Con el segundo puesto de Cañizares, que posiblemente se plasme en su elección a la vicepresidencia, los prelados quieren mandar a la sociedad una señal de unidad
(José Manuel Vidal).- Blázquez-Cañizares es el nuevo tándem, que se perfila, para dirigir la Conferencia episcopal el próximo trienio. Ricardo Blázquez era el favorito en todas las quinielas previas y, en la votación de sondeo, su nombre salió también en primer lugar y muy destacado, consiguiendo en torno a 40 votos, casi la mitad de los 79 electores. En segundo lugar se posicionó el cardenal Cañizares, con 20, la mitad de los votos de Blázquez. El tercer puesto fue para el cardenal Osoro y el cuarto, para Fidel Herráez, arzobispo de Burgos, que también consiguió unos cuantos votos, asi como Jesús Catalá y Jesús Sanz, con un voto cada uno.
Se confirman, pues, los pronósticos para la presidencia. Todo hace pensar que, de hoy a mañana, los obispos no van a cambiar de idea y, por lo tanto, Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid será aclamado como el nuevo presidente del episcopado español para el próximo trienio.
Puede saltar, en cambio, la sorpresa en la vicepresidencia, si sale elegido el arzobispo de Valencia. Y lo lógico es que el cardenal Cañizares consiga la vicepresidencia, porque la costumbre es que el segundo más votado en el escrutinio de sorteo sea premiado con ese puesto. Se repetiría, pues, el tándem que ya dirigió al episcopado en 2005.
Con esta votación de sondeo, que suele ser fundamental en el desarrollo del escrutinio para elegir la cúpula del episcopado, los prelados han mandado varias señales. La primera es que Blázquez sigue contando con una abrumadora mayoría y que tiene todas las papeletas, para seguir dirigiendo la Conferencia episcopal. Los obispos lo van a elegir por sus propios méritos, porque goza del beneplácito de Roma y por la consabida prudencia episcopal, que les impide dar saltos y les lleva a optar siempre por la continuidad.
En segundo lugar, con el segundo puesto de Cañizares, que posiblemente se plasme en su elección a la vicepresidencia, los prelados quieren mandar a la sociedad una señal de unidad. A pesar de su paso por Roma y su sintonía evidente con Francisco, Cañizares habría aglutinado los votos del sector más conservador que, votando por él, quiere demostrar que son tan papistas como los moderados o los progresistas.
Ante la falta de estrategia común del sector moderado, los conservadores han jugado fino, como suele ser habitual. En vez de apostar por un candidato que recordase demasiado al cardenal Rouco, como podía ser Fidel Herráez, el arzobispo de Burgos, han optado por apoyar al cardenal Cañizares, que siempre mantuvo sus distancias con Rouco, pero también la defensa de los principios ‘innegociables’.
Otros aseguran que la elección de Cañizares como vicepresidente puede moverse en la dinámica del ‘poli bueno-poli malo’, a la hora de negociar con el Gobierno del país y de las diversas comunidades la permanencia de la clase de Religión en la escuela pública y en el Pacto educativo. El arzobispo de Valencia es un experto negociador y ya tuvo que lidiar con este problema durante el Gobierno de Zapatero. Y con excelentes resultados.
Hacia adentro, de la mano de la nueva cúpula episcopal, la institución eclesial tiene que afrontar el reto de pasar de alinearse abiertamente con las reformas de Francisco y conseguir que en el imaginario colectivo la Iglesia pase de ser percibida como la institución de los privilegios y del poder a «hospital de campaña», para sanar las «heridas» del mundo, como quiere el Papa.
Pasar de la Iglesia del no y de la doctrina, a la Iglesia del sí y del Evangelio. Primero, Evangelio y, después, doctrina. Una Iglesia más samaritana y misericordiosa, y menos doctrinaria. Más madre que madrastra. Más sencilla y humilde y menos arrogante y prepotente.
En este cambio de piel van a tener un protagonismo especial la dupla Blázquez-Cañizares. Para reconquistar la credibilidad y la autoridad moral perdidas, recuperar la ilusión de los católicos y la benevolencia de los indiferentes o de los ateos.