Creo que este mundo tiene solución desde lo cotidiano y lo chiquito de cada uno, de su día a día, sin esperar a que vengan otros a solucionarlo
(Antonio Aradillas).- Con nitidez y precisión pedagógicas se nos asegura ya en el prólogo de Las cuentas de la vieja de la editorial San Pablo que «se trata de un trabajo evidentemente referido a la economía pero, de un modo fundamental, dirigido a la dignidad humana».
En la contraportada destaca con optimismo realista, su autor, Carlos Ballesteros García, de la Universidad Pontificia de Comillas: «Creo que este mundo tiene solución desde lo cotidiano y lo chiquito de cada uno, de su día a día, sin esperar a que vengan otros a solucionarlo».
La «vieja» de tan sabio dicho popular, se encelda y oculta en este caso «en el verdadero protagonista de la economía, el trabajador-consumidor-ahorrador, que cada día, euro a euro, vota y opta por un sistema de producción y consumo», acerca del cual ofrece el autor «una visión amplia y didáctica de una economía más humana, que no es el dinero, sino las personas y su bienestar, para ayudarnos a ampliar nuestros horizontes y, a través de nuestras decisiones, lograr construir un mundo inclusivo, solidario y más justo». En definitiva, y de lo que se trata y presenta con objetividad, realismo, espiritualidad y rentabilidad integral es -debe ser- «la persona y su bienestar y no el dinero y los objetos materiales».
Esto no obstante, con confianza, con rigor y honestidad, el profesor potencia la idea de que su «Cuentas de la vieja» no es un libro especialmente cristiano, ni para cristianos necesariamente. No es, ni quiere ser aséptico y beber en las fuentes del evangelio o de la doctrina social de la Iglesia, pero también en las de la antroposofía, el humanismo o del ecologismo.
La síntesis de los capítulo de estos «apuntes para el empoderamiento y la soberanía económica», de viejas, viejos, jóvenes y no tanto, empresarios y aspirantes a serlo, educandos y educadores, está formulada concluyentemente de esta manera: «No a la economía del «sí, señor»; el consumo como manera de ser y de transformar; economía «de» y «para» todos; economía sin ánimo -«sinónima»- de lucro; la raíz de una economía de la persona y apuntes para una visión creyente de la economía.
Estas francas, rudas y provocadoras palabras del Papa Francisco en su Evangelii Gaudium ilustran y refuerzan la opinión y doctrina del autor: «No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos».
Aseguro que, de la mano, del raciocinio y de la experiencia de la «vieja», al echar sus cuentas, y las nuestras, es -será- ciertamente posible que seamos mucho más sensatos y felices, así como que alcancemos las metas de efectividad en el trabajo a la hora permanente de examinar y juzgar comportamientos personales e institucionales, con la misericordiosa esperanza de que el Creador y Supremo Fiador nos confiera el «Visto Bueno» salvador «así en la tierra como en el cielo», en conformidad con la fórmula evangélica, sin desdeñar jamás que la religión y la economía estén fuertemente ligadas -re-ligadas- y relacionadas entre sí.
Para saber más acerca del libro, pincha aquí: