La Acción Católica es un instrumento magnífico que la Iglesia española tiene que hay que recuperar y desempolvar y, que en ocasiones, hay que resucitar, porque es verdad que la historia marca
(José Manuel Vidal).- Gallego recriado en Aragón, Carlos Manuel Escribano (Carballo, 1964) es obispo de La Rioja-Calzada-Logroño y goza de la confianza de sus pares, no en vano le han encomendado ‘tres joyas de la corona’ de la Iglesia en España: Manos Unidas, Juventud y la Acción Católica General. Como consiliario de esta institución, que vuelve por sus fueros, presidió su Asamblea general la pasada semana en Compostela. El prelado apuesta por los seglares para la misión y por la «refundación» de la ACG.
¿Usted y la Acción Católica han venido a Santiago a hacer lío?
En parte, sí. Hemos venido sobre todo a pedir un don del Espíritu para que nos ayude en nuestra tarea de evangelización, que es lo más importante de todo. Una experiencia de comunión en una actitud abierta de la Acción Católica general, que sacrifica un espacio muy íntimo de cualquier asociación que es una asamblea, para ponerla al servicio de la Iglesia en España, y poder crear este espacio donde se puedan debatir aspectos que nos lleven a tomar ideas e inercias, para poner nuestras parroquias en una situación de salida. Creo que ese es el gran reto que tenemos delante en este momento.
¿Hay un intento, digamos serio, de refundación de la Acción Católica?
Creo que no es un intento, pienso que es una realidad. La Acción Católica general en Cheste predefine un proyecto que desde mi punto de vista, y yo no estaba entonces en Acción Católica, es un don del Espíritu muy evidente, con una serie de elementos muy marcados de lo que tiene que ser el laicado y una acción que se proyecta. Y se están empezando a ver los frutos. Se vieron en Madrid hace cuatro años y se están viendo ahora aquí, en Compostela. Frutos que están iluminando incluso el proceso que está haciendo la Acción Católica especializada.
Creo que es un tiempo distinto para la Acción Católica, desde la percepción de que hay una necesidad de un trabajo de un laicado que tiene que dar un paso al frente, para dar respuestas a la Iglesia y a la sociedad de hoy y que todos somos necesarios en este trabajo que hay que llevar adelante.
¿El intento busca, en el fondo, conseguir una implantación de la ACG en las parroquias similar a la que tiene Cáritas?
El intento es que la Acción Católica recupere lo que es. Porque la Acción Católica en sí es un don para la Iglesia. Con el Santo Padre celebrábamos hace unos dos meses el 150 aniversario de la Acción Católica italiana.
La Acción Católica en España ha tenido sus momentos más álgidos, más brillantes y otros momentos más decadentes, ¿por qué no decirlo?. Pero creo que también, en este contexto actual, al final es volver a recuperar una identidad que puede dar una gran proyección. En una conciencia de que todos tenemos una necesidad compartida.
Y en eso está la Acción Católica General: en intentar ponerse al servicio, para que realmente pueda haber un papel donde nuestros seglares puedan abordar de una manera «moderna» lo que tiene que ser la tarea evangelizadora. Cuando digo moderna quiero decir en consonancia con la realidad que tenemos delante, y que hay que intentar evangelizar. Es una gran apuesta.
Lo demás pueden ser elementos que aproximan el cómo nos gustaría que fuese. Pero al final es devolver a la Acción Católica la esencia que tiene. Que es un gran don para la Iglesia. El Concilio la define «apostolicam actuositatem». Marca una serie de hitos y esos hitos, después de haber sido desarrollados durante unos cuantos años de cogerlos el Concilio, hacerlos propios y lanzarlos para la Iglesia Universal. Que la Iglesia española esté recuperando ese espacio yo creo que es una gracia, indudablemente.
¿Está asumido ese don, por parte de los obispos y por parte del clero en general?
Los procesos cuestan. Pero también es verdad que muchas veces es importante ser capaz de definir proyectos ilusionantes. Que es la gran fuerza que tiene, en este momento, la Acción Católica General.
A partir de Cheste, de la asamblea de Huesca, de la unificación de los tres sectores hay una visión muy evidente de lo que tienen que ser los itinerarios. Porque al final, la conjunción de las tres edades no es por una cuestión práctica, sino por un dinamismo evangelizador que busca los itinerarios. Eso facilita mucho las cosas. A la hora, sobre todo, de mirar en la vida parroquial, y que luego la vida parroquial sea capaz de impregnar la vida social.
Al fin, lo que interesa es tener gente que tenga una formación sistemática bien asumida. Que pueda dar esperanza, con una espiritualidad arraigada, que sea misionera y que transmita esa capacidad a otra gente. Que pueda iluminar a la sociedad en la que estamos viviendo.
