver, una especie de restauración de las diaconisas que tantos servicios prestaron en la Iglesia primitiva».
Con nostalgia de las diaconisas habla también la hermana María de la Luz Olvera, mexicana de Querétaro, atareada en la sacristía catedralicia: «Son recuerdos históricos que se están perdiendo, pero las mujeres de la Iglesia primitiva tenían mucha presencia en la liturgia». Cuenta esta religiosa que más de un feligrés le ha preguntado por la limpieza del altar durante la ceremonia del domingo. «Pero si en el trabajo de cada día lo que menos hacemos es limpiar», protesta.
Malestar entre alfunas religiosas
La visión de unas monjas limpiando el altar de la Sagrada Família en la misa papal ha sacudido a sectores de católicos de la archidiócesis de Barcelona, sacerdotes incluidos, que ven ahí la plasmación de la poca relevancia femenina en la Iglesia católica. Estos días, muchos de ellos han hecho llegar su malestar a las benedictinas del monasterio de Sant Pere de les Puel·les, porque estas religiosas cosieron los manteles para el altar, lo cual hizo circular la idea de que eran ellas las monjas que participaron en la ceremonia.
En el cenobio benedictino hay consternación por la concepción de la mujer en la Iglesia que, a su juicio, transmite esa imagen televisada. «En un momento de proyección mundial de Catalunya gracias a una ceremonia presidida por el Pontífice, se perdió la oportunidad de dar más relevancia al papel de la mujer en la Iglesia; eso nos ha dolido mucho«, argumenta Gertrudis Nin, abadesa de Sant Pere de les Puel·les.
Nin figura entre los signatarios del manifiesto catalanista de apoyo y bienvenida a Benedicto XVI suscrito por diversas personalidades civiles y eclesiásticas de Catalunya, que fue publicado en prensa italiana en vísperas del viaje. Por eso cree que «el domingo se desaprovechó una ocasión única de mostrar al mundo el papel de lasmujeres en la Iglesia catalana».
De similar parecer es Montserrat Biosca i Duch, presidenta del Col·lectiu Dones en l’Església, un grupo de católicas progresistas que lleva 25 años reivindicando más responsabilidad y visibilidad para las mujeres en la Iglesia. «Ha quedado patente, se ha evidenciado, que la jerarquía eclesial considera que la mujer tiene una misión diferente a la del hombre, que la mujer está sólo para prestar servicios secundarios -afirma Biosca, indignada-. Para los obispos y para el Vaticano, en la Iglesia no existe la paridad entre hombre y mujer». En su opinión, «la imagen de todos los obispos vestidos de blanco, y de ellas con hábito oscuro, parecía de otra época, de otros siglos».
La abadesa de Sant Pere de les Puel·les considera que «faltó sensibilidad hacia las mujeres por parte de los organizadores», y ellas lo han sentido especialmente, pues confeccionaron con ilusión los manteles para ese altar, un bloque de pórfido -piedra durísima- traído de Irán. También cosieron el cojín para la sede papal y otras piezas de tela, y pintaron la velita que encendió el Papa como ritual de iluminación de la nueva iglesia. La frase pintada era «Ego sum lux mundi / Jo sóc la llum del món», y el cirio fue encendido al poco de que las religiosas de Cristo Sacerdote limpiaran el altar y pusieran los manteles.
De ellas hablan con exquisito respeto todos los consultados por este diario. «Ellas ejercen así su vocación, es su libertad hacerlo; el problema es que haya hombres en la Iglesia católica que piensen que ese es un trabajo de mujeres», argumenta la presidenta de Dones en l’Església. Según ella, haber incluido a algún diácono o seminarista en esa tarea concreta habría sido una opción de paridad.