La Iglesia es Pueblo de Dios y debemos caminar con todos, especialmente, al ritmo de los más pobres y pequeños
(Jesús Bastante).- Han sido unos días a la carrera, «liadísimo entre correos, mensajes, llamadas…». Desde el pasado viernes, cuando Juan José Omella fue nombrado por el Papa sucesor del cardenal Sistach al frente de la diócesis de Barcelona, el obispo no ha parado. Llega a la Ciudad Condal en un momento crítico, en mitad del proceso independentista, pero tiene claro que «la Iglesia no puede posicionarse en política porque se convertiría en un elemento partidista y dejaría de estar con todos», y admite que, durante su primer año, seguirá la máxima de «ver, oir y callar«.
En esta entrevista con RD, Omella subraya su intención de fomentar «el diálogo y la escucha», y la de aprender pronto el «seny» catalán. «No tengo nada que decir, y menos que hacer, en el ‘mundillo’ de la política», aclara, sin perder la sonrisa ni su intención de continuar trabajando por una Iglesia pobre y para los pobres, ahora desde una gran ciudad. Tampoco esconde su opinión sobre la crisis, el pontificado de Francisco, el Sínodo de la Familia o los últimos escándalos en el Vaticano.
-¿Cuándo supo de su elección? ¿Qué pasó por su cabeza? ¿Por qué cree que Francisco lo eligió?
Supe de mi elección muy poco tiempo antes de hacerse pública el día 6 de noviembre. Mi primera impresión fue la de la sorpresa, ya que – aunque se venía rumoreando mucho, desde bastante tiempo atrás – no me lo esperaba de ninguna manera. Había otros obispos en la lista de espera francamente bien situados por su larga experiencia y su condición de nativos. ¿Por qué me escogió el Papa precisamente a mí? En realidad, esta pregunta habría que hacérsela al Papa y a sus colaboradores. Por decir algo, en mis años de obispo me he llevado muy bien con todos y he querido a todos sin excepción.
– ¿Qué supone llegar a Barcelona?
Llegar a Barcelona me supone mucho ya que cambiaré, no hábitos personales, sí el modo pastoral de actuar: una vez que tome posesión tendré que pisar esa tierra nueva, conocer gente nueva. Resumiendo diré que el primer año seguiré ese buen consejo de toda la vida: oír, ver y callar. Y todo en un clima de oración, de diálogo y de escucha. Y después, a trabajar en mi nueva dimensión pastoral.
– Entra en la Ciudad Condal en un momento político difícil, marcado por una ruptura política y social en Cataluña. ¿Qué puede hacer un obispo en una situación así?
El momento que vive Cataluña me afecta y no me afecta. Me explico: yo no tengo nada que decir, y menos que hacer, en el «mundillo» de la política. Un obispo lo que tiene que hacer ¡siempre! es ser instrumento de unidad, de acogida, ya que voy a ser pastor de todos. Lo he escrito a mis futuros fieles de Barcelona: yo, como Pastor de todos, he de ir delante de todos para marcar el camino que lleva hacia Dios, detrás de los que necesitan mi apoyo y mi empuje, y a la par que todos, ya que todos necesitamos estímulo, ánimo y afecto.
– La Iglesia, ¿debe posicionarse en la cuestión soberanista? ¿Cómo afronta esta cuestión? ¿Espera ser bien acogido, o tema algún tipo de oposición por no ser catalán?
La Iglesia está con todos y se debe a todos. No puede posicionarse en política porque se convertiría en un elemento partidista – de tomar partido – y ya dejaría de estar con todos. Esta cuestión yo la afrontaré como todas; rezaré, reflexionaré y trataré de sumar y de no dividir. Lo de mi acogida, supongo y espero que será cordial, dado que el pueblo catalán lo es, y su sentido común -su seny – siempre les ha caracterizado. Dicho esto, es evidente que a todos no caeré bien como tampoco el Señor cayó bien a todos, y el discípulo no puede ser más ni distinto que el Maestro. Lo de que nunca llueve a gusto de todos siempre es y será verdad.
– Los datos apuntan a que estamos saliendo de la crisis, pero siguen siendo muchos los descartados, y muchas las desigualdades. ¿Cuál es su apuesta para acabar con esa «cultura del descarte» de la que habla Francisco?
Para responder adecuadamente a esta pregunta, le remito al reciente documento que hemos elaborado los obispos «La Iglesia, servidora de los pobres». Por otra parte, los distintos análisis hechos por Cáritas nacional y las Cáritas diocesanas son el mejor diagnóstico de cómo están las cosas de verdad, sin anteojeras electoralistas. Mi apuesta, en consonancia con el Papa Francisco, debe ser y es el hombre, su dignidad, que debe primar y orientar toda la vida política, la vida social y, de manera particular, la vida económica.
– ¿Ha podido hablar con el cardenal Sistach? ¿Cuál es su relación? ¿Se apoyará en su trabajo para su pontificado en Barcelona?
