Creo que dejar morir a las personas de acuerdo a sus convicciones y principios es más humano que atarles o hacerles entrar a todos en una misma cosmovisión
(Jesús Bastante).- Resti Moreno es autor del libro «Voces de Bioética y Excelencia», editado por San Pablo, en el que explica, entre otras cosas, que «en la fase terminal de las enfermedades a veces la medicina ya no hace ningún efecto, pero el contacto con los familiares es lo que vuelve la atención humana».
Denuncia que «actualmente a los enfermos terminales no se les puede atender con cuidados paliativos porque no hay recursos económicos en la sanidad pública», y dice que «la mejor tarea que se está haciendo a este nivel es una tarea silenciosa».
Moreno vivió muchos años en El Salvador y conoció personalmente a Monseñor Romero, de quien opina que «merece ser santo rápido». «Si es por el pueblo, el pueblo ya lo ha proclamado», asegura.
Y concluye afirmando que «dejar morir a las personas de acuerdo a sus convicciones y principios es más humano que atarles o hacerles entrar a todos en una misma cosmovisión».
¿Qué es la bioética, además de un tema que preocupa demasiado a la Iglesia y/o a la sociedad?
La bioética es, como diría el título de un libro de Victoria Camps, «la voluntad de vivir», que creo que es un concepto tomado de Schopenhauer, que tiene mucha miga. Luego hay una definición académica de la enciclopedia de bioética de los Estados Unidos, que dice que la bioética es el estudio sistemático de la conducta humana en las áreas de la ciencia y la salud, en tanto en cuanto dicha conducta es analizada a la luz de los valores y los principios morales.
¿Podría ser, en algún caso, «la voluntad de no vivir»?
Bueno, hay momento en los que a lo mejor merece la pena plantearse el asunto de seguir viviendo o no; pero creo que la bioética debería impulsar siempre la vida. Sin dejar de tener en cuenta que, como dice el famoso bioeticista Diego Gracia, a veces las personas, cuando piden que se les quite la vida, es porque están pidiendo vivir de otra manera. La bioética es más bien un término medio entre estas dos posturas.
¿Es importante «bien vivir» mientras se vive?
Sí, incluso en la etapa terminal, en la que a los enfermos se les debe dar un acompañamiento como si estuvieran en un hotel de 5 estrellas. Eso es lo que falta: un acompañamiento exquisito a todos los niveles. Primero, escuchando al paciente. También es muy importante el papel de los familiares, y los cuidados médicos básicos no pueden faltar nunca. Atención exquisita y humana, porque en la fase terminal a veces la medicina ya no hace ningún efecto, pero el contacto físico tanto con los profesionales de la salud como con los familiares, puede ser más positivo en esos momentos.
¿Es ético en determinadas ocasiones (cuando es la voluntad del paciente o cuando no hay otra opción) ayudar a «bien morir»?
Bueno, hay diferentes opciones en la vida dependiendo de las mentalidades, credos, etc. Cada persona puede elegir en base a su mundo cómo quiere terminar su vida. Yo no voy a decir si es ético o no. A mí lo que me parece es que hay que acompañar al máximo al enfermo.
Los obispos alemanes de los años 50 sacaron un documento donde ellos explican en qué consistiría todo este acompañamiento al enfermo. Por ejemplo, respetar sus necesidades espirituales de todo tipo.
Y esto está faltando por cuestión de dinero: no hay recursos económicos en la salud pública, y a estas personas no se las puede atender en unidades de cuidados paliativos.
¿Crees que esta falta de recursos está fomentando la eutanasia tal y como la conocemos a través de los medios?
Los cuidados paliativos parecen un lujo actualmente, aunque quienes se dedican a ellos los sigan haciendo con un convencimiento total. En este debate no entran tan sólo la eutanasia, las desconexiones o las formas de ayudar a morir: lo más importante es que la persona se sienta querida. Y hay mucha gente que se dedica a eso calladamente. La mejor tarea que se está haciendo actualmente a este nivel es una tarea silenciosa. Lo que sale en los periódicos trae problemas, porque se desorbita la polémica.
