El Papa Francisco tiene por delante retos muy importantes, muy difíciles. La Iglesia se resiste a los cambios. Pero con los jóvenes puede tener un papel fundamental
(Jesús Bastante).- Juan María González Anleo es sociólogo, y viene a presentarnos «Consumidores consumidos» (Khaf), un ensayo que incide en que «hoy hay algo que no funciona: los jóvenes se definen a sí mismos consumistas y rebeldes». Una rebeldía pactada, «perfectamente trazada» por la sociedad consumista. Pese a todo, vivimos una era de cambios. «Este es un momento de grandes esperanzas, con el Papa Francisco, pero en el que también tenemos grandes decepciones«, afirma
Viene a presentarnos un libro de nuestros amigos de Khaf, Consumidores consumidos. El propio título da pistas pero, ¿de qué hablas?
Hablo de una misma raíz de palabras pero con significados muy diferentes: Hablo, primero de jóvenes. De jóvenes que empiezan a ser jóvenes cuando comienzan a consumir. A principios del siglo XX es cuando surge este modelo.
¿La juventud, entonces, antes no existía como tal?
Como hoy la entendemos, desde luego, no. Ni de lejos. Con la primera industrialización, en el Siglo XVIII, sí que empiezan a existir; con el primer capitalismo. Pero no comienzan a ser algo hasta que se convierten en un «nicho de mercado», que es a principios de Siglo XX con la primera sociedad de consumo que existe: la de Estados Unidos.
Y entonces ya estructuramos la sociedad de otra manera, en la que la juventud es una parcela más…
Exacto. Y, de hecho, por la misma razón hoy existe una nueva franja de juventud que son los que están entre el niño y el joven, que son los que se han convertido en un gran nicho de mercado, no sólo de videojuegos. Les dedico un capítulo donde los llamo los «tweens».
Por un lado nichos de mercado y, por otra parte, consumidos. Porque sólo hace falta poner cinco minutos la televisión para darse cuenta de que se consume juventud en la publicidad, en todos los programas. Desde el bótox a un intento de volver a los valores y a la forma de ver el mundo de los jóvenes.
¿Hablas de una juventud que ya está como deshaciéndose porque ya está consumida? ¿Le quedan tal vez las miguitas? ¿Nos hemos comido la juventud?
Consumida porque los adultos les roban a los jóvenes la capacidad de crear su propia imagen en la sociedad. Efectivamente, la publicidad y el consumo en general nos proponen una juventud que realmente, luego, en la calle, no existe. No los pueden encontrar.
No están pero quieren existir. Porque lo que sí genera esta sociedad de consumo y ese modelo de publicidad son ideales. Supongo que, como otras generaciones, los chavales quieren imitar a sus personajes. En su forma de vestir, hablar, comportarse. Comprar las mismas cosas que el adulto…
Sí, pero esos ideales los crean los adultos. Los que trabajan la publicidad. Todo es una gran estrategia de marketing, a fin de cuentas. Incluso la propia imagen de la juventud la crean los adultos según un peculiar plan de marketing. Y los jóvenes, básicamente, lo que hacen es intentar adaptarse a ese modelo de juventud que se les ha prefabricado. Hemos creado un concepto y un contenido.
Sin contar con la juventud.
Con la juventud, la verdadera, cada vez se cuenta menos.
¿Cómo es, entonces, esa juventud de la calle con la que se está contando tan poco, Juan María? Los que están indignados, los que están buscando trabajo…
Menuda preguntita. Muy corta la respuesta… En primer lugar, en el estudio Jóvenes Españoles 2010, de la Fundación SM, se les pregunta a los jóvenes cómo son. Y de ahí viene parte de mi idea de hacer este libro. Lo primero que dicen es que son consumistas. Lo segundo que dicen es que son rebeldes. De ahí viene el cuarto capítulo del libro, que intenta conjugar esos dos elementos, que parecen irreconciliables. Porque, efectivamente, si dices que eres consumista dices que participas de los valores y las metas que te propone tu sociedad, pero si dices que eres rebelde estás diciendo básicamente que vas en contra de todo eso. Con lo cual, ahí hay algo que no funciona. Sin embargo, es cierto que el consumismo necesita rebeldes, porque el rebelde es el que coge y cambia la moda a cada rato. Lo que Sigmund Bauman llama tan apropiadamente «sociedad líquida»: la que está cambiando constantemente. Eso es la rebeldía hoy en día: está perfectamente trazada para que el joven esté constantemente fluyendo.
Hablamos de que la juventud se fundamente en el consumismo y en la rebeldía. Pero, insisto: ¿Hay jóvenes auténticos? ¿Qué es serlo? Todas las generaciones hemos pensado que nuestros sentimientos sí que eran de verdad… En la naturaleza de la juventud está ser rebelde. Ese tipo de cosas de «nosotros sí que vamos a ser los que cambiemos el mundo», ¿siguen planteándose como ideales? ¿O la realidad actual crea seres «más planos» o, sin prejuzgar, personas con menos inquietudes y voluntades?
