Con este papa, hemos pasado de una Iglesia que tenía la Verdad que otros no tenían a tenerla entre todos (J. R-C)
(José Manuel Vidal).- Hoy tenemos el placer de presentarles un libro especial escrito por dos personas especiales. Se llama Conversaciones con el biblista Josep Rius-Camps, de la editorial Fragmenta. Es una conversación entre el director de la editorial, Ignasi Moreta, y el biblista Rius-Camps.
Para presentar el libro están aquí los dos coautores. Por un lado, Ignasi Moreta, que es escritor, profesor y editor de esta editorial que ya lleva siete años pegando fuerte, tanto en catalán como en castellano. Y es, también, alguien que conoce muy bien el pensamiento de Josep, un cura que afirma que el Espíritu no hace ningún proselitismo y que la experiencia mística fue la que le hizo ver que todo tenía sentido, sin la necesidad de pasar por el tamiz de ninguna mediación. Por eso le vamos a pedir a Ignasi, que en esta entrevista va a hacer junto a mí las veces de entrevistador, como ha hecho en el libro, que le presente. ¿Quién es Josep Rius-Camps?
(Ignasi) Es un sacerdote de la diócesis de Barcelona, biblista con posiciones sobre sus temas de investigación, el mundo bíblico, muy originales. Él se ha especializado en el estudio de los Evangelios y Hechos de los Apóstoles y una de sus grandes aportaciones es la afirmación de que todas las ediciones de la Biblia siguen un manuscrito en concreto, pero que existe un Códice, el Beza, que los eruditos han dado menos importancia y él considera que es un texto que nos da un testimonio más rudo, más primitivo, lo cual es prueba de autenticidad. Entonces, su propuesta es editar los Evangelios y Hechos siguiendo el Códice de Beza, que ha sido puesto a un lado por el consenso académico. Este texto distinto, la forma de leerlo, nos da una teología distinta.
En el Códice Beza está el Rius erudito. ¿Dónde se encuentra el Rius persona?
(Ignasi) El Rius-Camps carisma está en la ermita cerca de Barcelona donde vive, donde una serie de personas, procedentes de toda Cataluña, acuden a retirarse del mundanal ruido. Se reúnen algunos domingos al mes. Son una comunidad de lectores del Evangelio. De personas que quieren profundizar. El animador, el líder entre comillas, quien está delante de este movimiento informal de personas es Rius-Camps. Esto escapa de los ámbitos convencionales, porque él tiene un don de gentes, una capacidad de incidir, asombrosa. Yo he escuchado sus homilías, absolutamente creativas. Es un alma fuera de los cánones.
Heterodoxo, como Ignasi nos cuenta, aceptas mejor la palabra investigador que la de erudito.
Yo, de pequeño, he sido investigador. Lo somos de verdad, aunque sin evolucionar. Después de haber hecho la Teología no sé cuántas veces, buscaba yo una base donde poderme apoyar, y no la encontraba. Siempre se aprobaba todo -las tesis…- a base de autoridades. Autoridades de la Biblia, Padres, Concilios… Descubrí que no aguantaba ese sistema. Si lo hubiera sabido, hubiera empezado por la crítica textual. Es el único punto donde yo encontraba una base a partir de la cual poder asegurar que hay algo real, tocable. Pero en este momento es complicado: la crítica textual tiene que abrirse camino en medio de casi cinco mil manuscritos de Evangelios… Una selva. Pero creo que me lo ha ido abriendo, sin pensarlo. He ido a parar en la crítica textual después de hacer tumbos por todas las Teologías: la escolástica, la griega, la germana, el interesante paradigma del mundo judío… Pero, sobre todo, donde yo me siento más seguro es en el texto mismo y en el contexto de los otros manuscritos. Llevo veinte años colaborando con una profesora inglesa, y nunca hemos tenido problemas con ninguna obra. Somos muy diversos y, por eso, nos complementamos muy bien. Ahora mismo hemos estado en Verona con los misioneros, toda una semana, y ella en inglés, yo en italiano, hemos estado impartiendo un curso sobre la obra de Lucas en el Códice Beza. Ya me dirás tú cómo es que los misioneros se preocupan por un manuscrito…. Pues me asombró: tienen todas nuestras obras. Muchas sólo se han traducido al italiano. Entonces, yo tenía mucho interés en hacer esta semana. Ha ido muy bien y para mí ha sido la demostración de que el estudio incide también en la vida. Llega a la gente.
