Juan Antonio Delgado y José Julio Pinillos

«La ‘Iglesia disidente’ fue una Iglesia más concorde y aproximada al Concilio Vaticano II»

Presentan el libro "Mariano Gamo. Testigo de la Transición. Cura obrero y marxista"

Un 15% de los curas obreros dimos también el paso de impulsar que el celibato sea considerado opcional. Porque, si no es libre, no es una riqueza

Juan Antonio Delgado es el autor de «Mariano Gamo. Testigo de la Transición. Cura obrero y marxista». José Julio Pinillos, cura obrero, es amigo de esta casa. Ambos nos hablan de la figura del padre Gamo, un profeta vivo que «ojalá tenga más seguidores», reflejo de la «Iglesia disidente que fue una Iglesia más concorde y aproximada al Concilio Vaticano II» que la actual, en su opinión.

-Para determinadas generaciones Mariano Gamo es casi desconocido. ¿Quién fue y qué significa para la Iglesia?
J.A.- El libro es una aproximación rigurosa dentro del ámbito académico de la Iglesia disidente, una Iglesia más concorde y aproximada al Concilio Vaticano II. Tiene un epílogo sobre curas obreros, un sector de curas que quieren poner en marcha, dentro de las coordenadas franquistas y de la Transición democrática, elementos al servicio de esta democracia y de una renovación de la Iglesia. Curas como Mariano Gamo, que llegaron al convencimiento de la necesidad de una Iglesia distinta por distintas vías.

-Julio, ¿tú conociste a Mariano?
-Sí, le conozco sobre todo de los encuentros nacionales bianuales de curas obreros, que arrancaron en el 82. Mariano era una persona poliédrica, pero me voy a centrar en su faceta de cura obrero: él era del barrio de Moratalaz, y tenía una inteligencia práctica sobre qué tipo de Iglesia y de sociedad quería. Fue detenido en el año 69 por la clandestinidad, por estar enfrentándose a la sociedad con clarividencia, retando a la Iglesia a que estuviera presente en el mundo obrero. Él planteó con una lucidez impresionante todo lo que significa ser un cura obrero.

-¿Mariano fue testigo de la Transición?

J.A.- Sí, un testigo privilegiado. Mariano Gamo perteneció al Frente de Juventudes, al igual que otros curas como el Padre Llanos o José María Díez Alegría, pero con el paso del tiempo fue descubriendo que los valores que necesitaba la Iglesia eran distintos. Valores de encarnación, democráticos. Mariano tenía una concepción de lo que es ser cura muy distinta a otros: no creía que fuera un privilegio, sino un servicio.
La categoría marxista, que aparece en el subtítulo, es un amplio abanico que abarca desde el tardío franquismo hasta los años 70, después de la muerte de Franco. Hay elementos marxistas como la Casa del Pueblo, el análisis de la realidad y de su praxis, que aportó la «Iglesia distinta».

-¿Cómo se concilia esa doble vinculación de un cristiano con el sacerdocio y con el marxismo, en una sociedad en la que siempre se han considerado conceptos opuestos?

J.A. –Mariano era un cura profundamente creyente en el Dios de los pobres. En el Dios junto a los pobres. Esa raíz nunca la perdió. La casta aarónica sacerdotal no la entendía así. Él concebía que el Dios trascendente está con los pobres. Esto, junto a una proyección de la praxis marxista, lo une de una forma vivencial: lo hace cura obrero.
J.- La propia sociedad le llevó a «ejercitar» ese Dios de los pobres. Y esta puesta en práctica lo llevó a más compromisos permanentes. Hay una frase fenomenal suya que dice: «Fuimos al mundo obrero para quedarnos». Es decir, no fueron para hacer una experiencia, sino para meterse en la entraña de ese mundo. Al meterse en serio en la sociedad, y creerse que Dios está en esa sociedad, y procurar que su rostro sea visible desde los más débiles, le fue llevando a la clandestinidad de los años 70, concatenadamente. Hubo gente que no aguantó el tiro y dio marcha atrás. Pero Mariano fue para quedarse como uno más: sin influencias, y con pocas palabras, porque él creía que ya se había hablado demasiado. «Vamos a estar«, decía. «Vamos a estar en silencio, acompañando». Tenía el mismo tipo de casa que los demás, un trabajo manual que le daba independencia para no tener que estar viviendo de la paga del Estado (a la que los curas obreros renunciamos), un modus vivendi de lucha por el salario normal, con la misma dinámica de fichar y cumplir horarios que el resto de compañeros de trabajo… Un 15% de los curas obreros dimos también el paso de impulsar que el celibato sea considerado opcional. Porque, si no es libre, no es una riqueza. Mariano decía que ni siquiera es cristiano. Si el celibato busca disponibilidad, estemos disponibles. Eso es lo radical de la cuestión.
Mariano, como otros tantos, fue a la cárcel: consecuencia lógica de querer vivir donde estaba el pueblo.

