Con que hubiera dignidad en el trato que se da a las personas migrantes, habríamos avanzado muchísimo
(Jesús Bastante).- Estamos con Begoña Olabarrieta, autora del libro El quinto país del mundo publicado por San Pablo dentro de la colección Alternativas que dirige María Ángeles López Romero. Ya el título es impactante y nos hace pensar, y más ahora que estamos en una situación de crisis.
¿Por qué este título? ¿Qué significa ser el quinto país del mundo. ¿Dónde está ese país?
Es un país imaginario, que aparentemente no tiene fronteras, ni legislación, ni constitución. Es un país formado por 214 millones de personas. Pero desde el cierre de este libro hasta hoy este número sigue creciendo. Es el quinto país del mundo en número de población, por encima de Brasil, y lo constituye el número total de personas que migran.
Inmigrantes, refugiados, desplazados…
Todo aquél que sale de su casa y lo deja todo atrás para buscar algo diferente. Por muchas cuestiones.
Pero en contra de sus deseos.
Hay todo tipo de realidades en estos habitantes del quinto país del mundo. La gran mayoría son migrantes económicos. Se puede decir que ese movimiento es forzado.
Por ejemplo, los profesionales españoles que no tienen trabajo aquí, ¿entran dentro de esos 214 millones?
Sí. Además este libro tiene algo que son «Diez prejuicios». Describen lo que pensamos, como por ejemplo: nuestra juventud mejor formada se está yendo porque no tiene trabajo. Se está yendo a trabajos precarios en Alemania, en Inglaterra… ¿Esto es verdad o no es verdad?. No es tan cierto según los estudios que se han hecho de la emigración de españoles.
Háblame de estos diez prejuicios. Decías que el grupo más nutrido de migrantes es el desplazado económico.
El 90%, a causa de la crisis a la que estamos asistiendo. Muchas personas buscan refugio huyendo de un conflicto. Con lo cual el número de refugiados actualmente es el mayor desde las grandes guerras. Y las previsiones del ACNUR son de crecimiento, y de que sigan llamando a nuestras puertas. Y me temo que la previsión es de que nosotros también vamos a seguir levantando muros.
Porque la respuesta a veces ante esa llamada son los muros, las vallas y la incomprensión. Algunos de los prejuicios vienen también por ahí.
Este quinto país del mundo imaginario, que supuestamente no tiene fronteras, claro que las tiene. Son precisamente esas vallas. Y en nuestro país somos especialistas en exportar una idea. Me refiero a las vallas de Ceuta y Melilla. Si te fijas, las últimas vallas levantadas que vemos tienen un toque muy made in Spain.
Y nosotros nos hemos copiado de los muros de Palestina.
Y seguimos copiando. Además de estas fronteras de muro, el país imaginario tiene fronteras políticas. Y se articulan o no con respecto a los refugiados dependiendo de cómo nos vaya. En épocas de bonanza, lo hemos visto en España, las políticas eran mucho más permisivas a la entrada de personas sin papeles. De repente, las cambiamos, y ahora La Unión Europea no se pone de acuerdo en una política común de refugiados.
Sólo se pone de acuerdo en la insolidaridad y en el cierre de fronteras.
Este libro tiene una historia personal que es en la que yo baso todo ese hecho migratorio.
Cuéntanos un poco.
Es la historia de una mujer que tiene hoy 82 años y que se fue con 16 años a Venezuela, en la posguerra. Se va con su familia. Su padre es médico. Hay una situación muy mala en España y deciden irse. Llega a Venezuela con unos padres que no se acaban de adaptar nunca, y tienen muchos prejuicios hacia los venezolanos que le inculcan a su hija. La niña se enamora de un venezolano, y a partir de ahí es un rosario de penalidades. Porque esta mujer quería casarse con ese hombre. Malos tratos, encierros, ingreso en un convento, toda la historia. Lo que yo quería demostrar es cómo los prejuicios son fronteras mentales tan interiorizadas y normalizadas por todos nosotros que son las más peligrosas.
Porque se dan por hechas.
Claro, el rumor de los rumores: ¿Quiénes no pagan impuestos? Los chinos, ¿no?. Claro. Y yo digo, si los chinos hubieran dado con la piedra filosofal de no pagar impuestos, ¿tú crees que no la sabríamos ya?
Otro prejuicio.
Claro que pagan impuestos los chinos. Prejuicios tenemos todos y también las poblaciones de inmigrantes que se asientan en España. Los prejuicios son humanos. Nos ayudan a ordenar nuestro sitio social.
