Monseñor Lozano señala los cinco males de las parroquias: Clericalismo, control, autosuficiencia, espera pasiva y miedo a salir
(José M. Vidal, Santiago de Compostela).- Tiene cerca de cien años, las ha visto de todos los colores y, ahora, quiere refundarse. La Acción Católica General de España es un movimiento laical católico de adultos, jóvenes y niños, que quiere volver por sus fueros y convertirse en una organización de referencia ineludible en todas las parroquias de España. Con ese objetivo, más de 1.300 miembros de toda España están en Compostela, a los pies del Apóstol, celebrando su III Asamblea General.
Un movimiento que tuvo decenas de miles de afiliados en tiempos del franquismo y que estuvo considerado como «la mano larga de la jerarquía». Tras pasar por el invierno de la transición y resistiendo a duras penas los embates de la secularización, quiere soltar lastre franquista y clerical. Para eso, necesitan crecer como laicos en corresponsabilidad y asentarse en las parroquias.
Precisamente, para asentar sus reales en las parroquias (al estilo de lo que ya han conseguido las Cáritas), la ACG quiere reflexionar sobre el tipo de parroquia que necesita la Iglesia en estos momentos de la primavera de Francisco. Y, por eso, el lema de su encuentro es ‘Salir, caminar y sembrar siempre de nuevo’.
En la presentación, el obispo-anfitrión, monseñor Barrio se mostró profundamente contento de acoger el encuentro y de que «los caminos de la ACG de la Iglesia que peregrina en España convergen aquí en Santiago. Esta Ciudad del Apóstol, de manera especial en estos días se hace un Emaús de encuentro, de acogida, y de reflexión».
Y el arzobispo compostelano añadía: «Llegáis desde distintas diócesis. Es posible que estéis físicamente cansados, pero no hay espacio en vosotros para la fatiga espiritual. Como peregrinos de la fe y testigos de Cristo resucitado habéis ido descubriendo cada día nuevos horizontes en vuestra relación con Dios, tomando conciencia de todas aquellas cosas superficiales y accesorias que pesan en la mochila de nuestra existencia y de las que podemos y debemos prescindir para caminar ligeros. A pesar de las incomodidades propias del peregrinar la sed de Dios os ha alumbrado para encontrar la fuente que mana y corre aunque sea de noche. ¡Tened plena confianza en quien es ‘el Camino, la Verdad y la Vida’!»
En la presentación también intervinieron monseñor Javier Salinas, presidente de la Comisión episcopal de apostolado seglar, Eva Fernández, presidenta de la Acción Católica de la diócesis de Santiago, y el presidente de la ACG, Antonio Muñoz.
El plato fuerte de la jornada lo constituyó la ponencia del recientemente elegido arzobispo de San Juan de Cuyo, Jorge Eduardo Lozano. El prelado argentino, amigo del Papa, tituló su conferencia así: «Parroquias con actitud de salida» y comenzó haciendo un canto a la parroquia clásica.
Él mismo, como miembro de Acción Católica, salió de una de esas parroquias, que «son un regalo de Dios para su pueblo, siempre que, como dice Francisco, no sea una estructura caduca, un feudo o una isla». Y para eso, invitó a las parroquias a «cambiar y crecer».
Primero, cambiar de «mentalidades caducas, que se acercan más al museo que al mar, que prefieren dejar la barca en el puerto, que tienen una mentalidad temerosa de lastimarse y que no soportan la posibilidad del riesgo».
A su juicio, se trata de «dejar de vivir de las glorias del pasado y caminar hacia el futuro con esperanza», mirando a la cara a los cambios sociales. Atreverse a cambiar y a dejar de responder a preguntas que ya nadie se hace. Es decir, en palabras de Francisco, «una conversión personal y pastoral».
Los cinco males
Y para aterrizar más su propuesta de renovación de parroquia, el prelado argentino, que pasa por ser uno de los más abiertos del país del Papa, presentó las, a su juicio, cinco estructuras caducas o cinco males que hay que eliminar de las parroquias.
El primer mal es «la mentalidad clerical», que impregna tanto a curas como a laicos. Hay que abandonar esa mentalidad, para caminar decididamente, y de una vez por todas, hacia «la corresponsabilidad en la misión». Hay que dejar de privilegiar «el poder por encima del servicio en una estructura piramidal».
El segundo mal es «querer controlarlo todo», con sus oportunos organigramas y calendarios. Cuando le preguntaban a Bergoglio, en Buenos Aires, cuál era la señal de un trabajo parroquial bien hecho, respondía: «Cuando ves que la parroquia se te va de las manos». Es decir, «mirada atenta a los procesos de las personas y de los grupos».
La autosuficiencia es el tercer mal de la parroquia caduca, que, de esta forma, se convierte en isla. El cuarto mal es «la espera pasiva a que la gente venga, a que se acerquen los que quieran». Y, encima, cuando alguien se acerca, «se lleva la bronca, por no haber venido antes o por los que no vienen nunca».
La acogida es fundamental en las parroquias y, en esa labor, cumplen un papel importante las secretarias parroquiales y los sacristanes. De hecho, Francisco suele recordar que, cuando estaba en Baires, a una de estas secretarias la llamaban «la tarántula». De ahí la importancia de recuperar «la Iglesia madre, que sale al encuentro de sus hijos».
Y el quinto y último mal de las parroquias es, según monseñor Lozano, el miedo a salir, miedo a no controlar o miedo al fracaso, cuando, a veces, «el fracaso es oportunidad para corregir errores». Una parroquia en salida, porque, como dice, el Papa, «hoy no funciona una Iglesia-oficina».
De ahí que Lozano recalcase la necesidad de ser una Iglesia en salida, tanto «geográfica como anímica y espiritualmente». Una Iglesia en la que salen todos sus miembros hacia todas partes, sobre todo a las periferias geográficas y existenciales. Con un objetivo: compartir la Buena Noticia.
«No somos profetas de calamidades, sino mensajeros de paz y de misericordia«, dijo el prelado argentino, mientras recalcaba que hay que salir «con oído atento, con ternura, con apertura de corazón que cobija». Y, por supuesto, «salir ya», sin esperar más y «sin caer en la tentación perfeccionista de la eterna preparación para la misión»
Si se evitan esos cinco males, las parroquias dejarán de seer caducas y florecerán de nuevo. Y con ellas, la Acción Católica, que tiene «que estar en medio del pueblo» y tiene que «crecer por atracción».
En la ronda de preguntas, el obispo Lozano tuvo que hacer frente a un profundo cuestionamiento de la excesiva clericalización de la Iglesia y de las parroquias. Las parroquias siguen siendo de los curas, que las manejan como dueños y señores. Y los laicos no tienen, en muchas ocasiones, ni voz ni voto.
Monseñor Lozano volvió a repetir que la doctrina al respecto está clara y salió como pudo del apuro, recurriendo de nuevo a Francisco, cuando dice que los pastores tienen que ir unas veces por delante del rebaño, otras en medio y otras por detrás. En definitiva, la corresponsabilidad es «un proceso que lleva tiempo y exige conversión».
A veces, en cosas tan sencillas como la del lenguaje de signos. Al final de la charla del obispo argentino, una mujer sordomuda interpeló a la asamblea: «Estoy aquí y no entiendo nada. Necesitamos que, aquí y en las parroquias, se utilice el lenguaje de los signos, como algo normalizado». Y la asamblea levantó las manos en signo de aprobación.