Fue un Papa en la encrucijada. Se encontró con un Concilio, que quizá él no habría convocado, pero tuvo el arrojo de continuarlo
(Jesús Bastante).- «Los otros no son nuestros enemigos, sino nuestros hermanos. No vivimos en un mundo de competencia, sino en la civilización del amor». El obispo de Guadix y presidente de la Fundación Pablo VI, Ginés García Beltrán, clausuró de este modo el simposio-homenaje a la figura de Pablo VI, que este fin de semana ha congregado en Madrid a los máximos expertos en una de las figuras más desconocidas, y relevantes, de la Iglesia católica en el último siglo.
«Esta ha sido una iniciativa importante no sólo para la Iglesia en España, sino para la sociedad de España», subrayó Beltrán, quien mostró su confianza en que «algún día la sociedad española sepa reconocer lo que le debe a Pablo VI«.
En sus palabras de clausura, el obispo de Guadix agradeció a los organizadores del simposio haber cumplido con «un acto de justicia». «Hemos honrado -destacó- la memoria de un Papa grande, un papa grandísimo. Un Papa que tiene muchísimas connotaciones».
Para Ginés, Pablo VI fue «un Papa de su tiempo, el primer papa moderno, y hemos reivindicado su figura, que es muy importante, Y en España, hemos recuperado un silencio y un desconocimiento que aunque no es culpable en la mayoría de los casos, sí es una realidad».
El presidente de la Fundación Pablo VI hizo un repaso de la panoplia de ponentes, desde el secretario de Estado Parolin hasta el historiador Juan Mari Laboa, pasando por los cardenales Blázquez y Sebastián, Giovanni Maria Vian, Luceta Scaraffia o Vicente Cárcel Ortí, que han contribuido a un mayor conocimiento de Montini. Porque «a Pablo VI solo se le puede entender desde las entrañas, desde la cercanía, desde lo que Pablo VI es».
«La realidad poliédrica de la que habla Francisco está en Montini», destacó el prelado, quien apuntó que estamos ante «una de las grandes personalidades de la Iglesia del siglo XX». Junto al impacto que supusieron para el futuro Papa sus padres, Ginés destacó su papel con los universitarios y jóvenes, un ejemplo de la importancia de «formar personas para su participación en la vida pública».
«Esto es un gesto profético: en España tendríamos que aprender de Italia y los italianos. Y no digo para la vida partidista, sino para la vida pública», añadió, subrayando que Pablo VI «fue un burócrata con vocación de pastor».
«Fue un Papa en la encrucijada. Se encontró con un Concilio, que quizá él no habría convocado, pero tuvo el arrojo de continuarlo», añadió el obispo de Guadix, quien incidió en que «es el Papa que empieza en la Ecclesiam Suam y acaba en la Humana Vitae. El Papa del diálogo y la cordialidad, al Papa que tiene que tomar decisiones difíciles. Él toma decisiones, con sufrimiento».
También fue un pontífice de gestos: «Es el papa que se quitó la tiara, que besó el suelo, el de la primera celebración participada en San Pedro».
Un Papa en la encrucijada que «termina rezando y fiándose de Dios. ‘Hágase tu voluntad’ fueron sus últimos rezos», recalcó, recordando cómo en la catedral de Milán persiste un monumento a Pablo VI con la capa pluvial al viento, «un Papa sosteniéndose en el báculo porque se cae. El báculo es Cristo, y Pablo VI, que se cae, es su vicario. Parece a veces que la Iglesia se desmorona, pero el Papa se apoya en Cristo. La capa pluvial que le pesa es la Iglesia».
Pablo VI tiene también una faceta de martirio, que Montini explicitaba en su famoso «me gastaré y me desgastaré». «Su pontificado fue duro, y Pablo VI estuvo ahí hasta el final», destacó el obispo, quien cerró con «la puerta» que supuso el Concilio. «Una apertura a la sociedad, al hombre contemporáneo. Pablo VI no era un papa hamletiano: Pablo VI es el Papa de la escucha, del diálogo hecho tertulia«.
«Este simposio no puede ser solo para recordar el pasado y agradecerlo, sino que desearía que fuera una mirada al futuro. Ver la personalidad de Pablo VI tiene que ser un deseo cuando salgamos de aquí: el deseo de conocerlo más y mejor. Es una gozada leer a Pablo VI», remachó Ginés García Beltrán, quien destacó la importancia de «poner a Cristo en el centro. Ese amor tan apasionado a la Iglesia», pues «los otros no son nuestros enemigos, sino nuestros hermanos. No vivimos en un mundo de competencia, sino en la civilización del amor«.