Habló de sí misma sin sospechar que alguien tomaría nota de sus palabras con respeto y devoción, trocándolas en una detallada "autobiografía"
(Avelino Soutelo).-Cuando se celebra el centenario de alguien que ha hecho historia, más bien se suele tratar de personajes a quienes pocos conocen y casi nadie recuerda. Los supuestos cien años transcurridos, o más si los centenarios son dos o tres, han contribuido a sepultarlos en el olvido, frágil como es la memoria tanto individual como colectiva, y no digamos en estos tiempos en que los años corren que vuelan.
Con Teresa de Calcuta nos encontramos ante una excepción. ¿A quién, si no es o ha sido víctima de una cruel amnesia, no le sorprende la yuxtaposición de su nombre con tales cien años que ya la habrían alejado de nuestra inmediata percepción? Teresa de Calcuta, oficialmente simple Beata ya en vida estimativamente Santa, estaba aún viva y muy presente en la percepción de la gente -quiérese decir: en recuerdos y corazones- el otro día. Como si dijéramos: la semana pasada.
Y no es -porque… ¡ocurre bastante!- que un grupo de seguidores más o menos fanatizados, adictos a una idea no siempre desinteresada y pura, a un afán de disimulada agregación de adeptos, le haya montado artificiosa campaña alguna. Teresa de Calcuta aborreció siempre tales campañas, que consideraba contrarias al puro ideal de seguimiento a Cristo en amoroso servicio a los Pobres más pobres.
Quienes la siguen e imitan más de cerca -¡un milagro, en tiempos de crisis de vocaciones religiosas!-, superan ya las cinco mil.
Lo cual -lo de sus más de cinco mil seguidoras- hay que aclararlo. Se limita a seguidoras en sentido estricto. Es decir: a monjas con los tres votos de castidad, obediencia y pobreza -(¡y qué pobreza!)-, y con un cuarto, exclusivo de la Madre Teresa y de quienes la siguen: voto de entrega total, gratuito, de por vida, al servicio de los Pobres más pobres por amor de Jesús.
Sí: aparte de las que la han seguido (¡y van en constante aumento!) como monjas, la siguen e imitan, en su servicio amoroso a los más pobres entre los Pobres, miles y miles de personas en todo el mundo. Y esto no desde que ella ha muerto, que fue el 5 de septiembre de 1997 -¡el otro día, prácticamente!-, sino ya desde antes.
Desde que, por los años 70 -¡tampoco ha pasado tanto tiempo!-, se percibieron los primeros ejemplos de la Hermana Teresa, asomó también la novedad, poco a poco esparcida por los cinco continentes, de gentes de todas las religiones (católicos, protestantes, anglicanos, budistas, musulmanes…) y hasta de ninguna, que se fueron dejando contagiar por su ejemplo. Algunos aseguran y a todos se les nota que han encontrado una gran serenidad espiritual y humana en tratar de hacer felices a sus semejantes.
Teresa de Calcuta, se dice de ella. Más bien lo es del mundo entero. Por nacer (el 26 de agosto de 1910: los 100 años están al caer) nació en la entonces pequeña ciudad (20.000 habitantes) de Skopje, capital hoy (con 500.000) de Macedonia.
Pasó y pasa legítimamente por India, pero no lo fue del todo. En la India se hizo (1932) monja de las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto, y confesó ser «la religiosa más feliz del mundo». De la India adquirió la nacionalidad (1952), para ser más india aún de lo que era. Pero sin renunciar a seguir siendo lo que era por sangre: albanesa.
De entrada, en la India estuvo, amando y sirviendo a Dios en los Pobres, durante un cuarto de siglo. De allí no pensaba moverse, porque Pobres en la India, por los años 40, 50, 60 y 70, más pobres todavía que en las décadas que siguieron, había una inmensidad. Tan no pudo moverse de la Inda que desde que allá fuera en 1928 con 18 años de edad, no pudo volver a ver, vivas ni muertas, a su madre y hermana que en Skopje fallecieron a principios de los años 70.
Pero se produjo una sorprendente paradoja: sin mínimamente descuidar a los Pobres de la India, que para ella fueron siempre los primeros y preferidos, Dios le dio a entender que había Pobres en el mundo entero. Incluso -a veces aún más infelices- en el mundo supuestamente desarrollado.
De ahí que, con la India y Calcuta como referencia logística de su entrega a una misión a la vez gigantescamente humana y sencilla, se vio impelida a extenderla al mundo entero. Porque cuando se tuvo noticia -¡no porque ella la difundiera!- de lo que ocurría en su derredor, hubo quienes autorizadamente -¿quién, para una humilde monja, más que el Papa?- le suplicaron que hiciese algo, como estímulo, también fuera de la India.
Un Papa, Obispo de Roma, que era Pablo VI, le suplicó que abriese una casa en su diócesis. ¡Y mira que no había casas de frailes y monjas en el largo perímetro del Vaticano! La Madre Teresa aceptó con la más humilde docilidad. Y como el Papa la dejó que escogiese ella la sede, la Madre Teresa optó por la zona más abandonada y pobre de la llamada Ciudad Eterna. Por un barrio de chabolas, que en italiano se dicen baracche, donde ni por causalidad aterriza turista alguno o peregrino de los que visitan Roma.
Ni vaya a pensar nadie que, aun entre chabolas, las Misioneras de la Caridad (así se llaman las hoy más de cinco mil hijas de la Madre Teresa) se hiciesen construir una vivienda… más digna: optaron por una baracca parecida a las de los vecinos a los que, desde el primer momento, dieron en tratar con respeto y cariño. Es que, mientras tantos turistas y peregrinos buscan a Jesús en la basílica de San Pedro y en las grandes basílicas e iglesias de Roma, la Madre Teresa y sus hijas lo encontraron en la borgata denominada Tor Fiscale…
El arrabal de Roma, Italia, y luego el de Caracas y Londres fueron las primeras salidas de las Misioneras de la Caridad, porque luego hubo otros obispos que imitaron el gesto de Pablo VI. Pero en seguida serían muchos más si se tiene en cuenta que las monjas de la Madre Teresa se encuentran esparcidas ya por el mundo en un total de 757 casas en 134 países: casas, huelga precisar, poco más que chabolas, porque ellas viven pobres entre los Pobres, por opción más que por necesidad.
También las invitaron obispos españoles, y están en España desde 1980. El primero que las invitó fue el de Madrid, don Vicente Enrique y Tarancón. Pero están también, generosamente volcadas con los Pobres, en Barcelona, Sabadell y Murcia…
Por cierto, en España -aunque también en otros países- sobre la Madre Teresa se han publicado numerosas biografías, originales y traducidas, que han contribuido a popularizar su imagen y obra. Quien firma estas líneas ha sabido con complacencia que, en ocasión del Centenario, acaba de publicarse –Editorial SAN PABLO– un libro aún más original y sorprendente.
Quién lo diría: una «autobiografía» de la propia Madre Teresa titulada: «Dios lo hizo todo. Yo no he hecho nada«.
Sorprendente, sí, porque es una autobiografía auténtica, construida con palabras de la Madre Teresa, tomadas con fidelidad y orden de declaraciones suyas, de coloquios y orientaciones a sus monjas y colaboradores… Habló de sí misma sin sospechar que alguien tomaría nota de sus palabras con respeto y devoción, trocándolas en una detallada «autobiografía».