Dentro de lo científico de tu experiencia, a mí una de las cosas que más me llamó la atención de vuestra conversación es cuando cuentas tu experiencia mística. ¿Cómo, cuándo, por qué?
Fue una experiencia del Espíritu. Fue en Roma. Casi una casualidad. Yo era profesor allí, junto con Juan Mateos, con el que he tenido una amistad de años. Vivíamos casi al lado el uno del otro. Hablábamos todo el día, trabajábamos juntos. Y él siempre me decía que yo estaba muy tenso. Yo le respondía que bueno, que yo soy crítico y veo las cosas así… Me llevó a un grupo de oración que había en Roma. Era un grupo carismático. Y aunque yo en ese momento no entendía el inglés, en que se comunicaban, me quedaba un rato escuchando. Así fue varias veces. Él a veces no iba, y entonces fui yo solo. Me gustaba el ambiente. Ese día se acercaron y me dijeron si quería que rezásemos. Yo respondí que no me haría ningún daño. Me pusieron las manos y, cuando terminaron la oración, me fui a casa. Tan tranquilo, le conté a Juan que habían orado por mí. Todo bien hasta que me fui a dormir. Entonces, fue una experiencia. Como si todo se revolviera.
¿En sueño?
No, no: no dormía. Estaba despierto. Me di cuenta de que había algo. Algo con lo que yo no contaba, aunque lo deseaba, porque tenía mucha teología originaria dentro. Yo había escrito sobre el Espíritu Santo, pero no pensaba que era aquello. La experiencia me hizo ver que mi fe tenía sentido. Y a partir de ese momento, ya nunca más he dudado.
¿Cómo sentías esa experiencia?
En todo el cuerpo. Era paz, tranquilidad. Te enteras de todo pero te despreocupas de todo. No sé, es muy difícil de narrar. Es un cambio de chip en todo. De mirada. Te favorece en todas las líneas, incluso en la parte más artística, como si diera fuerza a tu creatividad. Se manifiesta en tu interior y en tu mismo trabajo. Yo lo agradecí: a partir de ese momento he trabajado de manera distinta, siendo el mismo de antes.
Y en tus relaciones personales, ¿modificó algo?
También. Yo pasé una temporada con los carismáticos, pero me di cuenta de que no era necesario pasar por ese tamiz. Por ninguno. Llegó un momento en que ya no me encontraba bien. Eso no iba con mi conocimiento, y lo dejé sin decir nada a nadie. Curiosamente, los cinco o seis que íbamos a la oración allí, lo dejamos el mismo día, sin decirnos nada.
Tú no buscaste esa emoción del Espíritu. ¿Fue Él el que te buscó a ti?
Me abrió. A una dimensión en la que me di cuenta de que pertenezco a Dios. Pero todos estamos llamados a tener esta experiencia, porque tenemos esta dimensión. Hay que despertarla.
¿Cómo la podemos tener, por ejemplo, Ignasi y yo? Yo quiero tener esa experiencia.
Ya la tienes. No tienes que hacer nada porque ya la tienes. Lo que pasa es que, cuanto más confíes, más te abrirás. Es algo que va impregnando toda tu vida.
¿Llega un momento en que la sientes realmente?
No sé. No te diría que fuera necesario. Conozco a gente muy maja que nunca han hablado de esta experiencia pero que yo creo que están actuando y viviendo movidos por esta dimensión. La conciencia no es necesariamente refleja. Es difícil hablar de este tema y es difícil entenderlo, porque se toca una dimensión que se nos escapa.
Pero es fundamental. Es lo que a ti te confió…
La tan idealizada Iglesia primitiva, en el fondo sólo fue gente que tuvo esta experiencia. Reducirlo, por ejemplo, todo al cántico carismático… Para mí fue solamente un principio. Me sirvió para limpiarme interiormente. Como si, en un momento, vaciaras todo lo negativo que tenías dentro. Pero después…
Después de lo que te ocurrió, ¿ese cambio permanece? ¿Eres mejor persona?