Y existe el riesgo de crear guetos o medidas de protección para los ataques del mundo externo.
Con lo cual este país imaginario es un país complejo, en movimiento y que va a seguir creciendo guste o no. Si nos ponemos a ver las proyecciones demográficas para los próximos cuarenta o cincuenta años en esta Europa que se está cerrando a cal y canto, la opción política de cerrar las fronteras va a tener consecuencias. Como sabes Europa, con España a la cabeza, tiene una bajísima natalidad. No se está renovando una cohorte de edad necesaria para muchísimas cosas si nos ponemos en término económicos. Con lo cual, ese cierre de fronteras tan drástico, aparte de inhumano, va a suponer un error en el futuro. Habría que replantearse qué estamos haciendo con los habitantes de este quinto país del mundo.
Lo que sucede es que a pesar de ser el quinto país del mundo, no tiene organización ni está respaldado por nada, ni por nadie. No tiene líderes. Ni una capacidad de presión ante esas muertes del Mediterráneo. ¿Hay alguna posibilidad de esa organización?
Me está resultando una idea muy interesante lo que dices. Estaría muy bien que además de existir los estamentos que existen, como las organizaciones supranacionales, de refugiados, asilados, etc, hubiera un mínimo organismo de organización y presión. Porque estamos hablando de muchísimos millones de personas. Presión simplemente para demandar un poco de dignidad. Con que hubiera dignidad en el trato que se da a las personas migrantes, habríamos avanzado muchísimo.
Hemos visto recientemente el cierre de varios campamentos de Calais. Estas políticas lamentables de la Unión Europea que pueden llegar a propiciar que en días de invierno muera gente de frío o de hambre en el siglo XXI. En esta Europa «supuestamente civilizada» que debe «protegerse del extremismo». Cuando el extremismo de la cerrazón es el más duro.
Nuestra memoria histórica es muy corta. En esta historia que cuento, el padre de la niña se asiló en una embajada de Panamá en Madrid al inicio de la guerra. En Madrid, muchas embajadas abrieron sus puertas a miles personas que se sentían perseguidas.
Y también sufrieron el desplazamiento.
Y se nos ha olvidado. Muchísimos países nos ayudaron. Y a otros tantos europeos. No es justo que olvidemos eso.
Se hablaba de que España era un país solidario y de acogida.
Hay dos temas diferentes: cuando se pregunta a las poblaciones migrantes que están en España y que han pasado por otros países europeos, un alto porcentaje dice que España es muy buen país para vivir. Valoran mucho la seguridad, las políticas de igualdad para la mujer, los servicios sanitarios y educativos. Pero políticamente España no es un país que se distinga por el número de refugiados que admite. Tenemos un porcentaje de refugiados de los menores de la Unión Europea. Es un país en el que las peticiones de asilo se deniegan casi en un 50%.
Cuando escuchamos discursos públicos de los ministros del interior o de exteriores, dicen que aquí hay mucho inmigrante económico camuflado. Yo le diría que se monte en una balsa para atravesar el Mediterráneo. Pienso que las muertes no entienden de razones.
Además el que viene a hacer eso, probablemente entra en avión y viene de otra manera.
Más del 90% de las entradas de población irregular durante las últimos diez años, han sido por el aeropuerto de Barajas.
Con visado de estudiante o de turista.
Durante una época todos éramos conscientes de lo que estaba entrando, y a todos nos venía muy bien que entrasen. Para que cuidaran de nuestros niños, o para que hicieran el trabajo que nosotros no queríamos hacer. Todos conocemos a una persona de origen extranjero que tiene una titulación superior y que está sirviendo en una casa. Un trabajo muy digno, por supuesto, pero que no corresponde a su formación.
También es posible que todos conozcamos a algún extranjero que haya cometido alguna irregularidad . Y a muchos españoles que también lo hacen. Es humano. Más allá de la denuncia y de los datos, ¿hay algún tipo de solución ante este desafío?
Yo no sé si es un desafío. Los países del Golfo son los que están recibiendo el mayor número de personas. Allí son muy bien aceptados los inmigrantes. Luego están sus condiciones laborales. Pero la percepción es de que necesitan inmigrantes. En Europa si decimos: «fronteras abiertas para todos», se echan las manos a la cabeza. La duda de si hay capacidad de mantener a toda esa población aparece. Yo creo que de forma temporal se puede. La Unión Europea está invirtiendo más dinero en dispositivos de vigilancia que en dispositivos de acogida. Y el problema de los refugiados es urgente.
