El excontable ha estimado que el dinero sustraído suponía anualmente en torno al 10 por ciento de la caja y que ésta podía haber albergado unos 20 millones de euros a lo largo de 10 años
El excontable de la Catedral de Santiago, Pedro Ceán, ha asegurado este lunes que la información económica en la basílica compostelana «no se trasladaba en su totalidad», dado que existía un «silencio» en torno a este tipo de cuestiones, y ha estimado que los desajustes detectados suponían la sustracción de en torno al 10 por ciento anual de la caja de la Catedral.
Pedro Ceán ha declarado como testigo en la primera jornada de la segunda semana del juicio por el robo del Códice Calixtino, que acoge los juzgados de Santiago y en el que están acusados José Manuel Fernández Castiñeiras, su mujer y su hijo.
Ceán Pose inició su labor en la Catedral de Santiago en el año 2002, bajo el mandato del administrador Manuel Iglesias, y fue el encargado de poner en marcha un programa informático para llevar las cuentas de la basílica. A su llegada, el contable quiso conocer el «saldo inicial de caja», pero tuvo que empezar la contabilidad a «cero» por desconocer esta información.
«Se le dijo al administrador que había que contar la caja de forma reiterada, pero él no lo hizo», ha indicado el testigo. En el primer arqueo, en agosto de 2003, el contable esperaba que «el saldo de caja fuese superior al de contabilidad», por iniciarse a cero, pero «no fue así», por lo que determinó que «faltaba dinero» y se lo trasladó a Manuel Iglesias.
Ante el tribunal, Pedro Ceán ha recordado que se volvieron a contar los fondos, pero que Manuel Iglesias le dijo que no podía falta dinero porque «sólo había una llave de la caja» y la tenía él. «Me dice que hay un error e incluso me llega a decir que el programa cuenta mal«, ha recordado el excontable.
Tras detectar el desajuste, el excontable ha afirmado que «incidió» al administrador en la necesidad de «hacer arqueos de caja mensualmente», algo que no se llevó a cabo. De hecho, desde el arqueo de 2003, Pedro Ceán ha contabilizado nuevos arqueos en 2005 y 2008. El testigo ha afirmado que hasta 2005 Manuel Iglesias estuvo convencido de que los desajustes eran motivados por un «error». Sin embargo, a partir de ahí, «el administrador empezó a mostrar ciertas dudas sobre que había un problema», algo que se evidenció en 2008, cuando se producen cuatro arqueos «casi seguidos».
En el año 2006, los responsables económicos hicieron un «arqueo a tanto alzado» con la idea de «compensarlo cuando hubiese un arquero real». «Eso se produce entre 2007 y 2008, pero todavía se detecta un déficit mayor«, ha contado el excontable. Pedro Ceán trasladó los primeros informes con los desajustes al administrador, aunque ha asegurado que desconoce si éste los trasladó al Cabildo.
A partir de 2007, sin embargo, se realizó un «informe de la situación económica general de la Catedral» que sí llegó a oídos de su gobierno y se plantearon «una serie de propuestas para encauzar esta situación».
Inicialmente, ha narrado el excontable, se «comenzaron a aplicar algunas de las mejoras», como la puesta en marcha de una oficina de gestión económica, aunque la evolución de los hechos «no fue por donde se planteaba». «Cuando se empezaron a implementar las medidas, la organización empezó a crujir por diversos sitios y hubo una marcha atrás», ha contado Pedro Ceán.
El excontable reflejó en su momento en sus informes, y ha reiterado este lunes ante el tribunal, que el «problema» principal de la economía de la Catedral era disponer de «tanto dinero en efectivo» en su caja fuerte. A las preguntas de las partes, Pedro Ceán ha recordado que ya en 2003 alertó de que la Catedral realizaba «una gran cantidad de pagos en efectivo», lo que hacía difícil cuadrar la caja.