Sí, sí. Tengo mis pegas, como siempre, pero, sobre todo -a mí me pasa cuando estoy en contacto con las personas, como cura-, me doy cuenta de que interpreto el ambiente, sin manejarlo. La gente lo nota: se encuentran bien.
¿Qué es lo que captas?
Captas muy bien que el elemento Espíritu está presente en todo, en todos. Cuando la gente se abre, se nota.
(Ignasi) Tú perteneces a la generación de sacerdotes del Concilio: la que se tomó en serio el Vaticano II. Es una generación que introdujo una serie de cambios, haciendo enormes aportaciones, pero que, quizá, en el aspecto espiritual es una generación algo seca… En cambio, lo singular en tu trayectoria, para mí, es que, pese a miembro de esta generación que se tensionó por tomarse el Concilio y todo lo que implica en serio, y viniendo del estudio lógico y técnico del Espíritu Santo en orígenes, no por ello renunciaste al cultivo de la vida interior y de golpe pasaste a experenciar lo que habías vivido de forma erudita.
Por ejemplo, en el trabajo con Jenny, la profesora inglesa, llegamos a las mismas conclusiones desde distintas experiencias: ella habla menos que yo de sí misma, pero muchas veces ha dicho que trabajando se ha sentido inspirada. En determinados puntos, iba más lejos de lo que ella creía que había podido ir. Decía, sin conocerme aún, que los católicos no tenemos la dimensión del Espíritu. Cuando nos conocimos, se dio cuenta de que yo también trabajaba experimentando su misma dimensión.
¿Ya habías tenido la emoción, cuando la conociste a ella?
Claro, sí. Estas cosas son delicadas, por eso yo nunca hablo de esta dimensión: la supongo en todas las personas. Lo que hay que hacer es no decir cosas raras sino ayudar a la gente a abrirse. Sencillamente abrirse. El ejemplo más claro lo tienes en Jesús de Nazaret. Cuando fue a bautizarse al Jordán, estaría en una situación muy parecida a en la que estaba yo: rompiendo con la institución religiosa, esperando un todo. Probablemente, en la familia había habido más de un muerto: represalias que no se cuentan porque no interesan… El ambiente era éste: muertes esperando al Mesías. Y él había visto que la línea el Bautista no era la violencia. Era la lectura. Y Jesús tuvo en el Jordán la experiencia de que el cielo se abrió de par en par. Esto quiere decir que él se abrió de par en par. Los cielos no se abren: es la persona la que se abre. De tal manera se abrió, que ya no se cerró jamás este cielo. Entraba en el proyecto de Dios que llegaría un momento en que habría uno de los nuestros que podría abrirse del todo. Dios iba en busca de esta persona.
¿Te refieres a un ser humano?
Sí, a una persona. En él se realizó esta apertura. Y, a partir de él, se ha hecho posible que todos los que han seguido el camino de Jesús puedan llegar a tener exactamente la misma apertura. Yo puedo contar con el mismo Espíritu con que contó Jesús. Esto es muy importante.
Pero, aún así, hay personas que no son buenas dentro del cristianismo. ¿Es que no se han abierto?
Dicen que siguen a Jesús, pero tal vez se apañan sin haberse abierto. Yo no voy a hacer ningún juicio de nadie. Ahora mismo, ¿por qué estamos hablando aquí los tres? Hay una sintonía común. Lo noté ya ayer cuando tú hablaste para presentar nuestras conversaciones. Y hay muchas personas que no la tienen. El ambiente te lo da enseguida. Sin hacer juicios, se nota quiénes hablan un lenguaje de antes de abrirse y qué personas el de después.
¿Te ha traído problemas esa conexión emotiva? ¿Con la institución, personales…?
Sí, al principio. Cuando llegué de Roma, estaba eufórico, y en la facultad me miraban mal. El que fuera obispo auxiliar de Barcelona me avisó: me dijo que vigilara, que esto de los carismáticos… Yo le dije que no pasaba nada. Que lo había dejado pero no lo ocultaba.
Como crítico teológico, en la propia facultad, según contáis, te trajo problemas. No te dejaron formar parte del Departamento de Biblia.