Pienso que todos éramos conscientes de que había ciertos aspectos que estaban languideciendo y, por eso, nos ponemos a trabajar, para poder vencerlo. Y eso es lo que ha hecho la Acción Católica, recuperar ese dinamismo, que entiendo que es un don del Espíritu, es una gracia y, poco a poco, vamos viendo sus frutos.
¿Vamos hacia una parroquia comunidad de comunidades? ¿Qué papel va a jugar la Acción Católica en cada una de las parroquias?
La Acción Católica es la servidora de todos. Tiene que servir como signo de comunión y de unidad dentro el entorno parroquial, independientemente de de lo que tenga que hacer fuera de la vida parroquial que es el gran cometido de los seglares.
¿En este momento, hay Acción Católica en todas las parroquias?
No. Ojalá, ya nos gustaría.
Lo ha conseguido Cáritas, pero ustedes, todavía no.
Sí. Pero también es verdad que también muchas veces, en la vida parroquial, los elementos que conjugaría la Acción Católica están asumidos sin el nombre de Acción Católica. Cuando un párroco tiene a sus seglares dándoles una formación adecuada, cuida su espiritualidad, les pide que le ayuden en tareas de evangelización dentro de la parroquia o fuera, no le llamamos Acción católica, pero lo es. Falta el asociacionismo.
Pero al final, esa decisión queda en manos del párroco de turno, o del obispo de turno.
Creo que la Acción Católica tampoco está en una cuestión de proselitismo para que todo sea Acción Católica, sino en un servicio para la Iglesia que nos lleve a jugar juntos un partido, porque tenemos un interés muy grande en evangelizar. Fernando Sebastián lo decía muy bien: No no es indiferente que la gente crea o no. Esto tiene que estar en el sentir de todos los presentes y de toda la Acción Católica. Y hay que buscar caminos y estrategias para conseguirlo. La Acción Católica es un instrumento magnífico que la Iglesia española tiene que hay que recuperar y desempolvar y, que en ocasiones, hay que resucitar, porque es verdad que la historia marca.
Hay que soltar ese lastre y a veces la mala imagen del pasado.
Y redescubrirnos. Si tú le planteas a un párroco, que tiene una mínima sensibilidad cultural, si quiere en su parroquia seglares que tengan una espiritualidad fuerte, te va a decir que sí. Que tengan ganas de evangelizar, también te va a decir que sí.
Que les podamos dar una mínima disposición orgánica para que los grupos formen equipos de vida y tengan un acompañamiento por encima, incluso, de los cambios de párroco que pueda haber. Esos elementos, los aporta la Acción Católica. También tenemos que hacer el esfuerzo de acompañarles, de formarles, y esto, al final, produce nuevos dinamismos.
¿Problemas con los movimientos?
Siempre los hay.
¿Hay roces?
Los hay, pero pienso que son elementos a superar. En ese sentido soy muy positivo. Tú puedes hacer la descripción de lo que son. Ayer en la sala salía alguna cuestión en la que se describen situaciones que todos conocemos: de los departamentos estancos, de un cura o un seglar que se convierte en barrera y no deja que las cosas fluyan…Es la descripción de nuestra propia realidad. Nosotros describimos lo que nos pasa y, a partir de ahí, poder compartir esas limitaciones se convierte en terapia colectiva. A partir de ahí, hay que construir. Eso es un diagnóstico de lo que nos pasa, y tenemos que proponer qué hacer, para superar ese tipo de situaciones. Ése es el reto. Y lo tenemos como Acción Católica y como Iglesia de España.
Lo demás, nos lleva a recrearnos en situaciones, que es verdad que están presentes y que hay que partir de ellas para superarlas. Pero que, muchas veces, conlleva tener claro hacia dónde queremos ir y por dónde queremos ir.
Eso engancha muy bien con la dinámica actual del papa Francisco: la Iglesia en salida. Y por eso estamos aquí escuchando constantemente ese tipo de referencias bergoglianas.
Claro. La referencia constante a Evangelii Gaudium, a las intuiciones de Francisco. Todo ese tipo de cosas deben iluminar nuestro presente. Para construir un futuro.
¿Sus compañeros obispos, están tan ilusionados como usted con la ACG? ¿Están en la misma línea?
Bueno, la ilusión de cada uno depende del carácter. Yo me ilusiono muy fácil.
Hay un clamor en la asamblea, pidiéndoles a los obispos corresponsabilidad real ¿Sigue habiendo reticencias respecto a esto?