Yo creo que la juventud, por naturaleza, no es nada. No se es rebelde por naturaleza. Más que naturaleza, en gran parte somos una construcción social. Un mito creado por los adultos. La generación del 60, del 68, del mayo francés, realmente fagocitó toda la imagen juvenil. Y esa es la que nos queda. Los jóvenes pegando gritos. Una imagen que se ha repetido en las manifestaciones de la Guerra de Irak, de las universidades, en el 15M… Pero, si cogemos estos estudios de SM y vemos en qué los jóvenes piensan diferente de sus padres, nos damos cuenta de que en muy poco. La familia, por ejemplo, es un gran valor para los jóvenes, y no sólo porque mamá planche o porque mamá siga haciendo la comida, sino porque realmente se apoyan cada vez más en su familia, confían más en ella. Y, así, los jóvenes cada vez piensan más igual a sus padres. Una juventud rebelde en ese sentido, no existe.
El 15M sí, pero, como decía Santo Tomás de Aquino, a veces el pecado es no indignarse. El 15M llegó porque tenía que haber ira… Los jóvenes vieron la evidencia de que se les había robado el futuro.
Se había roto el pacto social. El de «tú estudia, que cuando termines tendrás una casa, un puesto de trabajo…».
…Que también tiene que ver mucho con la sociedad de consumo. La sociedad del bienestar propone al joven que estudie, que trabaje, que sea bueno y que, sólo entonces, tendrá las bases para construir una familia, un futuro: la casita, el buen sueldo…La calidad de vida.
Ese pacto se ha ido al carajo y ahora sucede la anécdota del joven de Galicia al que le dijeron que tenía que ir a la mesa en las últimas elecciones europeas y él dijo «no voy». Entonces fue la guardia civil y les explicó que él llevaba mucho tiempo en paro y les preguntó qué le habían dado ellos para que él entonces tuviera que ir a una mesa electoral y ponerse allí para ellos. Por qué.
Eso sí parece novedoso…
Es muy novedoso, sí. Porque antes el pacto no se había roto. Quizá de pie a un nuevo concepto y una nueva forma de ver la juventud. Del mito de los sesenta a la juventud como consumo, lo que lleva un siglo vigente, yo creo que está llegando a fu fin. Precisamente por esa ruptura. Porque ya no hay un «yo te doy, tú me das». ¿Por qué te voy a dar yo a ti nada si se ha agotado lo que ibas a darme tú? ¿Por qué voy a comprometerme socialmente? Yo me quedo con mi familia, con mis amigos, con lo que realmente me importa, y el resto da igual.
Para un sociólogo como tú este fenómeno cultural, este cambio de concepto de la juventud en la sociedad, tiene que ser apasionante.
Por supuesto. Yo tuve un profesor en Alemania, los tres años en los que estuve estudiando allí, que era impresionante. Y llegó un día que dijo que se iba a Israel a vivir. Que ya había estudiado hebreo -¡en seis meses!- y que para un sociólogo Israel era un auténtico paraíso. Donde puedan presenciarse cambios, ambigüedades…hay un paraíso para los sociólogos. Los jóvenes, en el futuro, los verán naturales, porque han crecido en ellos. Pero para nosotros es algo fascinante. Para el estudio, para el análisis, para el debate. ¿Por qué está sucediendo lo de Podemos? ¿Qué está pasando?
¿Cuáles son las pinceladas de ese cambio que se está dando? ¿La configuración de esta nueva juventud todavía está en pañales?
En el nuevo libro que estoy escribiendo, trato de explicarlo con la imagen del ajedrez: básicamente el joven se protege frente a la sociedad como se protege el rey en el tablero. Se vuelve a las relaciones orgánicas, en el sentido de que se suprimen las utopías. En el siglo XX fracasaron todas. A mí me hace mucha gracia cuando se dice que los jóvenes no tienen ideales, no creen en utopías… Pero, ¿cómo van a ser revolucionarios los herederos del siglo XX! El marxismo era una utopía y fracasó. El nacionalsocialismo, que ahora vemos como una brutalidad, en su momento surgió como una utopía, y también fracasó. La generación del 68, la que pedía paz, amor y todo eso, luego se quedó dirigiendo bancos y gobiernos. Y nos llevaron por el camino por el que nos están llevando… Entonces, pedirles a los jóvenes que apechuguen y que sean los que tiren del carro, no tiene sentido.
