La editorial "Maeva/ Inspira " acaba de prestarle a la Iglesia un interesante, salvador, actual y revolucionario servicio, que a la vez tiene mucho de sacramental, con la publicación del libro de Leire Quintana
(Antonio Aradillas).- Duela o no reconocerlo y dejar constancia de ello, el hecho es que a la mujer, por mujer, le queda todavía por recorrer un largo y doloroso camino para llegar a ser considerada colectivamente como «persona», en igualdad de condiciones que el hombre. Cuando el marco en el que se pretende ubicar tal convencimiento y juicio es el retablo eclesiástico, litúrgico o para litúrgico, la sola duda acerca de la verosimilitud de tan oprobioso y opresor discernimiento, es de por sí ofensiva y delatora.
La mujer sigue hoy discriminada en la Iglesia, y tal condición se acrecienta y concentra de modo especial cuando se viste con hábitos talares de religiosa o de monja, aún cuando estos hayan sido pudorosamente recortados, o reconstruidos, teniendo presente las exigencias y gustos prevalentes en la misma actividad o dedicación pastoral a la que han de servir «en virtud de santa obediencia» , y en el ejercicio de su vocación- profesión religiosa.
En este contexto ascético- místico, es preciso enjuiciar y recomendar con lealtad bibliográfica, la lectura del libro «Una canción inesperada», por la casi dogmática seguridad de «testimonio bello y enriquecedor», que proclama su cubierta, habiendo sido elaborado y escrito «tras cuatro años de estancia en un monasterio y tratarse de un relato verídico que tiene el poder abrirnos los ojos».
La editorial «Maeva/ Inspira » acaba de prestarle a la Iglesia un interesante, salvador, actual y revolucionario servicio, que a la vez tiene mucho de sacramental, con la publicación del libro de Leire Quintana, nacida en Bilbao en 1972, avecindada posteriormente en Madrid, «en donde decidió dar un rodeo y explorar un nuevo camino en su vida», dejando la empresa en la que trabajaba, junto a sus dos socios, e ingresó en un monasterio de clausura, motivada por una sed de silencio y quietud«, con el compromiso añadido de «compartir con los lectores, con sinceridad, humildad y, por qué no, con humor, para ayudarnos a comprender mejor nuestra relación con nosotros mismos y con el mundo». (No está de más integrar en tan abreviado curriculum el dato precioso de que además Leire sabe perfectamente latín)
Las monjas -·»monjitas» `para los desangelados-, están de enhorabuena en la Iglesia. El testimonio escrito, descrito, vivido y convivido con transparencia y evangelio, sentido común, fe, religiosidad y comprensión divina y humana, es señal de cuanto de salvación y de libertad está dispuesta todavía la Iglesia a proporcionarles a buena parte de sus seguidores/as.
Para alcanzar tan reconfortante objetivo, y como primordial estrofa de «canción tan inesperada», hay que mirar hacia delante «y no volver la vista atrás sino solo para lamentar actuaciones y actitudes que justificaron comportamientos impropios de la condición de personas y, por supuesto, de hijas predilectas de Nuestra Santa Madre la Iglesia». Las monjas, en relación con la Iglesia y su constitución jerárquica reverentemente machista, estaría en vísperas de de vestirse de fiesta, siempre y cuando en la misma sean muchos los lectores de libros como el de Leire Quintana «que les ayuden a salir de no pocos laberintos, con la enseñanza de de valiosas lecciones para la vida dentro y fuera de los muros monásticos», lo que explica su inserción en la colección «Inspira», con tantos otros títulos que «intentan mejorar nuestro bienestar físico y espiritual».
Los sacerdotes que pastorean conventos y centros, monásticos o no tanto, contribuirían de modo eficaz a la celebración del milagro de su rejuvenecimiento, por ejemplo, tal y como refiere la autora, «cuando después de pasarnos la comida hablando de la Iglesia, de la necesidad de reformas, y de los curas y mujeres sacerdotes, nuestro capellán se ofrece a fregar los platos, diciendo que «aquí y así han de comenzar todos los cambios…»
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