Yo les pido a los laicos que den ese paso. Llevo muchos años trabajando con laicos. No hay una contraposición. Yo me siento miembro de la misma Iglesia, quizá porque llevo muchos años trabajando con seglares. Y cuando trabajas con una actitud de confianza hacia ellos, muchas veces no se produce la contraposición. Nos sentimos miembros de la misma Iglesia, donde nos podemos exigir mutuamente.
Claro que pueden exigir espacios, y deben exigirlos. Pero a la vez tienen que estar en disposición de dar pasos y a veces de sacrificar mucho, y lo hacen. Porque la Iglesia exige mucho, en el buen sentido. Exige la donación de la vida en favor de los demás, y hay gente que tiene familias y que, sin embargo, sabe sacar tiempo de donde no lo hay y se pone al servicio de la Iglesia. Y eso, es algo que hay que alabar.
Y, a partir de ahí, nunca perder de vista todo lo que hace referencia a la comunión. Porque no se trata de una yuxtaposición de protagonismos, sino de la creación de una comunión para la misión.
Al final es la espiritualidad del Concilio que impregna nuestra acción misionera y creo que ‘Christifideles Laici’ lo marca muy bien. Los puntos que hablan de la comunión para la misión y que la misión es para la comunión expresan muy bien lo que es el sentir de la Iglesia. A partir de ahí, hay que construir.
Nosotros no trabajamos desde la yuxtaposición de protagonismo, sino desde un deseo real de generar comunión para la misión, porque somos Iglesia y ahí tenemos que trabajar juntos.
Ahora me contaba Antonio Cartagena, el director del secretariado de Apostolado Seglar, que, en 1948, Manuel Aparisi viene a Santiago con los jóvenes de Acción Católica y aquí surgem los Cursillos de cristiandad. ¿Puede ser esto un reinicio de la Acción Católica?
No lo sé.
Un reinicio simólico, a los pies del Apóstol
La peregrinación que hemos hecho ha sido muy bonita, ha sido un gozo. Henos tenido momentos de gran intensidad con los chicos. Muy bonito. Los chicos se han ido muy contentos.
O sea, que el camino ¿sigue marcando?
El camino, ¿a quién no le marca? Es una maravilla. Yo lo he hecho diez veces ya.
¡Diez veces!
Pero entero, ¿eh?. Siempre con dimensión pastoral. Siempre con gente, cuando estaba de cura, de obispo. Ahora, lo he hecho entero también. Lo he hecho con ellos, con los jóvenes.
El camino tiene una fuerza que realmente entusiasma. Y creo que a los jóvenes que han participado, también les ha entusiasmado. No todos se han quedado, porque, al final, también el Departamentos de la Juventud de la Conferencia Episcopal lo apoyó y ha habido diócesis que han venido con jóvenes de delegaciones. Ha sido un momento de gracia, muy intenso. Ha sido una preparación espiritual para vivir esto.
Independientemente de que mucha gente mayor no haya peregrinado, ha rezado por ellos. Y se ha empezado a generar una comunión desde que salimos de Tui. Bastaba ver las redes sociales. Se ha generado una expectativa como que algo iba a ocurrir. Y ese tipo de situaciones suscitan una riqueza, para crear comunión y para fortalecer la misión. Y yo creo, que eso es lo fundamental.
¿Se nota en el ambiente, se percibe que esto va en serio y que, de aquí, puede salir algo potente para la Iglesia?
Dios da el incremento. A mí me gustaría. Recuerdo la perspectiva de la Asamblea de Madrid y vas viendo ésta y, bueno, Dios sabe más y Él va marcando el camino. Es la columna de fuego y la nube que antecede, como decíamos ayer. Es la experiencia de Moisés. La experiencia del pueblo de Israel. El Señor nos antecede. Y nos acompaña siempre. Eso nos esponja y nos da confianza.
A veces la nube nos quita el sol y la columna de fuego disipa las tinieblas, pero es signo de una presencia que nos llena de esperanza y eso, realmente, nosotros lo palpamos en estos momentos. No sabía el pueblo de Israel dónde le llevaba Dios en ese caminar por el desierto, pero confiaba, porque sentía su presencia. Y esa es la acción con la que la Iglesia vive este tipo de encuentros. Que no son fáciles de gestionar, porque la pluralidad es mucha. Las sensibilidades son grandes. La realidad de cada diócesis es distinta. Pero sin embargo hay una expresión y un deseo de comunión para lanzarnos a la misión.
Un obispo afortunado: Acción Católica, Manos Unidas y una diócesis. No se puede tener más, ¿no?
Y el departamento de Juventud de la Conferencia episcopal.
Enhorabuena y que esto cuaje
Gracias. Dios dirá.