Un verdadero planteamiento ecológico se convierte en un planteamiento social, para escuchar el lamento de la Tierra y el de los pobres
(Jesús Bastante).- «Es un texto magnífico, una gran obra, no sólo para los creyentes, sino para toda la Humanidad». El presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, presentó este mediodía en la Casa de la Iglesia Laudato Si, la esperada encíclica del Papa Francisco. Y lo hizo magníficamente rodeado: así, además del portavoz, José María Gil Tamayo, contribuyeron a la misma los rectores de Comillas, Julio L. Martínez, sj; y de la Upsa, Ángel Galindo.
En su intervención, el cardenal de Valladolid calificó de «excelente reflexión» la encíclica, que «presta un excelente servicio no sólo a la Iglesia católica o a los cristianos: es un gran servicio que el Papa nos presta a todos«.
En su opinión, se trata de un texto «perfectamente trabado» y repleto de titulares, en los que el Papa tiene en cuenta, especialmente, a dos personas: San Francisco de Asís, y Romano Guardini. De ambos, sostuvo Blázquez, el Papa subraya que «hay una responsabilidad con el mundo actual, especialmente con los pobres, y también con las generaciones futuras». Una «conversión ecológica» que trascienda «a la ecología cotidiana», con gestos como el de bendecir la mesa o acciones como «no despilfarrar lel agua o la luz. Se puede vivir con sobriedad y alegría». Gestos que la Conferencia Episcopal aún no ha tomado, pero que, como afirmó Blázquez, «no caerán en terreno baldío».
La primera intervención corrió a cargo del rector de Comillas, quien destacó el «compromiso con la sociedad y la paz interior», del texto, que formula «una ecología vivida más desde el amor que desde el temor». Para Julio L. Martínez sj., con Laudato Si «el Papa practica el diálogo con filósofos, teólogos y científicos», y lo hace «con valentía y con sencillez, con claridad y rigor, siendo profético e inspirador», consciente de que «hay millones de personas en todo el mundo preocupadas por lo mismo».
El jesuita hizo un llamamiento a la «responsabilidad global» sobre la base del texto, y resaltó los «daños irreparables» cometidos por la acción humana. Junto a ello, reivindió la «justicia social unida a la ecológica», que «hoy es imprescindible y necesaria».
Así, llamó al «principio de la justicia entre generaciones», pues «la justicia exige ser pensada como justicia global», generando «instituciones que vayan más allá de las fronteras nacionales, pues hay situaciones que se escapan a las fronteras, como el hambre, la pobreza o el medio ambiente».
«No hay dos crisis paralelas, hay una crisis. Una sola y compleja crisis medioambiental«, clamó el rector de Comillas, quien apuntó que «el deterioro afecta a los más débiles del planeta, que es la mayor parte de la población mundial». Los más pobres, que en los debates políticos son tocados como «sufridores de efectos colaterales, cuando «un verdadero planteamiento ecológico se convierte en un planteamiento social, para escuchar el lamento de la Tierra y el de los pobres». «No se puede dejar de lado a los pobres de hoy«.
Por su parte, el rector de la Upsa, Ángel Galindo, reivindicó las principales líneas de actuación del texto, y la «espiritualidad ecológica» que desprende. «El Papa busca cuestiones éticas para solucionar los problemas, porque los hechos, la realidad, superan a las ideas».
«No bastan las teorías, ni los análisis», subrayó, indicando la importancia de los distintos diálogos: ciencia, técnica y ética, todos interrelacionados. «Ésta es una encíclica donde el Papa se muestra optimista. Siempre hay una salida, y es optimista en la medida en que nos comprometamos en la búsqueda del bien común, de manera que las ideologías no afecten al bien común».
«La economía y la política han de estar al servicio de la vida humana», señaló Galindo, quien da una gran importancia a las referencias a «la sociedad civil, a una nueva gobernanza», y a la interdependencia que sugiere «pensar en un proyecto común. Y eso necesita de soluciones globales, técnicas y entrega generosa».