Pero no fue por esto. Yo venía de la patrología y a su mundo cerrado no le interesaba. Formé parte de todos los proyectos de investigación, pero es curioso que no del Departamento. Pero esto no tiene nada que ver con mi experiencia, al menos al principio.
Son mundos de poder. ¿El poder está reñido con el Espíritu?
Claro, hay poder, pero no sé….
(Ignasi) De alguna forma, tú eras un intruso entre los biblistas. Venías del mundo de la patrología…
Sí, era un intruso. Pero si realmente algún día la gente abre los ojos y se da cuenta de que el Códice Beza es muy primitivo, sencillamente tendrán que rehacer muchas cosas.
¿Qué quieres rehacer tú, Ignasi?
(Ignasi) Bueno, a mí me sorprendió, cuando en el libro nos explicas esa experiencia de apertura al Espíritu, que me dijiste que esa experiencia no se comprende si a continuación no explicas otra experiencia. La del compromiso con el hermano. ¿Nos la podrías resumir?
Para empezar, al experiencia del Espíritu te abre al otro. Sintonizas con quien se haya abierto, sea católico, protestante, musulmán o lo que sea.
(Ignasi) No te egocentras, sino que te desegocentras.
Así es: si no está la dimensión del prójimo, el Espíritu se esfuma. Todos estos movimientos evangelistas, en Sudamérica sobre todo… ¿dónde tienen el compromiso?
¿La gente que llamamos «espiritualista»?
Claro. ¿En qué se quedan? Si no hay un proceso de transformación de ambiente, si no se trabaja seriamente por el bien del hermano -no me refiero sólo a irse de misionero, por supuesto-, no se está en la dimensión espiritual. Con o sin conciencia clara de todo esto, si se mira al hermano, se tiene esta sintonía espiritual. Una misma longitud de honda. Lo curioso del caso es que ni tiene onda ni tiene longitud: la experiencia del Espíritu es la experiencia de lo inefable.
Pero lo inefable se plasma en compromiso, como explicáis con el caso de la multiplicación de los panes y los peces, que es compartir.
Exacto. Fíjate en ese ejemplo: Jesús está esperando compartir y los otros están esperando hacerlo rey. Son unos sediciosos, en el fondo. Están en el desierto y quieren aprovechar la presencia de Jesús. Están preparando un alzamiento contra los romanos, y claro, la experiencia de Jesús no comparte la idea de ir contra el prójimo. Se escapa. El problema siempre es el mismo: si hacen un alzamiento, van a matar a los romanos. Y cualquier violencia te separa del otro.
Insistes mucho en eso: en no crear cuerpos, no separarse. Por eso, una cosa que me llamó mucho la atención es que dices que la Iglesia no es Pueblo de Dios.
Empezó siendo una manía, y la he ido manteniendo. Si dices que la Iglesia es un pueblo de Dios, bueno, hay muchos pueblos, incluso no cristianos. Un poco la idea que tenían los judíos, de que hay muchas naciones y los judíos habían dicho que sí aceptando la Ley, pero que un día el Mesías sería el que abriese esta posibilidad a todas las naciones, no sólo la suya. La universalidad no se negaba. Pero si tú dices que ellos o aquellos son tus enemigos, has creado un cuerpo. No solamente se ha creado un cuerpo de bomberos o de policías… se crean cuerpos siempre y se nota que formas parte de uno cuando te atacan.
Por corporativismo, lo defiendes…
Así es. Yo, por ejemplo, soy cura. Formo parte en este momento de la diócesis de Barcelona. Pero yo no les pido nada. Si me llamaran para ser obispo, pues muy bien. Pero no estoy obligado a responder. No soy un cuerpo.
Pero eso nos cuesta. Pensar en la Iglesia sin pensar en un cuerpo, en un pueblo.
(Ignasi) Hemos sacralizado mucho la institución eclesiástica, por eso nos cuesta. Cuando se habla de ser levadura en la masa, lo importante es la masa. A veces nos hemos quedado en una posición demasiado solipsista, haciendo cosas como para consumo interno, cuando el mensaje está destinado a toda la Humanidad.
Cuando la levadura pierde fuerza, se crea una institución. Y entonces, todo consiste en ella. En la institución. Lo que, en el fondo, llamamos Iglesia. A Jesús no creo que se le ocurriera. Aunque al principio era sinónimo de asamblea…
¿Ni siquiera se le ocurrió fundar una religión?
