Tarancón, que no quería un cristianismo fácil y egoísta, elogiaba a los papas Juan XXIII y Pablo VI, que, como decía él, han marcado "la ruta de la renovación interior de la Iglesia"
(Josep María Bausset).- El próximo día 14 se cumplirán 110 años del nacimiento del cardenal Tarancón y con ese motivo el Ayuntamiento de Borriana, su ciudad natal, ha programado un ciclo de dos conferencias para recordar el legado y la figura del cardenal de la Transición.
Este jueves 11 será Jesús Bastante, periodista y redactor jefe de Religión Digital quien pronunciará una conferencia en el Ayuntamiento de Borriana, a las 7,30 de la tarde. Y el próximo día 18 será el sacerdote e historiador Juan Mª Laboa quien recordará también al cardenal Tarancon, como nos recuerda en un artículo el estudioso de la figura de Tarancon, Jordi Bort.
La entrega de la Medalla de Asturias al P. Ángel García, Presidente de los Mensajeros de la Paz, el 2014, coincidió con el 50 aniversario de la entrada del arzobispo Vicent Enrique y Tarancón como nuevo pastor de la Iglesia en Asturias, el 1964.
En una entrevista a la revista de Borriana, Buris-ana, de ese mismo año 1964, Tarancón manifestaba el dolor que sentía por dejar la diócesis de Solsona después de 18 años, pero al mismo tiempo manifestaba «la esperanza por prestar un buen servicio a la Iglesia en la nueva diócesis de Oviedo». Y hombre sabio y observador como era, al poco tiempo de entrar en el nuevo obispado, y con una actitud serena y prudente, Tarancón decía: «Hasta ahora me he limitado a ver, escuchar y callar. No tengo todavía elementos de juicio suficientes para señalar un plan de trabajo».
Como decían las crónicas del momento, la entrada de Tarancón como nuevo arzobispo de Oviedo se vivió con «expectación y cariño. He aquí el resumen más perfecto de la solemne entrada en Oviedo de su Arzobispo».
En la alocución que hizo Tarancón en la catedral de Oviedo en su toma de posesión como nuevo arzobispo, Vicent Enrique i Tarancón se presentaba así: «Yo no vengo en mi nombre, ni enviado por ninguna autoridad humana. Vengo en el nombre del Señor».
«Heraldo de la verdadera valía en el que se mezclan confianza y exigencia», como era calificado, Tarancón, que se sentía «especialmente responsable de los alejados», como el papa pide a los pastores de la Iglesia, presentaba su ministerio y servicio episcopal desde el amor: «Vengo a serviros porque os amo».
Y es que para Tarancón, servir era «la manera práctica y eficiente de amar», ya que «el amor auténtico se manifiesta en el servicio desinteresado».
En el su ministerio episcopal Tarancón tenia clara una cosa: «He de amar a todos. He de servir a todos. He de sacrificarme por todos». Pero a la vez, como Jesús, manifestaba cual era su preferencia: «¿Os puede extrañar que vuestro obispo guarde sus especiales preferencias por los que más necesidad tienen de consideración, de afecto de ayuda?».
Y por eso, debido a su solicitud de pastor, el nuevo arzobispo de Oviedo manifestaba su unión con los que sufren: «Puedo decir que también son mías las enfermedades, la debilidad, los sufrimientos de todos los miembros de la familia asturiana». El arzobispo Tarancón añadía aún: «Podéis exigirme que me olvide de mis conveniencias, de mis intereses, hasta de mi mismo para compartir vuestras angustias, para sentir en mi corazón y hasta en mi propia carne vuestros dolores. Podéis exigirme que me gaste y me consuma en vuestro servicio». Con esta actitud de disponibilidad y de cercanía, el nuevo arzobispo de Oviedo presentaba a la Iglesia como una «Madre que no puede desentenderse de los problemas que afligen a sus hijos».
Tarancón en Asturias no fue un extraño, como tampoco lo había sido en Solsona, Vila-real o Vinaròs. Con toda naturalidad, Tarancón se había integrado en cada una de les comunidades cristianas que había servido. No era, ni lo fue nunca, un príncipe ni un amo del rebaño, sino el primer servidor de él. Por eso hacía «olor a oveja», como quiere el papa Francisco que sean todos los pastores de la Iglesia.
Tarancón manifestaba que llegaba a Oviedo como obispo y nada más que eso: «No busquéis en mi un político, ni un economista, ni un sociólogo». Y con sencillez se presentaba así a los cristianos de Oviedo: «Humanamente vengo con las manos vacías». Y para que nadie se hiciera ilusiones, Tarancón decía: «No me pidáis lo que no os puedo dar».
Tarancón, que no quería un cristianismo fácil y egoísta, elogiaba a los papas Juan XXIII y Pablo VI, que, como decía él, han marcado «la ruta de la renovación interior de la Iglesia». Por eso el P. Ángel García ha calificado al cardenal Tarancón como el que «lideró con acierto la Iglesia en el siglo XX».
Hace 53 años, el arzobispo Tarancón, siguiendo las directrices del papa Montini para renovar la Iglesia española, llevó a Asturias el aggiornamento, la fuerza del Espíritu que hablaba al Concilio. Como ahora el papa Francisco está conduciendo la Iglesia por los caminos del aggiornamento y de la renovación.