El principio de "somos un pueblo y tenemos derecho a decidir lo que nos convenga", - en el seno de Estados como el español y el camino recorrido juntos -, me parece abusivo e insolidario con los demás
(José I. Calleja).- Que la unidad de España no es un bien moral superior a todos los demás en la convivencia política, – esto es claro para mí -, pero que la unidad de los Pueblos de España es un asunto que compete a todos a la vez y que moralmente, – por mor del bien común y la solidaridad -, una salida que los mantenga unidos, es más justa que cualquier otra que los separe, lo veo claro.
Si la Constitución se utiliza políticamente contra algún Pueblo del Estado, y se traduce en injusticia contra su identidad y libertad, esto hay que resolverlo como problema de justicia, primero y propio. Pero el principio de «somos un pueblo y tenemos derecho a decidir lo que nos convenga», – en el seno de Estados como el español y el camino recorrido juntos -, me parece abusivo e insolidario con los demás.
Por eso creo que a las organizaciones cristianas de Catalunya que se han pronunciado por el derecho a decidir, no les corresponde definir, ¡en cuanto cristianas!, dónde hay una sola nación, y mucho menos callar que al derecho a decidir le sigue la obligación de hacerlo en solidaridad real con los pueblos con los que ya se convive, – y salvo injusticia insalvable -, para seguir unidos a ellos. Luego debieron pronunciarse no sobre el derecho a decidir, sino sobre si estamos ante un caso de injusticia insalvable, que es otro tema, y éste sí, bien cristiano.
Me parece que este cristianismo lee la Doctrina Social de la Iglesia sobre el derecho de autodeterminación de los pueblos de manera muy formalista, inconexa y con casi nula atención al principio de solidaridad. Y la verdad que me sorprende, porque a mí también me atrae quedarme a solas con los de mi país. Pero eso, «apetecer», «atraer», «gustar», «tentar», y la moral cristiana es otra cosa.