Omella, Pujol, Vives, Sistach o los abades de Montserrat y Poblet, 'actores' de la distensión

El ‘seny’ de la Iglesia catalana: silencio oficial y puentes tendidos al diálogo

Una estrategia de moderación, avalada por Roma y dialogada con los cardenales Blázquez y Osoro

El 'seny' de la Iglesia catalana: silencio oficial y puentes tendidos al diálogo
La Iglesia catalana, ante la independencia de Cataluña

En la Iglesia catalana se ha continuado trabajando, en silencio, para que no se rompieran todos los puentes de diálogo. Con algunas conversaciones directas con los principales implicados a la hora de tomar la decisión de declarar (o no) la independencia

(Jesús Bastante).- «No sabes cuánto siento no poder contestarte«. «En este momento no puedo ni debo decir nada». La respuesta se repite, invariablemente, entre los principales ‘actores’ eclesiásticos en el procès consultados por RD. Obispos y religiosos catalanes han sido protagonistas silenciosos de la ‘distensión’ de los últimos días, que abre la puerta (quizá la última) a una solución negociada al conflicto entre Cataluña y el resto de España.

«Creo que no va a haber independencia», apuntaba uno de los protagonistas el mismo martes, día en que Puigdemont proclamó (o no) y posteriormente suspendió la «indepencia del pueblo catalán en forma de república». Lo acontecido en los últimos días abre un impass esperanzador, pero también un desafío de gran alcance, que podría cambiar el rostro de la sociedad española en los próximos años.

Como se ha subrayado en más de una ocasión, la Iglesia católica no será mediadora entre Puigdemont y Rajoy. Es más: se han contado muchas mentiras alrededor de lo acaecido en las últimas semanas. Algunos eclesiásticos, en privado, lamentan haber sido «instrumentalizados» por los distintos poderes políticos, y reivindican la nota publicada el pasado 27 de septiembre por la Comisión Permanente, «con el aval de Roma», y por unanimidad (que posteriormente fue rota, en distintas declaraciones, por el ‘sector duro’ del Episcopado español).

 

 

Una nota que, evidentemente, no gustó en Moncloa, pero que no fue la razón fundamental del encuentro entre Rajoy y los cardenales Osoro y Omella. La reunión, celebrada el 2 de octubre por la noche, tuvo lugar después de que, esa misma mañana, el Papa Francisco recibiera al nuevo embajador de España ante la Santa Sede, Gerardo Bugallo, ratificando su negativa a avalar una secesión unilateral en Cataluña. Una interpretación que el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, se encagó de transmitir al cardenal Omella.

Tanto el cardenal de Barcelona como el de Madrid, Carlos Osoro, han seguido una estrategia conjunta, avalada por Roma y por el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, quien ha delegado en ellos para la toma de decisiones, siendo informado en todo momento.

El cardenal de Valladolid, como ya hiciera en las negociaciones del 0,7% en 2007 (entonces fue Cañizares quien negoció con Fernández de la Vega), prefirió dejar el protagonismo a los dos hombres de mayor confianza del Papa en España. Por lo tanto, no es cierto que el presidente de la CEE esté molesto con Osoro u Omella, como algunos sectores del Episcopado han subrayado.

 

 

Al día siguiente de la misma, el vicepresident Oriol Junqueras se dirigió a la sede del Arzobispado de Barcelona (no tenía cita) para hablar con Omella. Éste, según ha podido saber RD, le trasladó la posición de la Santa Sede, al tiempo que continuó ofreciéndose para facilitar el diálogo y la búsqueda de soluciones.

El papel de Omella es similar al que Osoro y Blázquez han mantenido ante las autoridades del Estado (y también líderes políticos, empresariales, sindicales y sociales), o al que, en sus respectivos ámbitos, han llevado a cabo los abades de Poblet y Montserrat, o los arzobispos Pujol y Vives (éste último, también como co-príncipe de Andorra).

Pese a todo, en la Iglesia catalana se ha continuado trabajando, en silencio, para que no se rompieran todos los puentes de diálogo. Con algunas conversaciones directas con los principales implicados a la hora de tomar la decisión de declarar (o no) la independencia. Como ya se comentó, la Iglesia no puede ejercer de mediadora, pero sí trabajar por la paz y la convivencia. En este campo, se habla de la participación de otros ‘actores’ eclesiales, como el cardenal Sistach o la comunidad de San’t Egidio (experta en resolución de conflictos), pero ninguno de estos aspectos han podido ser confirmados.

Después del 1-O y la actuación policial, los obispos catalanes hicieron piña en torno a Pujol y Omella (con la salvedad de monseñor Novell, que antes y ahora se ha mostrado como un ‘verso suelto’), y han lanzado diversos mensajes de tranquilidad y moderación. Pero ninguna declaración pública. Obispos y abades no quieren aparecer en público, ni implicar a la Iglesia más de lo que algunos actos -la carta de los 400 curas, o imágenes como la del ‘recuento’ de votos en una iglesia tarraconense- ya lo han hecho. Conscientes de que, en una Cataluña independiente o unida a España, seguirá habiendo católicos, y deberán ser pastores de todos.

 

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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