No. Eso lo hicimos nosotros. Es normal que haya instituciones, tampoco voy yo a hacer nada para destruirlas. Pero no me siento identificado con ella.
Tú dices que no eres religioso…
Lo digo en el sentido de universalidad. Las religiones son personas. El Espíritu no es quien mueve las instituciones.
Pero, doctrinalmente, a las demás religiones lo único que les concede la católica es tener «semillas de verdad»…
Porque estos planteamientos los hace desde un cuerpo. El Espíritu no se parte. No se reparten semillas. Eso y lo de llamar hijos adoptivos…son tonterías. Hay un solo Espíritu. Un mismo Espíritu. Que nos hace a todos, todos, hijos e hijas. No tiene partes, porque de tenerlas no sería divino. En el momento que le pones cantidad, ya no es de Dios. Es la fuerza de Dios que, al proyectarse hacia ese afuera que no existía hasta que lo creó, hizo que ocurriera lo del big-bang.
(Ignasi) Por lo tanto, no está más cerca de Dios un cura cristiano, como tú, que un hindú…
Por supuesto que no. El ropaje es distinto. El lenguaje. Pero, siempre que la persona esté abierta al otro, lo único que cambian son los ritos.
Las formas, los detalles… ¿Eso no es panteísmo?
No. Porque Dios no es las cosas. Es un don. Si fuera panteísmo, Dios hubiera hecho un robot universal. Pero hizo el Espíritu, en cambio. Para hacernos libres.
Sincretismo tampoco. ¿Diálogo interreligioso, entonces? Pero tenemos miedo a hacerlo real. ¿Por qué?
Quizá porque prima la parte institucional sobre la personal. No sé… Esta reflexión no está en mi campo. Yo sí reconozco el diálogo. Pero no estoy de acuerdo en que sea sincretismo. Tiene formas muy diversas y plurales de manifestarse pero, precisamente, los que van al fondo, sea de la religión que sea, cuando sintonizan, se dan la mano, por encima de esas formas.
¿Eso nos lleva a colocar la espiritualidad por encima de las religiones?
Creo que sí.
Parece, además, ser una tendencia clara en estos momentos… La gente de nuestra sociedad, busca espiritualidad, pero no tanto a las religiones establecidas.
Pues está muy bien. No pasa nada. Las mediaciones son necesarias para los que necesitan mediaciones. No hay que absolutizarlas. Yo puedo hablar con un protestante, con un ortodoxo, hacer el esfuerzo de entender la situación del otro. Si yo estoy seguro de que lo mío es la verdad, al otro me lo tengo que ganar. En fin. El Espíritu no hace eso: no hace ningún proselitismo nunca.
Dirán algunos que pecas de relativismo. Que la verdad es la verdad…
Que digan lo que quieran. La experiencia es ésta, y no tiene vuelta. Hay muy pocas expresiones que sean universales. Yo digo que el que se deja llevar por el Espíritu, sea creyente o no, es el que enciende una lucecita. Y entonces ve otra, y que ahí hay otra, y que ahí… Ve personas que ya están abiertas.
¿También ve luz en las que no están abiertas?
No, claro, si no están abiertas no tienen lucecita… Ve que no está, y entonces puede ayudar a que esa gente se abra. Contarles que hay una dimensión que se les escapa. Aunque no es fácil. Yo mismo, en mi trabajo intelectual, tengo momentos en que me doy cuenta de que una casualidad, un libro, mil cosas… me brindan la respuesta que yo estaba buscando. Me dan las pistas.
Pero, para eso, hay que estar atentos.
Hay que estar atentos a la vida. Y, en cada uno en su contexto, hay que trabajar. A mí hay veces que las propias cosas me sirven las respuestas en bandeja. Pero para eso tengo que estar investigando. En tu contexto de prensa religiosa, en el de editor de Ignasi, que está haciendo una labor preciosa, sabed que también interviene el Espíritu. Todos somos imprescindibles. Hay que ayudar a la gente a descubrir que tiene su proyecto que le hace imprescindible.