¿Por qué estos temas, que son tan delicados para la Iglesia, sólo reciben por respuesta la prohibición?
El Papa Pío XII fue el primero que empezó a hablar de esto, y dijo que había que emplear los medios proporcionados y ordinarios. En los momentos últimos de la vida de una persona, la Iglesia también debe ayudar a bien morir.
¿Estás a favor de los testamentos vitales?
Claro. Y los testamentos vitales han sido promovidos en parte por la Iglesia. Yo a los viejitos les recomendaría que hagan un testamento vital, que dejen ya dicho cómo quieren vivir al final de su vida. Las voluntades anticipadas son fundamentales.
¿Y la legislación las contempla?
Todas las comunidades autónomas las tienen contempladas, pero en la práctica parece que no se practica.
¿Qué temas abordas en el libro?
Lo que he intentado con el libro es acercar a la gente estos términos que parecen muy alejados, pero que están a la orden del día en todos los medios y en todos los ámbitos de la vida. La bioética no es sólo para especialistas: atañe a la gente de la calle. Entonces, yo me he centrado en algunos términos (que no son ni los únicos ni todos, sino unos cuantos). Y debo aclarar que, de los términos de este libro, ni el aborto ni la eutanasia son para mí los más importantes.
¿Cuáles son para ti los más importantes?
Los de fundamento: el propio concepto de bioética, la deliberación moral (imprescindible para acercarnos a cada tema y saber cómo tomar la mejor decisión), también la excelencia moral, la relación entre ética y profesionalismo… Temas a los que no se les da tanta importancia, y que por eso he querido destacar.
Actualmente hay cierto desdén que lleva a pensar que el profesional de la salud no tiene vocación para esto, sino que es otra cosa. Por eso lo de la excelencia lo quise destacar en el título: porque se trata de realizar el trabajo bioético de manera excelente.
Pero a la gente de la calle les interesa más los temas concretos: drogodependencia, clonación, células madre, píldoras anticonceptivas…
Sí, y todos esos temas los trato también en el libro. Pero para mí lo más importantes son los que menos revuelo causan.
En el libro también hablo de los principios de la bioética, que hasta ahora se han reducido a la ética principialista de los EEUU: autonomía, beneficencia, justicia, y no maleficencia. Y a estos yo he añadido otros tres principios de corte europeo y mediterráneo que son: el principio de dignidad, el de vulnerabilidad y el de precaución.
Estos principios completan lo que se hace en los comités de bioética de una manera casi matemática (por ejemplo, respetar la autonomía del paciente), pero garantizando que no sea de cualquier manera. Porque entonces podría ir contra la profesión médica. Es todo mucho más amplio.
Otro tema que me ha interesado también especialmente es el de las necesidades espirituales (que no tienen por qué ser religiosas). Y, por el contrario, los aportes que puede realizar la religión, o la teología, a la bioética.
¿Están preparadas las religiones para entrar en el debate médico?
Sí, pero no tanto al debate médico, sino al debate del sentido. Las religiones están para dar sentido a la vida, van más allá que la medicina o la biología.
¿Cuántas decisiones bioéticas se pueden tomar a lo largo de la vida?
Bueno, la mayoría de ellas se toman al inicio de la vida, y al final de la misma. Estos son los momentos más complicados, por los avances técnicos. Antes no había problema: si una criatura se moría al nacer, pues se moría. Actualmente se la puede mantener o no mantener, por el avance científico y las técnicas de diagnóstico prenatal.
Al final de la vida sucede lo mismo: se puede prolongar casi indefinidamente (ya tenemos en la historia reciente casos de personas en estado vegetativo durante 15 o 20 años).
¿Estás a favor de algo así?
Cuando una persona está en estado vegetativo permanente lo primero se tiene que estar cien por cien seguro es de que no hay marcha atrás, es decir, que no hay posibilidad de recuperación. Y eso es la ciencia la que lo tiene que decidir, la Iglesia no tiene nada que decir ante eso. Es la ciencia la que dictamina cuándo una situación es irreversible.
