"La noche que te tocaba a ti era toda una vergüenza y no levantabas la cabeza al día siguiente", apunta la presunta víctima, que suma a esa situación las "hostias que te llevabas encima, cómo ibas a decir nada entonces"
(Jesús Bastante/Ep).- «Tu silencio es permitir que se siga haciendo. Ya que lo has sufrido, da el paso para que nadie más lo vuelva a sufrir». Emiliano Álvarez, ex seminarista en La Bañeza, ha dado un paso adelante y ha denunciado ante el Obispado de Astorga un nuevo caso de abusos.
En declaraciones a Onda cero, la víctima señaló que sufrió los abusos cuando tenía 10 años, en 1978, por parte de su entonces profesor y tutor en el centro, que en la actualidad continúa ejerciendo como sacerdote sin que se haya incoado expediente.
Esta experiencia, recalcó, «ha marcado mi vida» y reconoció que «no era el único que sufría estos abusos, pero ninguno de los niños decía nada por vergüenza«. Aunque se trata del mismo centro que el de la primera víctima de Astorga, cuyo abusador fue condenado a un año de privación del ejercicio público de su ministerio después de que el Papa Francisco activara el caso, no es el mismo depredador.
Además, sostuvo que probablemente acudirá a la manifestación convocada este sábado en Astorga (León) por parte de exseminaristas de la citada localidad contra abusos también por parte de un sacerdote. «Dentro de la iglesia también hay gente buena«, subrayó, para afear que se juzgue a todos por el mismo rasero.
«Te ponía la linterna en los ojos, te bajaba el pijama…», ha recordado el exseminarista, quien insiste en que él no era la única víctima de quien por aquel entonces llamaban ‘cola-cao’.
«La noche que te tocaba a ti era toda una vergüenza y no levantabas la cabeza al día siguiente», apunta la presunta víctima, que suma a esa situación las «hostias que te llevabas encima, cómo ibas a decir nada entonces».
Tras callar lo sucedido hasta ahora, Emiliano Álvarez explica que ha decidido dar el paso para que «se sepa y se investigue porque esa mierda no es mía sino de él» y con el fin de seguir con su vida, tras superar sus problemas con las drogas, lo que en tono irónico le ha permitido tener un «máster en programas de rehabilitación», e incluso problemas de identidad sexual.
El denunciante confiesa que lo más duro fue confesarle lo ocurrido a su propia madre por el disgusto causado. «Imagina lo que supone para una mujer saber que me mandó allí por mi bien y que ocurriera esto», lamenta Emiliano, quien también recuerda que para pagarle la educación su padre «se dejó el pellejo».
Cuarenta años después de aquel episodio, este vecino de Borrenes no espera nada pues «el infierno está aquí, y él que se coma su mierda o lo que tenga que comerse», aunque sí ha abogado por que situaciones de este tipo no vuelvan a producirse y se adopten todas las prevenciones y vigilancias por el bien de los niños, «que son el tesoro del futuro».
También expresa su deseo de que otras víctimas de estos hechos «descuelguen el teléfono y digan: Yo también, porque el silencio es sinónimo de permisividad».