«Le recomendé que se pagase a través del banco, de transferencias o de cheques, pero entiendo que esa decisión no correspondía exclusivamente al administrador», ha indicado. El excontable ha estimado que el dinero sustraído suponía anualmente en torno al 10 por ciento de la caja y que ésta podía haber albergado unos 20 millones de euros a lo largo de 10 años.
Durante la jornada de este lunes ha declarado también Juan Manuel Pérez, responsable de la tienda de la Catedral de Santiago, un establecimiento que vende facsímiles del Códice como los localizados en la vivienda de Fernández Castiñeiras. A preguntas de las partes, Juan Manuel Pérez ha indicado que la tienda vende «más o menos» uno de estos facsímiles al año, dado que su precio supera los 3.000 euros. A mayores, ha apuntado que no tuvo noticia de que el acusado adquiriese uno de estos libros, dado que alguno de los empleados «lo habría comentado».
«Cuando se vende un libro de esos es como una pequeña fiesta, porque se hace mucha caja», ha apuntado Juan Manuel Pérez, tras especificar que son adquiridos por «estudiosos» y «medievalistas» para investigaciones. El testigo ha indicado que Fernández Castiñeiras «pasaba todos los días por la tienda», por donde solía «entrar a la Catedral», aunque nunca le preguntó por el Códice Calixtino ni por los facsímiles.
Una de las limpiadoras de la Catedral, Victoria Pampín, ha narrado también ante el tribunal que en alguna ocasión «sorprendió» al principal acusado «en el despacho del deán», aunque en aquel momento no le «llamó la atención», dado que creía que todavía trabajaba en la basílica. En concreto, la mujer ha recordado cómo en una ocasión, en la que ella tuvo que emplear su llave para abrir la puerta, sorprendió a Fernández Castiñeiras dentro del despacho «manipulando el ordenador».
El jefe de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional, Antonio Tenorio, ha explicado hoy que Jesús, hijo del electricista Manuel Fernández Castiñeiras, juzgado por el robo del Códice Calixtino, fue quien informó de la existencia del garaje en el que se localizó este valioso manuscrito del siglo XII.
En la cuarta sesión de la vista oral, Tenorio ha explicado que el hijo de Fernández Castiñeiras, una vez en el calabozo, pidió hablar con un agente al que le confesó la existencia de un garaje en Milladoiro, A Coruña, del que es dueño su padre, «que se usaba como trastero» y el cual todavía no había sido registrado.
Posteriormente se accedió a esa propiedad, y fue allí donde, «bastante oculto», se halló este libro de la Catedral de Santiago de Compostela, «en una caja de cartón» en la que dentro había bolsas, «y precisamente en una bolsa, pero envuelta con periódicos», estaba esta joya literaria. «Desde luego a simple vista no se veía, había que abrir la bolsa, registrar y ver», ha detallado este testigo.
Preguntado por la declaración del electricista, Tenorio ha recordado que Fernández Castiñeiras admitió la autoría de la rocambolesca sustracción, tanto del Códice Calixtino como de la alta suma de dinero encontrada en sus propiedades, mientras que en lo referente a los facsímiles del Códice que aparecieron, insistió Manolo ante los investigadores en que los había comprado «en la tienda de la Catedral».
En esta vista, Tenorio ha remarcado que tras las investigaciones hechas no se sustentó en ningún momento la teoría de que Fernández Castiñeiras pretendiese vender o destruir el Códice, puesto que más bien su intención era restituirlo en el año 2014 «cuando finalizase el mandato como deán» de José María Díaz, al que culpa por no ayudarle a convertirse en un trabajador fijo del templo que preside la Plaza del Obradoiro ni a cobrar una deuda.
A este electricista que no vio satisfecho su objetivo se le incautaron además, ha precisado Tenorio, «100 ó 105» llaves, supuestamente en su mayoría de la Catedral, ha detallado, y ha recordado que la investigación se retrasó por la falta de colaboración del cabildo, que en ningún momento comunicó a la policía la falta de dinero. Además, «el señor Castiñeiras tampoco hacía alarde de ser un pudiente», ha observado Tenorio.