Si las condiciones no fueran de masacre y persecución, estas personas no hubieran salido. La mayoría de la gente no quiere abandonar voluntariamente su casa, sus recuerdos y su vida.
Estamos hablando de soluciones temporales para las que hay recursos. Lo que pasa es que utilizamos estos recursos de otra manera.
El miedo es muy libre. Se instaló en nuestro país respecto al inmigrante musulmán a raíz de la la matanza del 11M, en Atocha. El miedo es humano también, pero ¿cómo se supera?
No pensando en un bloque homogéneo. El hecho de que tú seas católico o no, no significa que te comportes como todos los católicos del mundo. Con el caso de las personas de religión musulmana hacemos eso, pensamos que todos son integristas. No vemos más allá.
Es curioso que suceda en sociedad que está dejando de ser cristiana. Establecemos la diferencia religiosa cuando nosotros estamos dejando culturalmente de serlo. Si recuperásemos algunos de esos valores que han conformado nuestra sociedad y que tienen que ver con el evangelio, igual estaríamos afrontando el problema de otra manera.
Lo que estamos haciendo es responsabilizar a millones de personas en el mundo que tienen una creencia, de los actos de un porcentaje pequeño, muy ruidoso y muy salvaje.
Y culpabilizándolos de algo que además están sufriendo. Están huyendo.
Cuando se le pregunta a la población musulmana que vive en España, te dicen que están preocupados. Ellos lo sufren. Sean religiosos o no. Como cualquiera de nosotros. Y el lenguaje es importante. Hay que distinguir lo que es integrismo de lo que no. Muchas veces se asocia musulmán con integrista. Y eso es un gran error. Tengo muchos amigos musulmanes que están preocupados porque sienten que no pueden expresar sus creencias. En el caso de las mujeres es mucho más evidente. Llevar un pañuelo no es lo mismo que llevar un burka. Para ellas es un símbolo y tienen derecho a llevarlo, como nosotros podemos llevar los nuestros.
Ahí estaría el debate: si ese símbolo lo llevas voluntariamente o no. Porque en caso de que no fuese voluntario, estaríamos ante un caso de igualdad, no de religión.
Un tema de opresión. Pero si esa mujer lleva ese pañuelo de forma voluntaria, el 90% de las personas que lo mira está pensando que es una mujer obligada y sometida. Es desconocimiento. Y claro, nos entra miedo.
Estoy pensando en Madala. Una chiquita que va seguir llevando su pañuelo. Y nadie va a negar que es un símbolo de la lucha por la igualdad y por un mundo más justo en el que todos podamos decidir con libertad.
Y por la defensa de las creencias. Que no tiene nada que ver con el integrismo. Pero sí es verdad que de los colectivos de población de inmigrantes que hay en España, los musulmanes son los peor vistos, y los chinos. Por cuestiones totalmente diferentes.
Antes el rechazo era más hacia los suramericanos. Pero la cultura y el lenguaje común, hacen que haya más entendimiento.
Y creencias compartidas. Parece que eso da más tranquilidad.
¿Qué papel crees que puede tener la fe en la resolución de estos conflictos?
Me gustaría que fuera un papel mayor. Muchos de los problemas de los que estamos hablando son de choques de creencias. El diálogo tiene que ser fundamental. Para una persona que cree, es más fácil entender a otra persona que tiene fe. Aunque no sea la suya. O al menos debería de ser así. La fe es un nexo de unión. Me gustaría que hubiera posiciones más activas. Por todas las partes. Me encantaría ver una conferencia de líderes religiosos para ver lo que está pasando ahora. Que no sean sólo los políticos, los militares y las ONG ́s quienes hablen de ello.
Debemos fomentar que también haya líderes religiosos en este ámbito. Porque si no, conseguimos que hablen de religión las personas peligrosas.
Sí, al final se oye a los que más gritan en vez de a los que más dialogan.
El quinto país del mundo, una gran historia de 214 millones de emigrantes, creciendo. Diez prejuicios. Una investigación muy interesante e intensa. Nos da para una conversación que habría que tener más a menudo, para no acostumbrarnos y hacernos insensibles.
También hay mucha gente trabajando y haciendo cosas buenas. Incluso las percepciones de la población española están cambiando, y empiezan a ir hacia lo positivo. Mucha gente se está replanteando todo esto. Es esperanzador.
Esperanza para construir un mundo más justo en el que quepamos todos. Sin fronteras. Begoña, muchas gracias.
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