Resulta pues esperanzador sentirse pecador y, gozar de entendimiento suficiente para discernir y así distinguir qué aptitudes y actitudes nos sumergen en el pecado y cuales otras en la corrupción
(Ángel Manuel Sánchez).- El enemigo del Amor no es el Odio, sino el Miedo. El miedo se traduce en esa imposibilidad de ver las cosas, de vernos a nosotros mismos, tal como son, tal como somos, en toda su amplitud, es decir, con los dos ojos.
El origen de nuestros conflictos internos y externos, proviene de esa parcial manera de ver la realidad, porque utilizamos nuestros esquemas a modo de estanterías donde recurriendo a menudo a la desfachatez, pretendemos encajar a lo demás, a los demás, en ellas. Así nos enseñoreamos, podemos controlar lo que nos abruma, que es lo que no entendemos, y por tanto lo que tememos y odiamos por ello.
Porque es verdad que esta mirada sesgada implica una forma más de corrupción instalada en nosotros mismos. Quiénes nos creemos ser, quiénes tememos ser. Porque tememos lo que desconocemos, y al desconocerlo lo rechazamos y lo odiamos. Una de las realidades más instaladas en nuestra sociedad y en el ser humano es que rechazamos el Amor y la Luz porque ambos destruyen nuestros esquemas y nos convierte el trono en el que nos enseñoreamos en humilde retrete. Somos tal como miramos, y somos ciegos parciales instalados en la penumbra esquinada de un balcón de terraza. No se visita un balcón para no asomarse.
Cuánto rechazo a la virtud, a la nobleza y a la pureza, en suma a la belleza que proyecta Dios a través de sí y a través de su obra creadora. Vivimos de la ilusión de considerar virtuoso, noble y bello aquello que solamente nos conforta y por tanto nos conviene. Muchos llaman a esto Mundanidad espiritual, que puede implicar la soledad de quien no arriesga porque no ama, y confunde satisfacción con felicidad.
Para gozar de la vida hay que vivirla, y para gozar de Dios hay que vivirlo. Llevamos décadas razonando sobre Dios, y qué diferente es la persona que habla del Dios vivido, experimentado, de quien habla del Dios leído. La persona que vive el Amor y transmite su experiencia a los demás, recurre tanto a sus razones como a sus emociones. La Posmodernidad sólo se sirve de la Razón para negar la existencia de lo que no tiene explicación (como si no existieran más cosas que las que tienen explicación) y se sirve de las Emociones para afirmar el sentido hedonista de la vida (como si no existieran o fueran inalcanzables la Alegría y la Esperanza).
Esta es una humilde confesión de Fe. Afirmo sencillamente mi experiencia de Dios. Mi escasa fundamentación teológica suficientemente me ha llevado a comprender que mi relación con Dios es personal, de persona a Persona. Éste fue mi primer grado de experiencia. El siguiente grado que descubrí es que Dios pretende continuamente probarnos su Amor, un hecho que consigue constantemente inquietarme pero que demuestra que esta relación está viva. El Amor de Dios nos causa temor porque descubre que nuestra capacidad de respuesta es limitada porque vivimos instalados en un estado de pecado recurrente, pero que lejos de hundirnos en la miseria, constituye una de las mejores puertas para encontrarnos de tú a tú con Dios y gozar con ello.
Qué razón tiene el anónimo inglés cuando dice que a Dios no se le piensa, se le ama ó no se le ama. Todo lo que he podido razonar sobre mi Fe lo he hecho sobre esta experiencia y añado, no puedo vivir negando lo vivido («Yo sé que antes no veía y ahora veo, no me preguntes cómo me ha ocurrido»). Todo el que habla de Dios, de su Amor y no lo experimenta, sencillamente no debería hacerlo, o lo hace con riesgo de caer en la mundanidad espiritual y de corromperse.
Y he aquí aquello que motiva este artículo. Corrupción y pecado no son lo mismo, tal como explica nuestro Papa. Uno puede y debe reconocerse como pecador. Al pecador le causa esperanza el deseo de encontrar el perdón de Dios y le redime obtenerlo. Pero la persona corrupta no es que peque, sino que hace de su pecado un hábito que le conduce a un estado personal de corrupción (he ahí el riesgo que entraña el pecado pues abre sus puertas).
El corrupto no busca el Perdón de Dios sino su auto-justificación, y para ello la mejor manera es adoptar una apariencia de buenos modales encubridores de malas costumbres, frivolizar si a uno le han pillado incurriendo en la desfachatez (esa doble vida), y sobre todo, haciendo proselitismo (corrompiendo a los demás) para perpetuarse. Un gesto le delata: calumnia, ironiza y califica de fundamentalista a quien no vive como él.
Es un buen librito, que lleva el nombre de este artículo y que nos permite graduar la talla intelectual del Papa. No destaco su erudición sino su dialéctica, sencilla y fundamentada con su sólida formación jesuítica. Su pensamiento lo calificaría como de aterrizaje, muy jesuítico por otra parte. Pocos intelectuales aterrizan en el mundo emocional y psicológico de los seres humanos, que es un modo ignaciano de análisis como sabemos. Se atreve a desenmascarar cual cirujano se aplica con su bisturí. Espero con ilusión su primera encíclica. Estoy seguro que no dejará indiferente a nadie y tendrá gran repercusión en las personas alejadas de la religión. Sin lugar a dudas, le lloverán tortas por todas partes, pero también ello nos demostrará que hay autenticidad en su testimonio, y acierto en su elección.
Reconozco que no me resultaba agradable tener ni un Papa argentino ni jesuita, pero nada como una buena mente ignaciana y argentina para describir la corrupción contemporánea, que como él afirma, no es un acto, sino un estado, estado personal y social, en el que uno se acostumbra a vivir. La corrupción genera una cultura propia con capacidad doctrinal, lenguaje propio, modo de proceder peculiar.
Este librito concluye así: Y el Señor no se cansa de llamar: «No temas…». ¿No temas a qué? No temas a la esperanza…porque la esperanza no defrauda (Rm 5,5).
Resulta pues esperanzador sentirse pecador y, gozar de entendimiento suficiente para discernir y así distinguir qué aptitudes y actitudes nos sumergen en el pecado y cuales otras en la corrupción. Sabiendo esto, no encuentro mejor orientación en nuestro desarrollo humano y espiritual, que amar sin miedos. Acoger sin temor las pruebas de Amor que recibimos de Dios y de los cercanos, y tomar conciencia de la enorme responsabilidad que implica el ejercicio de nuestra libertad, que para ser acertado debe conducirnos a una mayor dignidad en nuestro obrar que salve nuestras almas en esta vida primero, en la otra después, y que al mismo tiempo nos permita sin complejos alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, que es para lo que todo en esta vida tiene su sentido y naturaleza.
Recomiendo pues, vivamente su lectura. Corrupción y Pecado. Jorge M.Bergoglio. Papa Francisco. Publicaciones claretianas (2013).