Pero los grupos contrarios a la eutanasia cuestionan que la ciencia pueda asegurar al cien por cien que en ningún caso quedan posibilidades de recuperación, porque en algún caso algún enfermo se ha despertado después de años en estado vegetativo
Es mejor ceñirnos a lo que dice la ciencia actualmente, que dejarnos llevar por la improvisación. De cualquier manera, los profesionales de la salud nunca van a desconectar a un enfermo de un día para otro.
Sin embargo, muchas veces se vende la idea de que quienes defienden esto son poco menos que unos «matasanos» que lo que están deseando es dejar una cama vacía
No hay nada de eso. Hay profesionales de la salud muy buenos que hacen lo imposible por los enfermos, porque puedan mantener una vida lo más saludable que se pueda.
En EEUU el Senado ha tomado la decisión, como han tenido ya muchos casos, de que cuando ya no hay nada que hacer, hay que seguir dando acompañamiento, atención y cuidados primarios, pero sin hacer sufrir. Lo que se llama «encarnizamiento terapéutico», que suena muy feo. Yo prefiero decir «obstinación terapéutica». Pero es algo que se ha hecho, y que se sigue haciendo.
¿Lo poco que la mayoría de la gente conoce sobre bioética es a través de la televisión y el cine?
Sí, y eso a veces provoca ideas equivocadas, porque el caso de Ramón Sanpedro, por ejemplo, fue muy sonado por la película de Amenábar. Pero hay enfermos en la misma situación que él o parecida, que viven y se manifiestan felices.
Creo que dejar morir a las personas de acuerdo a sus convicciones y principios es más humano que atarles o hacerles entrar a todos en una misma cosmovisión.
Y las miles de personas que el sistema deja morir a diario de hambre e injusticia, ¿también son cuestión de bioética?
Claro. La bioética ahora es global. Si en algún momento quiso sólo abarcar la parte de la medicina y la salud, desde luego eso ya ha pasado. Actualmente es global, abarca también la ecología y los ecocidios, y muchos otros temas. Uno de los más actuales, que es el que más espacio me ha ocupado en el libro, es la economía de la salud.
Has estado muchos años trabajando en Centroamérica, en El Salvador, y conociste a Monseñor Romero
Sí, tuve reuniones personales con él y mis compañeros. Lo bueno que tenía Monseñor Romero, fuera de una visión o de otra, es que era un hombre muy bueno y muy auténtico, muy sincero consigo mismo y con Dios. Fue una persona admirable en ese sentido. Siempre estaba en contacto con la realidad.
Cuando él estuvo en la diócesis que abarcaba mi parroquia, yo todavía no le conocía, pero me contaron mis compañeros que cambió su vida cuando mataron a tres catequistas de allí, y él comenzó a rumiar todo lo que después sería su vida.
Nosotros teníamos un centro donde nos reuníamos con la comunidad, y a él, como obispo le llegaron acusaciones de comunismo contra nosotros. Entonces un día llegó de incógnito a una de nuestras reuniones, se sentó al final y estuvo escuchando hasta que terminamos. Entonces dijo: «Si esto es comunismo, yo también soy comunista».
¿Estabas en El Salvador cuando le asesinaron?
Sí. Fue tremendo. No hay ni palabras para describirlo. Dicen que en su funeral había 200.000 personas, en una manifestación de apoyo que se hizo frente a la catedral. Peor al empezar se oyeron unas bombas incendiarias, y ahí se acabó todo. Se quedó todo el piso de la plaza lleno de zapatos. Parece que el miedo hace que el cuerpo se constriña, así que la gente se fue sin zapatos. Y un obispo que estaba allí con todos sus ornamentos, no sabe cómo los perdió, pero llegó al lugar donde se alojaba tan sólo con la camiseta.
¿Crees que le veremos en los altares?
Creo que sí, y rápido. Se lo merece. Si es por el pueblo, el pueblo ya lo ha proclamado.
Él dijo «si muero, viviré en el pueblo». Y así es: está vivo. Su tumba está llena de agradecimientos de gente humilde, y la sencilla casa donde vivía es ahora un pequeño santuario.
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