Madrid niega que el cardenal se comprometiera a convencer a Rajoy de hablar con Puigdemont

Osoro y Omella no serán mediadores entre Moncloa y la Generalitat

El Papa transmite al nuevo embajador en el Vaticano que Roma está en contra de la autodeterminación

Osoro y Omella no serán mediadores entre Moncloa y la Generalitat
Osoro y Omella, ayer, en Madrid

Alfa y Omega, órgano oficial del Arzobispado de Madrid: "La responsabilidad de la Iglesia en estos momentos es clara: trabajar por la concordia, a pesar de que algunos de sus miembros hayan podido no estar a la altura"

(Jesús Bastante).- Los cardenales Omella y Osoro no serán mediadores entre Moncloa y la Generalitat. Al menos, no oficialmente. Los arzobispos de Barcelona y Madrid, que en las últimas jornadas trabajan, de manera discreta, para no que no vuelen los puentes de diálogo entre Cataluña y el resto de España, están comprometidos como facilitadores del entendimiento, pero en ningún caso como mediadores de un conflicto entre iguales.

Así ha quedado claro en los distintos encuentros -personales y telefónicos- que ambos prelados han mantenido en los últimos días con representantes políticos, sociales, culturales y empresariales de Madrid y Barcelona. Tanto Omella como Osoro han planteado a sus respectivos interlocutores que la Iglesia no puede ejercer como mediadora, dado el carácter universal de la institución, que podría derivar en una  «internacionalización» del conflicto.

Ambos arzobispos han subrayado tanto a Rajoy y Sáenz de Santamaría (con quienes ambos prelados se encontraron el lunes) como a Oriol Junqueras (quien se trasladó el martes al palacio del Arzobispado para hablar con Omella), que la posición de la Iglesia -que cuenta con el aval vaticano- es la de «diálogo, entendimiento, del respeto a los derechos y a las instituciones, y de la no confrontación».

 

 

Así se apuntaba en la nota de la Comisión Permanente del Episcopado publicada antes del 1-O y que contó con la unanimidad de todos sus miembros, aunque posteriormente algunos de ellos (fundamentalmente el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz) salieran a la luz pública a criticarla.

De hecho, el Arzobispado de Madrid ha tenido que salir al paso de algunas informaciones que aseguraban que, en una conversación mantenida entre Osoro y Pablo Iglesias (fue el cardenal quien telefoneó al líder de Podemos), el primero se habría comprometido a «intentar convencer» a Rajoy para que dialogara con Puigdemont.

Desde la diócesis, se asegura que la llamada «se enmarca en las conversaciones que habitualmente se mantienen con las diversas fuerzas políticas» y que, «en ningún caso se ha concretado compromiso alguno, sino que se ha reiterado el mensaje lanzado la semana pasada por los obispos españoles en comunión».

En todo caso, la noticia de una supuesta mediación de la Iglesia en el conflicto catalán ha sido fuertemente criticada por los partidos del bloque constitucionalista. Tanto PP como Ciudadanos y el PSOE han rechazado que la Iglesia pueda convertirse en interlocutora válida. Así, el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, ha indicado que «no tiene ningún sentido introducir a la Iglesia» puesto que «al final se acabaría discutiendo sobre la validez del propio mediador». Algo similar han señalado tanto Albert Rivera como el vicepresidente del grupo PPE en el Parlamento Europeo, Esteban González Pons.

 

 

Roma dice «no» a la autodeteminación

Entretanto, este lunes se produjo un encuentro, aparentemente protocolario, pero que escondía mucho detrás. Así, tal y como informa el periodista (y asesor de la Embajada) Antonio Pelayo en Vida Nueva, el Papa recibió al nuevo embajador de España ante la Santa Sede, Gerardo Bugallo.

Durante el encuentro, de unos veinte minutos, y que se produjo a solas, Bergoglio habría manifestado al embajador la postura de la Santa Sede, contraria a toda autodeterminación que no esté justificada por un proceso de descolonización, y manifestó el rechazo de la Iglesia a toda actitud que no esté basada en el respeto a la legalidad constituida.