Por supuesto que he hablado con el cardenal Sistach. Nos vemos muy a menudo como nos vemos todos los obispos. La semana que viene, en la reunión que mantendremos en la Asamblea Plenaria, hablaremos largo y tendido. Es obvio que la persona más indicada con la que yo debo contactar es con el que ha sido Pastor de la Iglesia de Cataluña hasta ayer como aquel que dice. Por otra parte, monseñor Sistach se ha mostrado como un auténtico pastor que ha querido a sus fieles y estos, a su vez, le han querido. Los obispos, propiamente hablando, no nos apoyamos unos en otros a la hora de realizar nuestro trabajo pastoral: cada obispo es responsable último de toda su actuación, y sin ser exacto del todo aquello de que «cada maestrillo tiene su librillo», sí es cierto que ninguno comienza desde cero; todos intentamos ser el eslabón de esta larga cadena y maravilloso entramado que es el Cuerpo de la Iglesia.
– ¿Cómo valora el pontificado de Francisco? ¿Cómo apuntalar sus reformas desde Cataluña, desde España?
El Pontificado del Papa Francisco yo lo valoro muy positivamente: se muestra como el Pastor que conoce a sus ovejas, las ama, las llama por su nombre y les restaña las heridas con esa mansedumbre y ternura de las que Dios ha dotado al Papa. Es cercano, conoce bien de qué textura está hecho el hombre y sabe tocar los resortes adecuados para que el hombre vaya a Dios. Para mí hay una expresión del Papa que lo define muy bien: «Dios no se cansa de perdonar: es el hombre es que se cansa de pedir perdón». Y esto hace el Papa. Los obispos españoles -como los de todo el mundo – vivimos, o intentamos vivir muy bien, ese «buen olor de Cristo», del que habla san Pablo, y que el Papa – gráficamente – lo traduce por «oler a oveja». Nos ha pedido que seamos pastores y no príncipes, y esta meta la intentamos vivir con firmeza y delicadeza en el día a día.
-¿Siguió el Sínodo de la Familia? ¿Qué opina de los debates suscitados en torno a los divorciados vueltos a casar?
Por supuesto, ¿cómo no iba yo a seguir con la suma atención todo el Sínodo y su entorno? Debo comunicarle que mi máxima prioridad episcopal en la diócesis ha sido la familia, siguiendo precisamente una de las propuestas más decididas del sínodo diocesano celebrado aquí hace algo más de diez años. La segunda preocupación y meta son las vocaciones, tanto sacerdotales como las de la Vida Consagrada, y las vocaciones a vivir un laicado responsable y comprometido con la Iglesia y con el mundo.
En lo que hace a los debates, entiendo que son manifestación de la riqueza moral de la Iglesia y de la unidad que se vive en ella dentro de la diversidad. Por lo demás, no hay ni puede haber nada nuevo en lo que hace a los contenidos de fe y moral, sí en lo que hace a las formas. El Papa lo viene dejando muy claro desde el comienzo de su Pointificado. Por lo demás, el Papa ha querido que el Sínodo sea para la familia un estímulo, un empuje y una ocasión de mejora en todo, no sólo en algunos extremos muy puntuales y que han copado toda la opinión pública.
– ¿Qué opina de los últimos escándalos acaecidos en el Vaticano -revelación de secretos, enfrentamientos en el Sínodo, filtraciones sobre la salud del Papa-?
Mi opinión acerca de los escándalos a los que se refiere la pregunta no está lo suficientemente formada: me faltan datos que, por otra parte, no tengo porqué disponer de ellos. El escándalo siempre me repugna porque hace siempre daño, tal como ya dijo el Señor. Del último y que afecta a un sacerdote nacido aquí pero incardinado en Astorga apenas tengo nada que decir por no poseer datos fehacientes. El mal que para la Iglesia pueda surgir de ahí, lo lamento profundamente.
– El Papa habló de la necesidad de trabajar en una auténtica sinodalidad en la Iglesia. ¿Qué implica esto?
Significa «caminar juntos, peregrinar juntos». La palabra sínodo hay que enmarcarla en un contexto de unidad y de peregrinar, dado que la Iglesia está compuesta por los que ya han «triunfado» y están en el cielo, la iglesia militante, los que aún peregrinamos en este mundo y la purgante. No puede haber unidad en la Iglesia sin sinodalidad. La Iglesia es Pueblo de Dios y debemos caminar con todos, especialmente, al ritmo de los más pobres y pequeños.
– Se le cataloga como un «obispo social». ha trabajado en misiones, con Cáritas, Manos Unidas… ¿Cómo valora esta realidad que forma parte de la Iglesia?
Las catalogaciones siempre cojean por algún lado, porque no son exactas, completas ni objetivas. Todos los obispos somos «sociales», como se adjetiva en la pregunta, como lo es el Papa y son los sacerdotes. Sucede que yo, por razones muy puntuales y de mi oficio episcopal he tenido que prestar especial atención a Cáritas, Manos Unidas y a todo lo que tiene que ver con mundo apasionante de la pobreza, la marginación y la necesidad. Y lo he hecho con sumo gusto y dedicación y, Dios mediante, lo seguiré haciendo también en Barcelona. Yo siempre he creído en la expresión del Señor «a los pobres siempre los tendréis con vosotros». Sin los pobres jamás se entenderá a la Iglesia y muchos menos se podrá servirla como ella debe ser servida.