(Ignasi) No sobra nadie. Ninguna religión, ningún camino…
Nosotros, para trabarnos, hacemos instituciones, compromisos, leyes, constituciones y luchas.
(Ignasi) Peleamos porque siempre la tentación de las religiones es colonizar a Dios: pensar que lo tenemos en el bolsillo.
Creemos que cabe en nuestro templos. Como lugar de reunión, me parecen muy bien. Pero para orar a Dios no hace falta una montaña determinada, sino el Espíritu.ç
Entonces, ¿no nos hacen falta apoyaduras físicas? ¿No necesitamos sitio?
(Ignasi) Somos encarnados. ¿Necesitamos mediaciones? Ya tenemos nuestro lugar…
La gente se tiene que encontrar. Ayer mismo, éramos pocos pero nada más entrar yo vi que había un ambiente favorable. Aunque no conociera a muchos, el ambiente estaba obrado. En cambio, otras veces la gente te recibe fríamente y el trabajo para encender un poco la cosa es tuyo. Contar con esta dimensión te da la oportunidad de descubrir muchas cosas.
Y da la sensación de que te acerca mucho a la felicidad. ¿O hace sufrir también?
Esto no. Cada uno sufre los sufrimientos que tiene uno. Las enfermedades, las muertes de personas queridas… Esto no se puede evitar.
¿Pero lo vives de otra manera?
Es posible. Pero no voy a hacer universalidades. No es sólo la experiencia: depende del carácter de cada uno. Hay personas a las que les cuesta mucho avanzar. Se les hace difícil.
¿A los pesimistas les cuesta más ese avance?
Es posible, pero no soy psicólogo… Son intuiciones.
(Ignasi) Al hilo de lo que comentas, veo que aquí lo importante, el gran papel que tienen que desempeñar las personas religiosas, es ayudar a la gente a despertar a una experiencia de apertura a algo más grande.
Sí. Es lo que está en nuestras manos como creyentes. Tú sabes que puedes ayudar a otros a abrirse, aunque no es necesario que todo el mundo lo haga.
(Ignasi) Más que intentar que utilicen el lenguaje propio de una determinada cosmovisión, que es sólo una cuestión de etiquetas, simplemente facilitar la apertura del ser humano a esta dimensión.
Que sabes que te la dan para que tú realices tu proyecto.
(Ignasi) ¿Y puesta al servicio del prójimo?
Exactamente. Y nadie te pasa cuentas. Si no te abres, no pasa nada. Pero si lo haces te liberas de tensiones. Cuando lo haces, es positivo. Si lo haces menos, nadie te va a pedir cuentas. Eres tú mismo el que vas a ver que vale la pena.
¿Estás hablando de una especie de evangelización en red: hecha por las mismas personas?
Exacto. Es lo bueno.
Por eso no necesitamos jerarquías ni lugares ni curas ni programas de catequesis…
No estoy diciendo que los borremos, ya que están. En determinados niveles, ayudan al ascenso de las personas estos lenguajes compartidos. Pero no los necesitamos irrevocablemente.
Hay más conexión en el tú a tú. Más despertares.
Sí. Ahora bien, como hay gente tan variada, a uno le vendrá bien, por ejemplo, hacerse budista para llegar a tener una experiencia. Pero cuando la tenga, se dará cuenta de que esa experiencia no está mediatizada por el budismo.
Hay gente que tiene ese tipo de emociones rezando el rosario… No se sabe. Antes las señoras no sabían rezar otra cosa.
Si esa señora, en su manera de ser, luego era buena persona, ¡pues qué más quieres! Pero este ambiente ya no existe ahora. No ya la gente joven: para muchas personas de mediana edad lo de ir a misa los domingos ya no tiene ningún sentido. Ante esa situación, ¿qué va a hacer la Iglesia? ¿Un proyecto de evangelización? A mí no me van a meter. Porque no se trata de eso, sino de que los que tengan «hambre» puedan encontrar comida.
Es una de las acusaciones que nos hacían en el post-concilio: que habíamos tirado con todo sin haberlo sustituido por nada.
Es posible.
Si eliminamos las misas y los rosarios, ¿cómo hacer que la gente descubra esa apertura al Espíritu?
