Dios vive en las ciudades, en las plazas, en las calles, en los hogares... Hay un deseo de justicia, de fraternidad, de ayudar a los que necesitan, estoy pensando en la cuestión de los desahucios, etcétera...
(Jesús Bastante).- Hay que remontar la vista muy atrás en el tiempo para ver a un arzobispo de Madrid respaldando, en la capital de España, una iniciativa de su homólogo en Barcelona. Este mediodía, en la sede de la Asociación de la Prensa, Carlos Osoro acompañó y avaló la experiencia del cardenal Martínez Sistach en su congreso de Pastoral de las Grandes Ciudades, cuyo primer fruto vio la luz en forma de libro «La pastoral de las grandes ciudades» (PPC en castellano, Claret en catalán, Editrice Vaticana en italiano).
«Nos conocemos desde hace muchos años y mantenemos amistad antes incluso de ser ambos obispos», destacó Osoro, quien quiso acompañar a Sistach. Ambos fueron preguntados sobre sus relaciones con los nuevos consistorios en Madrid y Barcelona, el día después de que Osoro se encontrara con Manuela Carmena. «Fue un diálogo cordial», subrayó el arzobispo, señalando que «no le he pedido nada» a la alcaldesa.»Yo me he encontrado con los alcaldes en otras diócesis, ha sido un saludo con personas de responsabilidades distintas, no nos podemos desentender los unos de los otros».
Casi un año después de su llegada a la capital de España, Osoro destaca que «Madrid ha sido para mí una sorpresa, porque yo veo a Dios en muchísimos rostros. En los niños no suficientemente atendidos, en los enfermos en los hospitales, en los ancianos… ahí está Jesucristo. Y también en la gente que está bien y que va en busca de los demás».
Por su parte, Sistach -que aseguró «jugar con ventaja, porque todavía no me he reunido con Ada Colau, aunque sí la he saludado y felicitado»- incidió en que «la Iglesia tiene que realizar su misión siempre confiando en Dios. El peligro que tenemos es confiar demasiados en las causas segundas, en los poderes, en la riqueza, el dinero, el poder», subrayando que «la Iglesia, sea cual sea el régimen político que exista en un país, tiene que hacer su misión».
Así, el cardenal de Barcelona pidió ser «eficaces» a la hora de afrontar el trabajo en las grandes ciudades. «Dios vive en las ciudades, en las plazas, en las calles, en los hogares… Hay un deseo de justicia, de fraternidad, de ayudar a los que necesitan, estoy pensando en la cuestión de los desahucios, etcétera… Hay gente que se mueve, ahí hay presencia de Dios».
«¿Qué sería de Madrid y Barcelona sin las parroquias, sin las comunidades religiosas, en el mundo de la marginación, de la pobreza, de la espiritualidad, de la cultura? Se notaría. ¿Qué está haciendo Cáritas, en la crisis económica…? Y otras instituciones también, ojo. Ofrecer a la sociedad un servicio, que se reconozca o se pueda hacer con la mayor eficacia posible».
Sobre la pastoral con inmigrantes y la multiculturalidad, Sistach denunció cómo en algunos lugares de considera a estas personas «ciudadanos a medias, y se les excluye», y abogó por trabajar «por la justicia y la caridad, porque si invertimos el orden no funciona. Son personas que tienen derecho, y los cristianos debemos ser una voz que grita en el desierto y que lo vaya diciendo».
En su intervención, el cardenal Sistach destacó que el libro «coincide con lo que el Papa Bergoglio dijo sobre la familia», y se estructura en dos etapas, como el propio Congreso Internacional. «La primera fase, la de los expertos, que debatieron sobre qué puede hacer la Iglesia para las grandes ciudades». En segundo término, «y a la luz de lo que dicen los expertos, los pastores se dejan interpelar y ponen en común experiencias y reflexiones».
«Yo quería 25 cardenales y arzobispos para poder dialogar», subrayó el cardenal, quien recordó cómo «detrás de ellos estaban 200 millones de personas, de cuatro continentes -Sidney se quedó fuera tras el nombramiento de Pell como «superministro» de Economía vaticano).»Primera fase, es un ver; la segunda, un juzgar. El obispo no puede actuar sin sus colaboradores. Con todo ello, el obispo va a su diócesis para organizar la pastoral de las grandes ciudades».
El cardenal de Barcelona destacó cuatro retos o puntos en los que tanto él como el Papa incidieron: «él nos habló de su experiencia como pastor del Gran Buenos Aires, y nos dijo que era necesario un cambio de mentalidad pastoral, pues va creciendo la urbanización del mundo. Ya no estamos en tiempos de cristiandad. Francisco nos habló de un diálogo con la multiculturalidad, otros focos de cultura… Tenemos que dialogar sin ningún complejo, y siempre desde nuestra identidad. Con respeto a la religiosidad del pueblo. El cuarto punto, nos habló de los pobres urbanos: ciudadanos a medias, excluidos, que no son nada en la gran ciudad. Que ocupen el centro de la ciudad».
«¿Qué tiene que hacer la Iglesia en las grandes ciudades?«, se preguntó Sistach. «Tenemos que revisar, cambiar cosas… En la Iglesia, ¿tenemos puertas abiertas o se tienen que abrir? Esto nos interpela. Humanización de las grandes ciudades, Iglesia samaritana, en salida… La Iglesia, las confesiones religiosas y las religiones tienen un papel importante en las grandes ciudades. Los ciudadanos de las grandes ciudades han perdido la confianza en las instituciones políticas. Hay dos excepciones: la religión y la familia».
«En nuestro siglo XXI, en una red global de grandes metrópolis, expresa la capacidad de la especie humana para el progreso, pero también para su autodestrucción. En este conflicto se debaten millones de personas que buscan el sostenimiento de la religión para encontrar el camino del bien entre las fuerzas destructivas del mal. La Iglesia católica tiene ante sí un reto gigante», concluyó Sistach, apuntando que ha procedido a la creación de la Fundación Antoni Gaudí para las grandes ciudades.
Antes de las preguntas, Carlos Osoro agradeció a Sistach su presencia en Madrid, «una presencia que nos da caminos de apertura, caminos nuevos para que el rostro de nuestro señor sea conocido de tal manera que haya cada vez más personas que deseen incorporar esa manera de vivir y entender la vida».
El arzobispo de Madrid, quien participó en la segunda fase del congreso, destacó «la experiencia de estar tantos cardenales y arzobispos de ciudades tan distintas, culturas y razas diversas, pero viví una experiencia muy profunda de comunión, y el interés por su persona fuese conocido. En definitiva la alegría del Evangelio tiene un nombre, que es Jesucristo».
También, una «experiencia profunda de fraternidad y de misión«. Para Osoro, «todas las intervenciones manifestaban ese querer hacer una iglesia en salida misionera, en nueva salida misionera. Era un sentimiento de urgencia como pastores que sentíamos todos. Y además, no solamente era una salida misionera con un determinado estilo evangélico. De alguna manera se incorporaba aquello que decía el papa Pablo VI cuando afirmaba que la espiritualidad del Concilio Vaticano II era la parábola del buen samaritano. Acercarse a todo el ser humano«.
«Esa cultura del encuentro es la gran tarea que tenemos todos nosotros, y por supuesto los pastores», concluyó el prelado, reconociendo que «las cosas no se cambian de un día para otro. Jesús nunca se separa de nosotros; finalmente, hay una llamada en todos a retornar a la tradición originaria sin adaptaciones superficiales, a lo que es esencial en la vida y la persona de Jesús».