-¿Cómo viviría un hombre como Mariano la situación actual de sufrimiento de los trabajadores? ¿Y cómo viviría el silencio casi generalizado de los obispos ante este asunto?

J.A. -En los anexos del libro vienen unas conversaciones que yo mantuve con él durante dos años. Mariano me contaba que le daba pena ver cómo el clero de hoy en día, los obispos, están al margen de la realidad de la vida. La Iglesia le ha dado la espalda al pueblo, eso le entristecía. Hay que recordar que él fue siempre trabajador. Fue un obrero más en la Clínica de la Concepción, en el Severo Ochoa… La valoración que se hace de los testimonios de la gente de «La Concha», como él llamaba a la clínica, es que siempre fue un hombre crítico con lo que no hacía digna a la persona en el trabajo. Siempre estuvo a favor de reivindicar las condiciones de dignidad del trabajador. Nunca perdió ese horizonte.
J.- Ese ángulo Mariano no lo va a perder nunca, lo lleva en el alma. La palabra que hemos defendido en las calles, y que nos ha llevado a firmes posiciones (de las que estamos orgullosos), se deben mantener hoy. Mariano decía: «Hay que hacer comunidades que sean críticas, que analicen lo que están viviendo y proclamen las incoherencias con el Evangelio». Hoy en día las parroquias deberían tener una palabra más libre. Cuando las tornas vienen duras, no hay que rebajar el Evangelio. Hay que hablar de la justicia social y salarial. En ese sentido, creo que Mariano está en las mismas posiciones que hace 30 años.
El otro día le pregunté al vicario, en una reunión, sobre el documento de la HOAC y de la JOC que Rouco consideró que no tenía que aprobar porque parece que no responde al pensamiento de la jerarquía de la Iglesia. Le pedí que me señalara los puntos del documento que no se pueden avalar públicamente como una línea cristiana evangélica, y por qué las sustituiríamos. No hubo respuesta. Por ello me alegra muchísimo que Algora (enhorabuena) haya hecho un escrito en el que dice que, aunque no somos técnicos de economía «evangélica», si somos pensadores, y profetas, y creyentes, que dicen que el pueblo, cuando está sufriendo, puede reivindicar algo que es legítimo. Por eso tenemos que decir que estamos de acuerdo.
Por eso me alegro muchísimo también de que este libro sobre Mariano no salga post-mortem, sino in vita. Porque ahora mucha gente le va a preguntar.

-¿Qué tal está Mariano?
J.A.- Va camino de los 82 años, pero está bien de salud.

-¿Qué debería haber de Mariano Gamo en la Iglesia de hoy y en la que soñamos?
J.A.- Debería haber curas que hagan una opción clara por el mundo político, sindical, obrero. Que no se ganen su sustento amparados en la clerecía. Que crean en la utopía del Reino de Dios hecho realidad en el mundo de la gente pobre, y que ése fuera su referente vital. Que vivan con el pueblo y para el pueblo
J.- Yo sólo añadiría a lo anterior comunidades catecumenales cada vez más formadas, lúcidas porque se remitan al Evangelio y al análisis social. Que los sacerdotes recuerden que Dios está en los pobres, que se apasiona por los pobres. El cura debería ser el servidor de una comunidad, de los pobres y del Evangelio. Y que en todo lo demás sea libre. Si quiere ser célibe, fenomenal, pero el matrimonio es la misma riqueza. Nunca es más el célibe que el no célibe. Dios nos toma el pulso por la capacidad de amar. Ése es el termómetro, no las promesas. Mariano siempre será un revulsivo incómodo en ese sentido. Pero un revulsivo que habla claramente. Se le podrán hacer muchas críticas, pero es un profeta. Y ojalá este tipo de profetas tenga seguidores.

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Nunca es más el célibe que el no célibe: Dios nos toma el pulso por la capacidad de amar
Ojalá este tipo de profetas tenga seguidores

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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