Posteriormente, Bugallo se encontró con el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, durante alrededor de una hora. En la conversación, el número dos de la Santa Sede manifestó que la diplomacia vaticana patrocinaba actitudes de diálogo y de negociación para atajar las tensiones creadas, sin renunciar a soluciones pacíficas, según el relato de Pelayo. ¿Una puerta abierta?

Finalmente, el semanario Alfa y Omega, órgano oficial del Arzobispado de Madrid, ha publicado un editorial bajo el título de «Ante todo, mucha calma«, en el que recuerda «la urgencia de promover un sano patriotismo inclusivo capaz de abrazar la rica diversidad y pluralidad entre los españoles» frente al «discurso de los particularismos y la descalificación del otro».

«La responsabilidad de la Iglesia en estos momentos es clara: trabajar por la concordia, a pesar de que algunos de sus miembros hayan podido no estar a la altura«, admite el semanario, quien arremete contra aquellos obispos que, como Sanz, han criticado la nota de la CEE (pese a haberla aprobado con su voto). «Juzgar de tibia, como algunos han hecho, la respuesta de los obispos plasmada en la declaración de la Comisión Permanente aprobada la pasada semana, es no comprender lo que está en juego en estos momentos en España«.

«La defensa de la Constitución y del principio de legalidad es clara en el documento, que al mismo tiempo apela a la necesidad de diálogo, el cual será imposible mientras no exista un clima de mínima serenidad», añade el texto, quien pide «responsabilidad» a todos, en Cataluña y «en el resto de España, donde no hay hogar o lugar de trabajo donde no se discuta apasionadamente estos días sobre la crisis española y catalana».

 

 

Editorial de Alfa y Omega

«Ante todo, mucha calma»

Son días decisivos en la grave crisis política que atraviesa España (decir solo Cataluña sería quedarse cortos). El Estado de Derecho tiene los instrumentos necesarios para prevalecer, y pensar en estos momentos en otra hipótesis es sencillamente descabellado, por más que el vértigo de los acontecimientos produzca una impresión distinta. La cuestión es cómo va a superarse esta crisis. Este podría ser el acicate para intentar cerrar de una vez por todas las fracturas territoriales y los agravios comparativos entre comunidades autónomas, una constante en estos 40 años de democracia. La crisis muestra también la urgencia de promover un sano patriotismo inclusivo capaz de abrazar la rica diversidad y pluralidad entre los españoles, como pueblo protagonista del proceso de integración europea que acoge con los brazos abiertos a muchas personas venidas de todas partes del mundo. Son objetivos que no se pueden alcanzar de la noche a la mañana, pero empezar a trabajar en ellos es ya una forma de sembrar reconciliación. Si, por el contrario, prevalece el discurso de los particularismos y la descalificación del otro, los episodios de estos días no serán más que el preludio de una crisis todavía mayor más pronto que tarde.

La responsabilidad de la Iglesia en estos momentos es clara: trabajar por la concordia, a pesar de que algunos de sus miembros hayan podido no estar a la altura. Pero juzgar de tibia, como algunos han hecho, la respuesta de los obispos plasmada en la declaración de la Comisión Permanente aprobada la pasada semana, es no comprender lo que está en juego en estos momentos en España. La defensa de la Constitución y del principio de legalidad es clara en el documento, que al mismo tiempo apela a la necesidad de diálogo, el cual será imposible mientras no exista un clima de mínima serenidad. Es obvio que a algunos les interesa enrarecer el ambiente. Las posiciones extremas se retroalimentan y lo último que deben hacer los católicos es entrar en esa dinámica. Y en esto la responsabilidad es de todos. Especialmente en Cataluña, pero también en el resto de España, donde no hay hogar o lugar de trabajo donde no se discuta apasionadamente estos días sobre la crisis española y catalana.

 


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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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