Metiéndonos en el ámbito puramente religioso, luego surgen personajes, como el Papa Francisco, que cambian el chip. Y que de repente se convierten en un ejemplo y un atractivo para centenares de miles de personas. Y también para los jóvenes, porque están viendo que el supuesto rebelde no es precisamente un joven de edad, sino una persona que está en la cúspide de mayor poder que ha existido en la Historia, al menos a nivel institucional. Con tanta perduración en el tiempo y tanta influencia como la Iglesia Católica. El hombre de esa cúspide es el que le está ahora «dando una patada al sistema»… Curiosamente, cuando te estás alejando de esas utopías, porque te han engañado, porque te las han robado, etc, surgen personas como Francisco. Además, arriba. Cuando estamos protestando contra los poderes establecidos, ¿cómo surge alguien así? ¿Cómo lo ha hecho? ¿Cómo lo ves tú como ciudadano y como sociólogo? Porque también tendrá que ser un bombazo analizar a este hombre…
Sí, mucho. En los debates que hago en clase, siempre que se habla de religión se habla, evidentemente, de las creencias, se habla de la Iglesia, y a menudo se consideran cosas muy diferentes: Jesucristo sí, Iglesia no. Que si le lejanía de la Iglesia, que si la Iglesia no nos convence… Pero, últimamente, estoy viendo que siempre se pone el «pero» del nuevo Papa. Los años sesenta, que a mí me fascinan, porque fueron un período de grandes convulsiones, ¿hubiesen sido posibles sin Kennedy, sin Kruchev y sin Juan XXIII?
Este es un momento de grandes esperanzas, con el Papa Francisco, pero en el que también tenemos grandes decepciones. Esto es importante porque por ejemplo Obama ha sido la gran decepción. En los años 60, el joven idealista (lo recuerdo en mi padre…) hablaba de Kennedy como el modelo para toda una generación. Lo vieron como una gran figura que emocionó. Pero Obama ha ilusionado y enseguida ha hecho que nos decepcionemos. ¡El Nobel de la Paz, y está tirando bombas! ¿Se puede uno fiar del político, de la persona, ante la evidencia de esta realidad? El Papa Francisco tiene por delante retos muy importantes, muy difíciles. La Iglesia se resiste a los cambios. Pero con los jóvenes puede tener un papel fundamental. Los jóvenes ven las instituciones como un bloque, y la Iglesia no es una excepción en este sentido. No ven matices, pero la figura de Francisco puede cambiar su visión.
Volviendo al libro, entroncándolo con esto, hablas del consumo de la identidad. ¿Estamos ante una juventud sin identidad propia, o sin criterio ante los blancos y los negros? Esto es preocupante no sólo a nivel político, sino a nivel social. O estás conmigo, o estás contra mí. No hay tonalidades. ¿Eso se vislumbra también, de cara a ver el futuro, o hay esperanza de que no tiremos todo por la ventana, pues hay cosas que valen, y encontremos ese momento de matiz? Que la revolución en sí no sea una revolución que arrase con todo…
Yo soy de la opinión de que en los matices está la salvación. A veces, cuando juzgo una canción o una película, me dicen que soy muy estricto. Que para gustos los colores. Pero es que lo que me gusta de una película es que los blancos y los negros no estén claros. Ni el bueno es tan bueno ni el malo es tan malo ni las cosas son tan simples. Los pequeños matices son los que marcan la diferencia, porque de ahí van a salir identidades nuevas de jóvenes. Ahora mismo, pese a que vivimos un momento fascinante para nosotros, creo que los sociólogos deberíamos estar callados. En los medios de comunicación se nos pregunta mucho por el futuro, pero un sociólogo no es un futurólogo. Lo tenemos ninguna bola de cristal donde podamos ver lo que va a pasar. Y en estos momentos de cambios, se dicen muchas tonterías. Que si los jóvenes no tienen identidad propia, no tienen valores, que si se quedan en su sofá… Analizando el presente, en los matices está el futuro. Lo que debería decirse es «los jóvenes se quedan en el sofá, pero…», «tienen una identidad muy difusa, pero…». Porque todo esto está cambiando hacia esos peros. Por eso, invítame dentro de tres años y volvemos a hablar.
¡A ver si seguimos aquí! La imagen de la portada, aunque no es responsabilidad tuya, creo que define bastante bien lo que querías contar en el libro. Un diseño maravilloso. ¿Quién es el ratón dando vueltas en esta rueda?
Tendríamos que haber pensado que hay mucha gente a la que no les gustan los ratones y que iba a mirar la portada con desprecio… Pero manifiesta la idea de los consumidores (los jóvenes consumen, los jóvenes son a través del consumo, proyectan su identidad a través del consumo, entienden a los demás -los grupos sociales, estilos…- a través del consumo), pero, al mismo tiempo, ellos son consumidos por la sociedad como algo que no son. Con una imagen que no tienen el derecho de perfilar. A la rata que se está constantemente moviendo en la rueda, le gustaría saber qué hay detrás de esa rueda. Qué motor la está haciendo girar, quién está ganando la energía que sale de esa rueda y cómo funciona realmente todo ese engranaje.
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