(Ignasi) Bueno, es lo que comentábamos antes de la aridez del post-concilio. Ante ella, la aportación de Rius-Camps es la entrega de cada uno al cultivo de la interioridad. Podemos cargarnos con muchos hábitos de religión degradada y aún así ofrecer a la gente experiencias de comunión, de experiencia del Espíritu… Pero el campo a recorrer es el de la vida interior. No necesariamente tiene que hacerse a través de un lenguaje estricto, confesional, para uso interno.
¿Cómo lo haces tú, Josep?
Yo sé que lo que estoy haciendo está avalado por esta experiencia. Que la tengo. Y, en la medida que voy profundizando en un tema o en otro, aunque tarde años en llegar a cuajarlo, estoy seguro: nada me preocupa. Ayer estuve hablando con alguien que estaba un poco preocupado por lo que dirán de su obra. No te preocupes. Que venga lo que venga. Hay que tener seguridad sin estar pendiente de lo que dirá el uno o el otro. Si se te mete eso dentro, llegarás a decir lo que ellos quieran…
Te autocensurarás…
Si no eres libre, sí. A mí la vida me ha permitido, antes y después de tener la experiencia, hacer libremente. Me he ido abriendo cada vez más, aunque no se me haya hecho caso. Ya vendrá alguien, algún día. Yo trabajaba Lucas pero podía haber estado trabajando Marcos o Ignacio cuando me encontré con Jenny, una profesora con la que coincidía. ¿Fue casualidad? Seguro que no. Me di cuenta de que la pena había valido para colaborar con ella, que estaba en mi misma línea. Primero me dijo que no, y sentí como si me hubieran dado una calabaza. Al día siguiente me dijo que si seguía en pie mi propuesta. Le dije que sí, pero que yo no había dormido esa noche. Me dijo que ella tampoco. Nos dimos la mano, y llevamos veinte años trabajando juntos el Códice Beza. Hasta los conocimientos se comparten. Jenny es la persona con quien yo los he compartido. Las obras son de lo dos, menos este libro, que son las entrevistas que me ha hecho Ignasi… Nuevamente un compartir.
Y refleja todo ese tiempo que habéis compartido. ¿Te gusta el Papa Francisco?
Hombre, no me lo voy a comer. Creo que por lo menos nos ha dejado respirar. Yo he conocido varios papas: Pío XII por poco me hizo perder la fe, porque me di cuenta de que hacía comedia. Yo fui ese verano a Roma. Los españoles estaban enamorados del Papa. Yo, metido allí, poco a poco me di cuenta de que sus gestos no eran amables, y me alejé. Conocí a Juan XXIII, incluso personalmente (dos veces tuve ocasión de darle la mano), y era alguien sencillo. Francisco se le parece mucho, aunque es un jesuita, que no es lo mismo: tiene detrás una estructura que Juan XXIII no tenía.
Juan XXIII estaba más solo. ¿También más guiado por el Espíritu, cuando tuvo la intuición genial del Concilio?
Es que…¡a quién se le ocurre, en aquel momento! Fue estupendo. A Pablo VI lo conocí también lo suficiente. Me impresionó que era un hombre que pensaba mucho. Estaba abierto, pero en los momentos en que tenía que decir algo…no podía. Al otro, al polaco, no le he tenido ninguna simpatía. A Ratzinger lo traté, estuve en su casa. Era un gran profesor. Muy amable, me invitó porque quería conocer quién era yo, asistente de un profesor en una universidad alemana. Él era todo un catedrático, y yo podría haber conseguido, con los años, aquella experiencia, pero me di cuenta de que no era para mí. Que tenía que ir a casa que era donde yo, de alguna manera, podía dejar traza. En su casa, con su hermana, hablamos hasta de la cuestión política de España. Fue muy bien. Les gustaban mis trabajos en la facultad de Teología, pero tarde o temprano yo volvería a casa. Después, se fue de obispo…
¿El gesto de la renuncia le redimió como Papa?
Bueno, no sé si es necesario redimir a nadie. Por lo menos, demostró que ha tenido momentos lúcidos. Pero, ante el problema de la pederastia, que ha sido la miseria de muchas diócesis, no doy la cara. Prefirió no tocarlo. Un fracaso. Y este Papa nos deja respirar. ¿Hasta cuándo podrá erigir la reforma? Da igual: como yo no creo en el Pueblo de Dios, tampoco creo en la reforma. Ni en las contrarreformas. Pero se hacen. Y es bueno: supongo que será mejor una Curia disminuida que la que hay. Pero no necesariamente los cambios vendrán producidos por las reformas, sino por las personas que toman conciencia.
Pero está ayudando a esos cambios. Tiene una capacidad de solución especial con la gente…
Sí. Puede ayudar a que las personas respiren. Después de Rouco, a ti y a mí nos ha ocurrido: damos las gracias porque podemos respirar. Es que aquí habéis tenido una piedra…
Hemos sufrido especialmente estos años, sí. Porque vosotros habéis estado un poco más arropados…
Sí, pero sin exagerar la cuestión, tampoco nos han arropado mucho.
¿O sea que crees que puede cuajar, de alguna manera, la primavera de Francisco?
Es positiva para la Humanidad, claro que sí. Relativiza mucho y establece contactos entre el mundo del cristianismo y las otras religiones. Estamos en el buen camino. Hemos pasado de una Iglesia que tenía la Verdad que otros no tenían a tener la Verdad entre todos. Tenemos que aprender a saber apreciar la verdad del otro. Llegar a apreciar que conocerla vale la pena.
Buscarla juntos.
(Ignasi) Una frase como la de «¿quién soy yo para juzgar?» es un cambio radical: de la Iglesia jerarca, que todo lo mira desde la altura, que cree que puede juzgarlo todo (cuál es el camino recto y cuál el torcido, qué el bien y qué el mal) a la Iglesia que busca, cuyo máximo líder, como Jesús hizo, no juzga… Lo habíamos olvidado y era necesario que nos lo recordaran: tener actitud de respeto ante los distintos caminos de todo orden que escoge el ser humano.
Era necesario. Pero preferiría que, ahora que el Papa nos ha puesto en este contexto, diéramos un paso atrás y no lo pusiéramos todo en manos del Papa. Yo no soy papista: no hay que exagerar. Parece que todos los problemas nos los va a arreglar este señor. Lo mismo ocurría con Jesús, que era el Mesías, ¡y mira cómo acabó…! Lo que voy entendiendo es que la responsabilidad es de cada uno. Jesús pensó que aquellos serían sus continuadores, y le falló todo, le falló hasta Pedro. Pero, si no lo quiso restaurar, es que en ese momento ya había cambiado de parecer. No quería tener una Iglesia, que era lo que suponían lo doce, una estructura… Pero resucitó. Lo hizo Dios. Nadie habla de esto.
(Ignasi) Tú explicas en el libro que los doce sucumbieron al poder…
Es la tentación, cerrar el círculo. De ahí viene la Iglesia: de que se logró cerrar. No estoy diciendo que los apóstoles sean los culpables de todo. Pero, de alguna manera, fueron los ideólogos de esta estructura cerrada.
Este libro es un pozo de sabiduría, un pozo de ciencia (has dedicado veinte años de tu vida a un Códice…).
(Ignasi) Nosotros lo que hicimos fue cambiar lo de que el erudito dé los resultados: este libro lo que muestra es el proceso. Muestra al investigador. Cómo va descubriendo, hasta que llega a los resultados. El erudito también tiene biografía. Le pasan cosas. Se compromete con el hermano. ¡Hasta conecta con el Espíritu! Ese itinerario es el que la obra explica. En ese sentido, este libro es un buen complemento de sus otros trabajos.
Sí, yo lo he agradecido mucho. Que demos el proceso.
Estas conversaciones te han ayudado a poner tu erudición, tu preocupaciones, al servicio de los que no hemos estudiado el Códice Beza y todo ese tipo de cosas.
(Ignasi) Porque también es bonito que el erudito divulgue. A veces sólo escribir para sus colegas sin hacer un esfuerzo por acercarse al lector medio que tenga curiosidad por saber qué es eso del Códice Beza.
A mí no se me habría ocurrido, es cierto.
Es un inmenso logro, porque habéis conseguido, tanto en las preguntas como en las respuestas, ir a los detalles, al fondo de las cosas, sin dejar de hacer un libro ameno. Se agradece muchísimo.
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